DE UNA FRÍA MAÑANA CERCA DE LA COSTA AZUL A LA CIMA DEL MUNDO

Hoy arrancan en Jerez las últimas jornadas de tests previas a la temporada del 2016 en la GP2. Hace ya más de diez años estuvimos en unas pruebas similares, en el Paul Ricard, entre cuyos protagonistas se encontraban dos futuros campeones del mundo, así lo recordamos.


Primeros de diciembre del 2005, estábamos cerca de la Costa Azul pero hacía el frío habitual en casi cualquier zona de Europa en esta época del año. Un frío helador que lo era aun más acompañado del famoso viento del Mistral cuyo nombre evoca la larga recta del circuito en el que nos encontrábamos: el famoso Paul Ricard.

El histórico trazado francés, rebautizado unos años antes como HTTT (High Tecnology Track Test) tras su relanzamiento como pista de pruebas después de largo tiempo en el olvido, era el escenario de dos jornadas de práctica para los equipos de las GP2 Series. El nuevo certamen ‘antesala de la Fórmula 1’, acababa de estrenarse ese mismo año, en sustitución de la ya muy decadente F3000, con una interesante primera campaña en la que el título había terminado en manos de un jovencísimo alemán de apellido ilustre, Nico Rosberg, por entonces (y, tal vez, incluso ahora) más conocido por ser el hijo del carismático campeón del mundo del 82, Keke Rosberg, que por sus ya notables prestaciones al volante.

Lewis Hamilton volando bajo la lluvia al volante del GP2 de ART en los test de diciembre de 2005 en Paul Ricard

Nueve años después, el británico celebrando al más puro estilo Senna su segundo título mundial de Fórmula 1 en Abu Dhabi

'Pechito' López vio truncada en la GP2 del 2006 su carrera en los monoplazas...

Ser el siguiente campeón de la GP2 y dar el salto a la fórmula 1, como había conseguido Nico, que debutaría en el ‘gran circo’ al año siguiente, al volante de un Williams, era el objetivo de los treinta y tantos ‘jóvenes leones’ que se aprestaban a subirse a los monoplazas de GP2 durante aquellos dos días de ‘tests’. Entre ellos estaba la causa de mi presencia en pleno invierno en el sur de Francia, Javi Villa, que se preparaba para el enorme cambio que iba a suponer su paso a la GP2 desde la F3 española. Con Javi y su padre, César, habíamos hecho el largo viaje en coche desde su pista de karts, en Soto de Dueñas, hasta el trazado galo, escenario de algunos grandes premios inolvidables de la F1, como el de 1990, cuando el 'March-Leyton House' pilotado por Ivan Capelli (y diseñado por un entonces muy poco conocido ingeniero británico llamado Adrian Newey) había puesto en jaque a los grandes dominadores de aquella temporada, Prost con el Ferrari y Senna con el McLaren. Un Gran Premio increíble que el italiano lideró hasta tres vueltas del final para concluir segundo, justo entre los dos irreconciliables enemigos, después de que el motor Judd, asfixiado por la extrema aerodinámica de su revolucionario monoplaza color turquesa, diese muestras de fatiga en los últimos giros de una carrera que debía haber sido suya.

Ser algún día protagonista de uno de esos grandes premios era la meta de esos chavales que, como Javi, se reunieron durante aquel frío y desapacible par de días en el Paul Ricard. Una lista de nombres que, repasada ahora, casi diez años después, tiene más de promesas incumplidas y de sueños no realizados, que de éxitos y metas alcanzadas, aunque de estas últimas hay unas cuantas. Y es que, curiosamente, en esa lista figuran dos pilotos que este año se han proclamado nada más y nada menos que ¡Campeones del Mundo! Ellos son Lewis Hamilton, flamante bicampeón mundial de la Fórmula 1, y José María López, rotundo triunfador en su primera temporada completa en el WTCC, el mundial de turismos. Dos pilotos que, por diferentes razones, llamaron mi atención durante aquellas dos jornadas invernales en las que estuve a pie de pista y en los boxes del circuito con nombre de marca de ‘pastis’, el popular aperitivo anisado galo.

Con el segundo de ellos, más conocido ya de aquella por su sobrenombre de ‘Pechito’, compartimos ‘mesa y mantel’ en una distendida cena junto a los Villa, padre e hijo. Entonces, el argentino era una de las estrellas emergentes del mundillo de los monoplazas, hasta el punto de estar en la ‘nómina’ de Renault, formando parte de su programa de desarrollo para jóvenes valores. Un programa sobre el que recuerdo como nos contó, con buenas dosis de ironía, el mucho énfasis que se hacía en la preparación física, muy por encima en las ‘clases’, tanto teóricas como prácticas, del tiempo dedicado a cuestiones relativas al pilotaje. Su sentido del humor, aderezado con los rasgos de locura juvenil propios de sus, entonces, apenas 22 años de edad, y la fé ciega en sus posibilidades, tan típica de los pilotos por mucho que estén inmersos en un deporte en el que el talento individual, por si sólo, no es, ni mucho menos, garantía de éxito, fueron las características que más me ‘llegaron’ de aquel afable chaval con el que al día siguiente ‘nuestro’ Javi iba a compartir box en Racing Engineering.

...pero ganando el WTCC del 2014, ha acabado convirtiéndose en el siguiente Campeón Mundial argentino después de Fangio

Javi Villa preparándose para pilotar el GP2 de Racing Engineering ante su primera temporada en la categoría antesala de la F1

El monoplaza del asturiano seguido por el de Hamilton en la rápida chicane de acceso a la recta de Mistral

Un ‘día siguiente’ que amaneció con cielo cubierto por espesas nubes grises, de las que pronto empezó a descargar agua sobre la pista. A primera hora de la mañana, ‘Pechito’ y Javi se subían a los Dallara con los colores de Telefónica y Repsol (el ‘efecto Alonso’, recién conquistado el primer título mundial por el asturiano, estaba en pleno apogeo, las grandes empresas españolas apostaban por los coches y parecía que, por fin, el automovilismo de circuitos iba a despegar en España… aunque, por desgracia, aquello sería apenas un fugaz espejismo), y, mientras tanto, nosotros aprovechábamos para buscar un punto de observación desde el interior del trazado. Minutos después, apenas guarecidos de la lluvia con un paraguas al que el Mistral zarandeaba inmisericorde, nos apostábamos a la entrada de la chicane situada al inicio de la parte de la famosa recta de ventoso nombre que se utiliza en el trazado 3D del Paul Ricard, una de las numerosas variantes que permite el circuito en su configuración moderna y que, además, es muy similar a la usada en los últimos grandes premios de Fórmula 1 disputados en el mismo, como ese del 90 que rememorábamos unas líneas más arriba.

Entonces era cuando teníamos nuestro primer contacto directo con el otro protagonista de este relato, Lewis Hamilton. El joven británico venía de ganar el europeo de fórmula 3 y se estrenaba al volante de un GP2, precisamente pilotando uno de los monoplazas del equipo ART, la formación con la que Nico Rosberg había logrado el primer título de la categoría ese año. El casco amarillo de Lewis, con su diseño tan similar al del inolvidable Senna, destacaba pronto bajo la lluvia, y no sólo por su llamativa tonalidad. El ritmo de Hamilton era visiblemente superior al de cualquiera de sus compañeros de pista, la mayoría mucho más experimentados o con ‘más horas de vuelo’ sobre el potente Dallara con motor V8. El joven prodigio británico era capaz, una y otra vez, de frenar más tarde y, aun así, superar el rápido ‘zigzag’ derecha-izquierda con mayor velocidad, factor decisivo para sacar ventaja al afrontar la recta de Mistral y la vertiginosa curva de Signes, un sector siempre clave para ‘hacer tiempos’ en el Paul Ricard. Y aunque, a veces, la vista engañe y la espectacularidad en el pilotaje no sea siempre refrendada por el cronómetro, en este caso el ojo no mentía, cuando volvíamos a los boxes y echábamos un vistazo a la lista de tiempos allí, estaba, en primera posición el nombre del Hamilton.

Poco después concluía la sesión matinal y llegaba la hora de la pausa para comer, en la que nos tocaba hacer cola en el autoservicio del restaurante del circuito, tocándonos, casualidades de la vida, precisamente justo detrás de Lewis. Además de por sus cronos en pista (el agua ‘nunca miente’, el que va deprisa en mojado es que tiene ese ‘algo más’ que sólo los mejores poseen), el joven británico destacaba fuera del habitáculo por su finísima piel morena (perfecta mezcla entre la tonalidad de la tez de su padre de origen caribeño y su madre con genes irlandeses), su blanca y resplandeciente sonrisa y sus educadas maneras, mostrando ya a tan joven edad un carisma propio de los elegidos. Recuerdo comentar estas sensaciones a mi vuelta de aquel viaje con varios amigos aficionados a las carreras y ver como se confirmaban durante la temporada del 2006 en la GP2, cuyo título se acabó llevando Hamilton, dejando, de paso, algunas extraordinarias muestras de su talento como aquel increíble adelantamiento doble en Silverstone o su extraordinaria remontada en Estambul. Después vendría su increíble temporada de debut en la Fórmula 1, ese 2007 prodigioso, midiéndose con todo un bicampeón mundial como Alonso sin complejo alguno, de tú a tú (¡y acabando por sacarlo de quicio!)… que a punto estuvo de permitirle ser campeón del mundo ‘a la primera’, perdiendo el título sólo por la letal mezcla que supuso su inexperiencia y la guerra interna con su compañero de equipo en McLaren. Un título que se le escapó casi tan por los pelos como lo consiguió al año siguiente, cuando la lluvia (su aliado en las extraordinarias victorias de Fuji 2007 y Silverstone 2008 ¡lo visto en Paul Ricard no mentía, en efecto!) arreció en el momento justo sobre el tobogán de Interlagos para hacer inútil la apuesta de Glock por las gomas lisas en aquellas locas e intensas últimas vueltas del Gran Premio de Brasil del 2008. Luego, los McLaren nunca volvieron a estar a la altura, bien por prestaciones bien por fiabilidad, y Hamilton tuvo su particular ‘travesía del desierto’, jalonada por destellos de su innegable clase y también por errores dentro y fuera de pista, que de todo hubo en esos años en los que a Lewis (y al resto) les tocó sufrir la dictadura impuesta por el imbatible binomio Vettel-RedBull que siguió al efímero reinado de Button con el Brawn-Mercedes.

Lucas Di Grassi también probó un GP2 en aquellos tests, el brasileño es ahora piloto oficial de Audi en el WEC

Timo Glock pilotando el GP2 de ART, el alemán si llegó a la Fórmula 1 pero no triunfo y ahora busca su sitio en el DTM con un BMW

Nelsinho Piquet era el favorito para el título de la GP2 2006, al final no pudo con Hamilton y de su paso por la F1 quedó, por encima de todo, el penoso 'crashgate' de Singapur

Entonces, buscando una máquina a la altura de su talento (la clave para ganar en el mundo del motor sigue siendo esta, acertar a la hora de elegir equipo ¡ni más ni menos!), el británico dio a finales del 2012 el arriesgado paso que ha sido la base del segundo título mundial que acaba de lograr en 2014: dejar su equipo ‘de toda la vida’ y fichar por Mercedes. El cambio de reglas que llegaba era la gran ocasión para que una marca del potencial financiero y tecnológico de la germana sacase ventaja, así que merecía la pena tener paciencia, dar por perdido el 2013 (en el que, aun así, ya pisaba el escalón más alto del podio en Hungría como piloto de las flechas plateadas) y sacar fruto de todo ello en el 2014. El resultado ha sido una campaña en la que Hamilton y el Mercedes W05 sólo han tenido un rival, y ese no ha sido realmente su compañero de equipo (el mismo Nico Rosberg al que Lewis sucedió en el asiento del Dallara ART y el palmarés de la GP2), si no, más bien, la ‘diosa Fortuna’ que, en forma de inoportunas averías, le llegó a complicar, por momentos, un campeonato que ha acabado ganando con cifras de record. Las once victorias de Hamilton frente a las ‘sólo’ cinco de Rosberg hablan claro por mucho que, contra todo pronóstico, haya sido Nico el que más ‘poles’ ha sumado. Porque, después de todo, de aquel joven e impetuoso Lewis de sus inicios al mucho más maduro y completo piloto actual ha habido una evolución a lo largo de nueve años en los que, pese a seguir teniendo encima los ‘san benitos’ de ‘destroza neumáticos’ o ‘agresivo y rápido en calificación pero no tan inteligente en carrera’, (¡coge mala fama y échate a dormir! que diría el refrán) estos cada vez se ajustan menos a la realidad de un Hamilton que, sin perder su innata velocidad ni ese casi sobrenatural sexto sentido para encontrar adherencia sobre piso mojado donde otros ni se atreven siquiera a buscarla, ha ganado, además, en autocontrol, sentido estratégico y capacidad técnica. Virtudes, todas ellas, que unidas al extraordinario monoplaza que ha tenido este año le han permitido, por fin, sumar ese segundo título que, por ‘manos’ ya debía haber logrado hace mucho… pero es que, como cualquiera que entienda un poco de esto de las ‘carreras de coches’ debería de saber ya más que de sobra, las ‘manos’ no lo son todo para triunfar en este deporte tan apasionante como complejo.

Un deporte que, aunque para la mayoría no lo parezca, va bastante más allá de la Fórmula 1, por mucho que la ‘categoría reina’ sea la que acapare más portadas, más minutos de televisión y más dinero. Darse cuenta de ello a tiempo suele ser una de las claves para que los jóvenes pilotos encuentren otro camino que les permita seguir ganándose la vida con las carreras aun cuando el sueño de la fórmula 1 no haya pasado de ser eso, un sueño o, incluso, haya acabado convirtiéndose poco menos que en una pesadilla. Ejemplo claro de todo esto es, precisamente, ese afable argentino al que, un par de páginas más arriba, habíamos dejado subiéndose al GP2 de Racing Engineering en aquella fría mañana de diciembre en el circuito de Paul Ricard. Tras aquellos ‘tests’, José María ‘Pechito’ López decidió finalmente hacer la temporada de la GP2 con los británicos de ‘Super Nova’… y las cosas no salieron, ni de lejos, como esperaba. De ser la gran esperanza argentina para convertirse en ese nuevo Fangio, tarea imposible afrontada con mayor o menor éxito por Carlos Reuteman en los setenta, Óscar Larrauri en los ochenta, o Norberto Fontana en los noventa, ‘Pechito’ pasó a engrosar la aun mucho más larga lista de los que intentaron llegar a la Fórmula 1 pero se quedaron en el camino. Sin embargo, probablemente aquella determinación y aquella fe en si mismo que nos había demostrado charlando en un remoto hotelito de la Costa Azul francesa, hizo que el argentino no se rindiese, volviendo a casa para empezar otra vez casi de cero, compitiendo en las carreras de ‘turismo de carretera’ que tan populares son en su país como para servir incluso de base a un largometraje como ‘La leyenda’, al más puro estilo ‘Días de Trueno’ en versión sudamericana.

Desde ahí volvió ‘Pechito’, inasequible al desaliento, a intentar el salto a la Fórmula 1 a través del fallido proyecto USF1, cruzándose entonces de nuevo sus pasos con nuestro Javi Villa, para el que también pareció, por momentos, entreabrirse la puerta al gran circo como posible piloto para aquel supuesto equipo norteamericano que, finalmente, nunca existió. Incluso, cosas del destino, posteriormente ambos acabaron teniendo un breve paso por el mundial de turismos al volante de un BMW de la categoría de ‘independientes’. Pero mientras que las opciones de Javi de hacer carrera en el WTCC se quedaron atascadas en la puzolana a la que Tom Coronel envió su 320 en aquella carrera del circuito de Cheste que ya era prácticamente suya, tras superar con decisión al duro piloto holandés, a ‘Pechito’ si le salió bien su apuesta de competir en la prueba de casa con un coche privado de la marca bávara, logrando una fantástica victoria que, poco después, le abrió las puertas del equipo oficial Citroen en el ambicioso desembarco del fabricante galo en el mundial de turismos. Y aunque ser el único ‘no francés’ en un equipo cuyos otros pilotos eran dos ídolos nacionales del país que inventó el ‘chauvinismo’, nada menos que Yván Müller y Sebastien Loeb, pudiese parece misión imposible y garantía de problemas y de verse relegado a un papel secundario, ‘Pechito’ pronto demostró lo que, a otro nivel, viene haciendo su compañero de aquellos tests de GP2 de finales de 2005 en el Campeonato de España de montaña: el superior nivel que un piloto joven procedente de las categorías superiores de monoplazas tiene respecto a los de prácticamente cualquier especialidad del mundo del motor… rallyes aparte, que eso ya es ‘otro deporte’ como bien pueden atestiguar los Kubica, Raikkonen y compañía. La temporada del argentino en el WTCC al volante del Citroen C-Elysee ha sido aun más dominante que la de Hamilton con el Mercedes en la F1, sumando victoria tras victoria para acabar llevándose el título sin tener que esperar a la lotería que suele ser la cita final de Macao… en cuyo dificilísimo circuito dejó ‘Pechito’ otra muestra más de su talento y clase con una ‘pole’ estratosférica y una rotunda victoria en la carrera más importante del fin de semana, la que se disputa con la parrilla de salida sin invertir.

Borja García era otro de los pilotos españoles que probaba fortuna en la GP2 del 2005-2006, en su caso al volante de un Dallara del hace ya tiempo extinto equipo español que llevaba el nombre de Barcelona

A finales del 2005 el 'golden boy' de Red Bull era Michael Ammermuller, pero su estrella decayó pronto y nueve años después compite en la Porsche Cup

El pitlane de la GP2, punto de partida para algunas de las grandes figuras del mundo del motor (foto: GP2Media)

Así que, nueve años después de aquel par de gélidos días en el Paul Ricard, ahí tenemos, en la cima del mundo del automovilismo, a dos de los protagonistas de entonces: Lewis Hamilton, ya todo un bicampeón de la fórmula 1, y ‘Pechito’ López, finalmente ‘el nuevo Fangio’, aunque sólo sea por el hecho de volver a poner el nombre de su país, Argentina, en el palmarés de un campeonato del Mundo de Automovilismo. Del resto de los treinta y tantos que aspiraban a conseguir algo similar entonces, unos, como Di Grassi o Conway, pilotos oficiales respectivamente de Audi y Toyota en el mundial de resistencia (el WEC para abreviar usando sus siglas ‘brittish’) aun están en el camino de lograr un mundial, aunque sea al volante de un biplaza en vez de un monoplaza, otros como Nelsinho Piquet, Timo Glock y Adrian Sutil, lograron llegar a la F1 pero no triunfaron en ella, y, la mayoría siguen ‘por ahí’, buscándose la vida sea en la copa Porsche como Ammermuller y Biaggi, en los diferentes certámenes de GT como los Parente, Pla, Kane, Pavlovic, Zuber o ‘nuestro’ Alvaro Barba entre otros o en certámenes menores, si nos centramos en los otros dos ‘nuestros’ que aquel ya lejano diciembre del 2005 aun soñaban con llegar a la F1, como Borja García, que este año ha recalado en la misma NASCAR europea por la que, precisamente, ya pasó Javi Villa antes de reciclarse en ‘montañero’ y arrasar en el nacional de su categoría al volante de los CM ‘made in Asturias’ de Bango Racing Cars.

Qué los tres españoles de aquel amplio grupo de jóvenes con ganas de ‘comerse el mundo’ de las carreras estén entre los que menos camino han hecho a nivel internacional no deja de ser, por cierto, otro prueba más de que el talento no lo es todo en esto del automovilismo. Aquel ‘efecto Alonso’ que entonces nos llevó a tener hasta tres equipos españoles en la GP2, hace tiempo que quedó diluido precisamente por su propio origen, basado casi exclusivamente en prestar atención sólo a la máxima figura dejando cada vez más de lado a los que venían detrás. Típico ejemplo, por desgracia, del pensamiento a corto plazo tan propio de muchos en este país en el que, no en vano, se acuñó el término de la ‘cultura del pelotazo’, esa cuyas consecuencias seguimos viendo cada día en las noticias y sufriendo en nuestra maltrecha economía.

Pero, si algo nos enseñan las carreras es precisamente eso de no rendirse y mirar siempre para adelante que ha llevado a lo más alto a Lewis Hamilton y Pechito López en el 2014 o que hace que Javi Villa y el resto de aquellos treinta y pico chavales (ya no tan chavales nueve años después) sigan peleando por abrirse camino en el mundo del automovilismo: hay que reinventarse siempre, parar no es una opción. Al fin y al cabo, esa es la mentalidad de cualquiera que compite en cualquier nivel de este deporte a veces tan injusto pero siempre apasionante al que tanto ellos como vosotros y nosotros estamos tan enganchados: ¿qué se averió el motor? ¡no importa! ¡lo arreglamos o ponemos otro!... ¿qué 'hicimos chapa'? ¡no pasa nada! ¡a reparar para volver cuanto antes a la carga!

Texto y fotos: Daniel Cean-Bermúdez, publicado originalmente el 20 de diciembre del 2014

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