APOSTAR Y TENER SUERTE

Estrecho, lento, anacrónico, más apto para el lucimiento de los famosos que para albergar una carrera de Fórmula 1… todo eso y mucho más podrán decir, y con razón, los detractores del Gran Premio de Mónaco… pero no me van a convencer. Para mi, y creo que para muchos, ver cada año los monoplazas pasando a milímetros de los guardarailes del trazado urbano del Principado monegasco es uno de los mejores momentos de cada temporada. Lo de menos es que luego la carrera sea más o menos sosa (la más de las veces acaba siendo una procesión en la que nadie rebasa a nadie), lo importante son las sensaciones que me dejan cada año esas imágenes, sean desde las cámaras situadas al borde de la pista, más cerca de la acción que en ninguna otra carrera, o las que nos ‘suben’ a bordo de los monoplazas. Ver a los mejores pilotos del mundo ‘enhebrar la aguja’ que supone pasar lo más deprisa posible por el embudo de Sainte Devote, esquivar con un volantazo preciso el desnivel en el asfalto camino de Mirabeau, afrontar pedal del acelerador a fondo la oscuridad del túnel, apurar al máximo la frenada sin que el coche se descoloque por los baches a la entrada de la chicane o ‘limar’ las vallas en el vertiginoso paso por la zona de la piscina no tiene parangón en ninguna otra pista del largo calendario del mundial de la Fórmula 1.

Las sensaciones que produce la cercanía demuestran, además, como la clave para el espectáculo no es que los coches corran más, como alguno se empeñan en defender, sino en que esa velocidad, sea la que sea, se transmita al espectador. Y eso no lo hace ningún otro trazado tan bien como lo hace el de Mónaco donde, además, si te equivocas no hay una escapatoria del tamaño de un parking de hipermercado para devolverte a la pista con apenas unas décimas perdidas. Por todo eso espero cada año con especial emoción el arranque de un Gran Premio en el que, además, será por la presencia del famoso casino, la ruleta de la fortuna tiene la costumbre de pararse de vez en cuando en el número que menos te esperas o, como acabó haciendo este año, de esquivar el que tiene más fichas sobre su casilla en el verde mantel. Porque, las cosas como son, por mucho que el 44 sea apuesta segura casi siempre en los últimos años, en Mónaco este año era el 3 el que parecía destinado a acabar saliendo. Así que hasta la victoria del actual campeón acabó siendo, casi, toda una sorpresa fruto de esa combinación entre una arriesgada apuesta y la necesaria dosis de fortuna (¡o de mala fortuna del rival!) que suele ser la combinación ideal para ganar.

Por fin llegó la primera victoria de Hamilton en el 2016... y fue de las que le gustan, en condiciones más que difíciles

Sólo el fallo de su equipo en boxes privó a Ricciardo de completar el fin de semana perfecto en Mónaco

Sensacional carrera de Sergio Pérez, que acertó en todos los cambios de gomas para acabar tercero con el Force India

APOSTAR SOBRE SEGURO

En estos tiempos que corren todos tenemos claro que con la seguridad no se juega. Pero no por ello dejaba de ser menos decepcionante ver neutralizado por el coche de seguridad el arranque del Gran Premio de Mónaco, el más esperado del año. Con la pista mojada, el breve e intenso primer sprint hasta Sainte Devote, el primer paso por la rápida subida hacia el Casino y el vertiginoso descenso que lleva a Loews (perdón ¡Fairmont!), la primera llegada del grupo a la chicane tras el túnel y todo lo que supone una vuelta inicial lanzada (¡y además bajo la lluvia!) en los tan estrechos como fascinantes confines de Monte Carlo se quedaba en nada, reemplazado por una anodina procesión detrás del ‘safety car’. Una decepción que duraba media docena de vueltas interminables en las que uno no podía menos que recordar otros tiempos, cuando se había competido con mucha más agua sobre la pista.

Nada que nos sorprenda, en todo caso, por mucho que uno pueda echar de menos la imagen de Senna levantando enormes columnas de agua con las ruedas traseras de un modesto Toleman-Hart mientras alcanza al todopoderoso McLaren-Porsche de Prost… y a ambos se los viene ‘comiendo’ el increíble Bellof con el ágil y ligero Tyrrel-Ford. Al fin y al cabo, entonces, en el muy recordado Gran Premio de 1984, también se acabó apostando sobre seguro y se interrumpió la carrera justo cuando estaba llegando a su punto culminante, con los tres protagonistas camino de coincidir en el espacio a poco que a los dos perseguidores les hubiesen dado un poco más de tiempo. Al menos esta vez la lluvia fue disminuyendo de intensidad en vez de aumentar, la carrera se lanzó finalmente y su posterior desarrollo fue tan interesante como para hacernos olvidar (¡casi!) el 'anticlímax' que siempre supone que nos nieguen la emoción de una arrancada desde parado justo cuando las condiciones del piso la van a hacer aun más interesante.

EXCESO DE CELO… O LOS CAPRICHOS DE LA FORTUNA

El año pasado Hamilton tenía el Gran Premio de Mónaco poco menos que ganado cuando la intervención del coche de seguridad sembró las dudas en el británico y su equipo y les acabó llevando a ‘pensar más de la cuenta’ y complicarse la vida con un cambio de neumáticos extra que acabó siendo innecesario y le regaló la carrera a Nico Rosberg. Este año los que fueron víctimas de ese exceso de reflexión fueron los de Red Bull, con un cambio de opinión, a ultimísimo hora, sobre que compuesto de neumáticos montar en el monoplaza de Dani Ricciardo que propició la curiosa imagen de ver el coche del australiano detenido en su box mientras sus mecánicos corrían de aquí para allá en busca de las gomas que debían montarle. Un error mayúsculo que resultó absolutamente decisivo en el desenlace del Gran Premio, ya que aun con la larguísima detención el australiano a punto estuvo de reincorporarse a la pista por delante del Mercedes de Hamilton, que acababa de hacer la que, a la postre, sería su única parada en boxes.

Un fallo que arruinó lo que iba a camino de convertirse en un fin de semana perfecto para el rapidísimo ‘aussie’, sensacional el sábado cuando logró pasar a la Q3 con las 'superblandas' antes de pulverizar todos los registros cuando montó las 'ultrablandas' en su RedBull para lograr lo que este año (y los dos últimos) parece siempre poco menos que imposible: arrebatarle la ‘pole position’ a los Mercedes. Una ‘pole’, conseguida además con diferente estrategia de neumáticos para la carrera, que Ricciardo iba a empezar, de haberse celebrado sobre seco, con el segundo de los tres compuestos disponibles, lo que suponía toda una baza extra a su favor, ya que iba a poder decidir el ritmo que más le convenía mientras sus rivales, con las más ‘perfomantes’ Pirelli de ‘lettering’ magenta se verían condenados a seguirle o tener que arriesgarse a parar antes y verse ‘enterrados’ en el tráfico.

Todo parecía, por tanto, a favor de un segundo triunfo consecutivo para los monoplazas del equipo de las bebidas energéticas porque, además, las prestaciones del chasis diseñado por Adrian Newey y su equipo de ingenieros (dicen que ahora su magia sólo se aplica el 50% del tiempo a la fórmula 1) confirmaban en Mónaco lo visto en los sectores de curvas más lentas de las anteriores pistas del mundial: cuanto más virado es el circuito mejor va el Red Bull, pegado al asfalto como una lapa al estilo de los tiempos del difusor soplado en manos de Vettel.

Y aunque la aparición de la lluvia dejaba sin efecto el brillante plan del sábado, partir delante en Mónaco sobre piso mojado y con un coche que supera a los demás en carga aerodinámica tampoco era, precisamente, negativo para las opciones de un piloto del talento de Ricciardo, que tenía ante si la ocasión de lograr la más prestigiosa de las victorias. Pero por segundo Gran Premio consecutivo, aunque el australiano lo hacía todo bien, como lo había hecho quince días en Barcelona, el triunfo se le escapaba sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Si entonces era la estrategia elegida para su monoplaza desde el muro de boxes, que acababa siendo la menos eficiente, en esta ocasión ese mismo muro de cerebros pensantes le daba demasiadas vueltas a la cabeza, cambiaba de opinión en el último momento al ver que en Mercedes habían optado por las ‘ultrablandas’ con Hamilton y cuando decidían que igual las 'superblandas' eran mejor opción que las ‘blandas’ (cosas del reglamento, ¡las gomas más duras disponibles en Mónaco!) que tenían preparadas, el Red Bull número 3 ya estaba entrando en busca de un rápido 'pit stop' que debía certificar su victoria y, en cambio, acababa convirtiéndose en una lenta e interminable detención que suponía su derrota. Un exceso de celo que traía consecuencias nefastas… o, para los que crean en la suerte, el destino y demás fuerzas fuera de nuestro control, un capricho de la Fortuna, esquiva este año con Hamilton y, tal vez por ello, dispuesta ahora a devolverle su favor. Algo así como cuando la ruleta va parando de girar, vemos como la bola se dirige a una casilla (la del número 3), entra en ella y, en el último instante, bota sorprendentemente, se sale y acaba aterrizando mansamente sobre el espacio marcado con otro número (el del 44). En todo caso, la demostración de Ricciardo al volante del Red Bull en Mónaco no va a ser flor de un día. Por mucho que, por una vez, lo viésemos en el podio sin una enorme sonrisa iluminando su rostro, el australiano no es de los que se rinden, seguirá apostando fuerte y, a poco que la suerte le acompañe, se resarcirá, y con intereses, del doble disgusto de Montmeló y Monte Carlo.

Vettel y Ferrari no brillaron en el Principado, el alemán tuvo que conformarse con la cuarta plaza

Alonso jugó sus bazas para ganar posiciones con estrategia y luego nadie pudo arrebatarle una muy meritoria quinta posición

Hulkenberg fue uno de los que se vio atrapado tras Alonso pero al menos pudo pasar a Rosberg en la última curva y acabó sexto

HAMILTON NO IBA DE FAROL

Si hay un piloto que destaca por encima del resto cuando la lluvia moja el asfalto de cualquier circuito ese es Lewis Hamilton. Sus demostraciones en carreras como la del Fuji del 2007, Silverstone del 2008 o Suzuka del 2014 no dejan duda sobre la increíble capacidad del británico para encontrar adherencia donde otros ni siquiera se aventuran a buscarla. Por eso sólo alguien como él podía convertir en ganadora la arriesgada apuesta en la que se vio inmerso el domingo en las calles de Mónaco.

Una vez liberado del tapón que suponía el lentísimo ritmo bajo la lluvia de su compañero Rosberg, Lewis empezaba a volar con el Mercedes sobre un asfalto resbaladizo como el cristal. Si la lluvia no cesaba estaba claro que en cuestión de unas pocas vueltas iba a echarse encima del líder, Ricciardo. Pero en realidad cada vez llovía menos, las nubes enseguida dejaban de soltar agua y llegaba el momento de montar las intermedias a medida que la pista se secaba más y más. Era la decisión más lógica, pero hacer lo mismo que el que va delante suele ser garantía de seguir detrás en una pista donde no hay huecos para pasar, ni siquiera para un 'adelantador' nato como el británico. Así que tocaba apostar fuerte, una apuesta, además, que acababa siendo doble y que parecía condenada al fracaso, como suelen parecerlo las apuestas a priori más locas.

Primero, porque en vez de entrar a por las ‘mixtas’, el Mercedes número 44 se mantenía obstinadamente en pista con las ‘fullwet’ esperando el momento en que el carril seco fuese lo suficientemente ancho para montar ‘slicks’, ahorrándose de ese modo una detención en ‘boxes’ como única forma de superar al Red Bull de Ricciardo. Y, después, eligiendo para las ‘lisas’ el más blando de los tres compuestos disponibles, el novedoso ‘ultra blando’, aun cuando faltase aun más de media carrera y nadie apostase porque esas gomas fuesen a durar treinta vueltas… ¡así que no digamos las casi cincuenta que aun faltaban! ¿Iba Lewis 'de farol' y no le quedaría más remedio que entrar de nuevo cuando se quedase sin neumáticos? No, la apuesta era más que en serio y, tras repeler con cierta rudeza el único intento de adelantamiento del australiano, frustrado por verse detrás a causa del error de su equipo, el británico era fiel a su plan, resistiendo en pista con unas gomas que no debían durar tanto... pero a las que hacía resistir hasta el final.

En cierto modo, Hamilton acababa ganando como Senna lo había hecho en el 92, cuando su ídolo brasileño aguantaba impertérrito en cabeza los ataques de Mansell, con un Williams más rápido calzado con gomas más adherentes. Hamilton, al igual que Ayrton entonces, no cometía el más mínimo error pese al insistente acoso de un visiblemente más rápido Ricciardo, demostraba (una vez más) que no sólo sabe ir deprisa sino también dosificar su ritmo y usar la cabeza, y acababa consiguiendo, por fin, esa primera victoria del año que parecía no querer llegar. Un triunfo que unido al rotundo fracaso de su compañero/rival Rosberg, diluido por completo sobre el deslizante asfalto monegasco, relanza las opciones del vigente campeón y hace que apostar por su tercer título consecutivo ya no parezca tan aventurado como hace quince días o un mes. Lewis ha vuelto… aunque, en realidad nunca se había ido, sólo había estado un tanto apartado por alguna que otra discrepancia con la Diosa Fortuna que, en Mónaco, parece haberse vuelto a congraciar con él… y si Hamilton, además de todo, encima tiene suerte, entonces si que apostar contra él es cosa de locos.

Rosberg mostró todos sus límites cuando las condiciones son complicadas y terminó en una decepcionante séptima posición

Un cambio de neumáticos lento privó a Carlos Sainz de luchar por el tercer peldaño del podio con el Toro Rosso

Button arriesgo cambiando gomas antes que nadie pero esta vez no acertó y concluyó noveno

EL MOMENTO DE JUGÁRSELA

Cuando llueve y las condiciones de la pista se vuelven cambiantes es la ocasión de los pilotos con monoplazas menos competitivos para jugar sus bazas y tratar de sacar ventaja o, al menos, de compensar en parte la desventaja a la que les condenan sus inferiores medios técnicos. En ese sentido, el Gran Premio de Mónaco fue la oportunidad ideal para dos que llevaban una temporada con más luces que sombras: Sergio Pérez y Fernando Alonso.

El mexicano volvió a ser protagonista de otra de esas carreras en las que, no sabes muy bien como, acierta con el momento preciso para cambiar neumáticos, con el compuesto adecuado que hay que montar y con el modo de pilotar para sacar siempre el máximo rendimiento, en términos de prestaciones y de duración, a las gomas sobre las que se apoya su monoplaza. Una mezcla de talento y habilidad que no es la primera vez que despliega (sin ir más lejos basta recordar la carrera de Sochi el año pasado) y que en Mónaco le llevó a conseguir un podio poco menos que imposible al volante de un Force India. Pero es que, además, el tercer puesto conseguido por Sergio en las calles del Principado no fue de esos logrados sólo a base de oportunismo, de estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Su ritmo de carrera fue más que notable en todas las fases del Gran Premio, siendo capaz no sólo de contener sin problemas al, en teoría, superior binomio formado por Vettel y su Ferrari, al que no dio opción alguna de arrebatarle la tercera plaza, sino que, además, llegó hasta a ser una más que posible amenaza para el dúo de cabeza, del que nunca se descolgó más allá de los diez o quince segundos. Una carrera impecable que nos devolvió al mejor Sergio de su época pre-McLaren. Un piloto al que, tal vez, sólo le ha faltado constancia en el rendimiento para dar el salto de calidad que el equipo de Woking esperaba en su día, cuando lo fichó para esa labor imposible que es sustituir a alguien como Hamilton. Tal vez el mexicano no alcance nunca esas cotas, pero no por ello hay que desdeñarlo, cuando tiene el día pocos hay capaces de ‘sacar petróleo’ de una carrera complicada como él hace. En cierto modo esa genial inconsistencia me recuerda a otro sudamericano ilustre de la Fórmula 1, el tan rápido como taciturno y siempre indescifrable Carlos Reuteman, capaz de lo mejor y de lo peor casi cada quince días a lo largo de una temporada.

Consistencia, en cambio, tiene para regalar Fernando Alonso, que logró en Mónaco el imposible de acabar quinto con un McLaren-Honda que sigue siendo, como mucho, un monoplaza para entrar, por los pelos, en la Q3 y en los puntos. La carrera del asturiano en Mónaco fue la típica demostración de que en el trazado urbano monegasco importa mucho más la posición que el ritmo. Aguantando hasta casi más allá de lo aconsejable con las gomas ‘rayadas’, Alonso se encaramó a la quinta plaza cuando retornó a pista después de parar finalmente a montar las lisas. Y aunque a partir de ahí no tenía opción alguna de marcar los tiempos por vuelta de los cuatro que le precedían, los que quedaron por detrás de él estaban condenados a sufrir. Porque adelantar en Mónaco es poco menos que imposible si el que te precede no falla… y Fernando es de los que no fallan casi nunca, y menos aun cuando tiene ante si un resultado que va más allá de los límites lógicos que se pueden esperar de su monoplaza.

Entre quienes quedaron 'atrapados' tras el McLaren número 14 estaban desde Nico Rosberg, desastroso en mojado con el 'todopoderoso' Mercedes que volaba en manos de Hamilton, hasta Carlos Sainz, magnífico con el Toro Rosso pero al que había perjudicado de forma más que notable otro lento cambio de neumáticos su equipo. Ni ellos dos, ni Hulkenberg, situado con su Force India entre ambos hasta que aprovechó las cuatro gotas finales para superar a un titubeante Rosberg con la meta a la vista, tuvieron nunca la más mínima opción de pasar a Alonso, con su McLaren convertido en muro infranqueable por más que rodase dos, tres y hasta cuatro segundos por vuelta más lento que el cuarteto de cabeza. Así, aunque fuese siendo casi doblado otra vez (esa es la distancia a la que sigue el monoplaza anglo-nipón de los Mercedes, carrera tras carrera), el asturiano logró el que, muy probablemente, será su mejor resultado del año salvo que milagrosas evoluciones técnicas llegadas desde el país del sol naciente le puedan permitir estar en la zona noble de la tabla no sólo a base de oficio y de saber aprovechar oportunidad sino, también, de prestaciones puras. Al respecto, que el propio Fernando fuese el primero en enfriar los ánimos de quienes ya estaban echando mano de la épica para ensalzar su muy meritoria carrera, creo que habla alto y claro sobre como está realmente la situación en el equipo de Ron Dennis. Desde el primero al último saben que siguen aun muy lejos de donde quieren estar, y apostar a favor de que lo consigan en un plazo corto de tiempo me parece de lo más arriesgado... por mucho que, eso si, a la mínima oportunidad que se le presente, Alonso volverá a estar donde a su coche no le corresponde.

Los Williams apenas se dejaron ver en Mónaco, sólo Massa puntuó terminando décimo

Tampoco mostraron mucho positivo los Haas, con Gutiérrez siendo el mejor clasificado en el puesto once

Max Verstappen alternó una remomtada espectacular con accidentes en entrenos y carrera que arruinaron su fin de semana

TODO O NADA

Cuando un jugador gana, la tentación de apostar aun más fuerte la siguiente vez, de jugárselo todo en el próximo envite, es muy grande. Y lo es más aun si se trata de alguien en el que se juntan la juventud con el talento del modo en que lo hacen en Max Verstappen. El joven prodigio holandés llegaba a Mónaco en la cresta de la ola después de su triunfal debut con Red Bull en España y quería ‘saltar la banca’ en el lugar más prestigioso, repetir hazaña en un escenario donde ganar tiene más significado que hacerlo en cualquier otro sitio. Pero en ocasiones así a veces se ‘fuerza la mano’, y Max ya dio síntomas de ello con su toque en entrenos y, peor aun, con el que le dejó fuera de juego a las primeras de cambio en la sesión de clasificación.

De todas formas, no todo estaba perdido, especialmente porque con la carrera empezando bajo la lluvia se ‘barajaban de nuevo las cartas’ y cualquier resultado volvía a ser posible, por complicado que sea en el Principado lograr algo positivo partiendo desde el fondo del grupo. Además, otro rasgo de la juventud es no conocer el significado de la palabra imposible. Así que el hijo de ‘Jos The Boss’ redoblaba su apuesta, superaba rivales a derecha e izquierda en un circuito donde ‘no se puede adelantar’, y ya estaba en zona de puntos cuando, definitivamente, en vez de un 'AS' salía un 'tres', su Red Bull golpeaba por tercera vez con dureza contra las protecciones, y acaba su segundo Gran Premio de Mónaco de forma similar a como había concluido su estreno en las calles del Principado un año antes: antes de tiempo, dolorido y siendo blanco de todas las críticas por su exceso de agresividad. Y, desde luego, error suyo ha sido terminar contra el muro de nuevo, como lo fue el año pasado acabar embistiendo al Lotus de Grosjean cuando, igual que ahora, venía remontando en un trazado donde eso no es posible.

Pero que nadie se equivoque, esos han sido sus únicos fallos de importancia desde que se estrenó en la Fórmula 1 llegando directamente de la F3, a la que (no conviene olvidarlo) accedió sin paso intermedio desde los karts. Muy pocos errores para alguien que va tan deprisa, en su trayectoria y en cada carrera. Qué levante la mano cualquiera de los grandes de la Fórmula 1 que no erró en Mónaco en sus inicios, ¿o es que nadie se acuerda de Senna ‘aparcando’ su McLaren contra el guardarail de Portier por querer arrasar más que ganar en el 88? ¿O de Prost destrozando su Renault, con la meta a la vista, al perder el control bajo la lluvia cuando tenía la carrera ganada en el 82? ¿O incluso de Alonso estrellándose en el túnel en su vano intento de seguir a su compañero Trulli en el 2004? Y no hace falta ser joven o novato para errar, y pagarlo caro, en un escenario que no perdona como es el del trazado urbano monegasco. Hasta alguien tan experto como Jack Brabham cometió un exceso en Mónaco, saliéndose en la última curva de la última vuelta cuando lideraba en el 70, dejando en bandeja la victoria a un incrédulo Rindt, que le perseguía con empeño, aun sabedor de que iba a ser imposible alcanzarle. Y es que, en Mónaco, fallar es muy fácil, y aunque difícil, a veces se puede lograr lo imposible. Por todo ello, errar en su búsqueda me parece mucho más perdonable. Así que aunque esta vez el jugar al ‘todo o nada’ le haya salido fatal al joven y talentoso Max, seguro que, más pronto que tarde, vuelve a ganar… es su destino.

Los dos Manor completaron la carrera en los puestos catorce y quince

Otro mal día de Renault: los dos coches fuera de carrera a las primeras de cambio

Peor aun fue lo de Sauber, con desavenencias entre sus pilotos y choque final entre ambos

¡HAGAN SUS APUESTAS!

Después de un Gran Premio tan fascinante y lleno de alternativas como el de Mónaco, que venía precedido, además, del sorprendente desarrollo y el inesperado desenlace de la carrera de España, apostar por los ganadores de dos citas tan diferentes como son las dos próximas, Canadá y Azerbaiyán, ya no parece tan fácil.

Evidentemente, el ‘dinero inteligente’ seguirá estando con los Mercedes, no en vano nada hace pensar que no continúen siendo los coches más competitivos y, además, a Hamilton se le da de maravilla el trazado de Montreal y seguro que se encuentra a sus anchas en el nuevo circuito urbano de Baku, como suele estarlo en todos aquellos en los que hay menos margen para el error y pasar más cerca de los muros que los demás marca la diferencia.

Pero sólo un exceso de celo de sus ingenieros ha privado a Red Bull de sumar dos victorias consecutivas con un monoplaza cuyo chasis es, sin duda, el mejor en curva lenta… y de esas habrá unas cuantas en las dos siguientes carreras. Además, en Canadá llegará la muy esperada evolución de motor de Renault, y si la ‘Regie’ ha conseguido encontrar unos cuantos caballos más de esos que separan a sus propulsores de los de Mercedes, tanto Ricciardo como Verstappen, dos pilotos con talento para regalar, extra motivados además por como se han desarrollado los dos últimos Grandes Premios, pueden ser una muy buena apuesta.

Y que nadie se olvide de jugar al rojo, especialmente al impar, porque en Ferrari tienen que acabar de demostrar que ellos son la real alternativa a Mercedes. Y porque Vettel lleva muy mal eso de verse relegado a un papel de comparsa, como le ha acabado ocurriendo, por unas u otras causas, prácticamente en cada carrera de lo que va de año.

Todo ello sin olvidarnos de las apuestas arriesgadas, las que más gratificantes resultan si salen bien. En Canadá los Williams deberían volver a asomarse a los puestos de cabeza, aprovechando su habitual velocidad en pistas de largas rectas. Y los Force India también suelen dejarse ver en ese tipo de trazados donde, además, lo abrasivo del asfalto premia a pilotos como Sergio Pérez, capaces de llevar los neumáticos más allá de lo que los técnicos de Pirelli quisieran que nadie intentase.

Así que opciones para el pronóstico más o menos aventurado hay unas cuantas a evaluar antes de que el ‘croupier’ grite ‘rien ne va plus’. Aunque hayamos dejado atrás Mónaco la ruleta de la Fórmula 1 sigue girando. En dos semanas tendremos dos nuevas carreras en las que habrá apostar fuerte para ganar… y, naturalmente, tener también esa siempre necesaria dosis de fortuna sin la que ninguna apuesta llega a buen fin… ¡hagan juego señores!

Texto: Daniel Cean-Bermúdez - Fotos: prensa equipos fórmula 1

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