En un campeonato del mundo de fórmula 1 tan lleno de alternativas, sorpresas y golpes de efecto como este del 2008, no podíamos tener una última carrera, en la que además se decidía el título, que fuese aburrida o, siquiera, predecible en su resultado. Así que aunque los números indicaban que Hamilton lo tenía 'fácil' y se podía preveer un gran premio sin demasiadas emociones, presumíblemente con los Ferrari escapándose en cabeza y con el británico de McLaren siguiéndo su estela, más o menos de lejos pero cómodamente instalado en una posición que le pusiese lejos de cualquier riesgo, no se debían perder las esperanzas en cuanto a un desenlace inesperado o, al menos, entretenido.
De entrada, se anunciaba lluvia para el fin de semana, y aunque finalmente no caía ni el viernes ni el sábado, si aparecía justo antes del inicio de la carrera, para añadir más factores desestabilizantes a una parrilla en la que el Toyota de Trulli ya suponía un 'extra' respecto a lo que la lógica apuntaba para la calificación.
Después, tras una primera parte de carrera llena de momentos de interés, de la que Hamilton salía indemne pero ya sufriendo más de la cuenta mientras Massa se escapaba en solitario, todo parecía entrar en una especie de 'letargo' que parecía destinado a prolongarse, como a cámara lenta, hasta la caída de la bandera a cuadros.
Y entonces volvía la lluvia, esa bendita lluvia que tanto nos ha acompañado este año y que sigue siendo, con diferencia, el factor que más influye en la emoción, la intensidad y el entretenimiento que produce cualquier carrera de fórmula 1. En el maremagnum de entradas a boxes para montar las intermedias a falta de seis-siete vueltas, faltaban los Toyota y ello situaba al de Glock, de repente, como juez del mundial, especialmente porque Vettel, ambicioso y con talento para regalar cuando la pista está delicada, daba cuenta de un Hamilton que veía escaparse el campeonato por segundo año consecutivo. Pero el inglés no lo tenía todo perdido y cuando superaba en la subida final al monoplaza rojiblanco del alemán, que a duras penas traccionaba con gomas de seco sobre una pista cada vez más mojada, se daba el final más increíble e inesperado que nadie hubiese podido imaginar ...¡el mundial se decidía en la última curva! ¿Que más se puede pedir? Si acaso que el invierno pase rápido, tras las emociones de Brasil se va a hacer muy largo esperar a finales de Marzo de 2009 para ver el próximo gran premio de fórmula 1.