¿GANÓ EL MEJOR?

Qué gane el mejor es siempre el deseo más repetido cuando se llega al punto culminante de cualquier competición deportiva y la victoria final sólo puede ser para uno de los contendientes. Desde un punto de vista meramente objetivo, basado en el resultado final, siempre gana el mejor, porque para vencer ha tenido que superar a sus rivales, y si lo ha logrado es que, sea como fuere, ha acabado siendo ‘mejor’ que todos ellos.

Otra cosa es la percepción de que el ganador sea, en realidad ‘el mejor’ de todos los participantes, ya que para obtener el triunfo pueden haber influido, además de su talento, otros factores fuera de su control y del de sus oponentes. Algo que es más cierto en los deportes del motor que en casi cualquier otro. Porque, después de todo, para ganar en especialidades como el automovilismo (o el motociclismo o la equitación), en las que el hombre no compite sólo con la ayuda de sus propias fuerzas y habilidades, hace falta que la otra parte (sea máquina o animal) esté también a la altura y le permita superar a las de sus contendientes aunque estos, por si mismos, tal vez no sean mejores que él. Y, sin embargo, es algo que se tiende a olvidar, empeñados en que sea el deportista quien marque la diferencia, porque eso sería, después de todo, lo más justo.

Hamilton dominó a placer y marcó el ritmo que le interesaba...

...pero Rosberg acabó segundo y celebró el título a lo grande

El cambio a ultrablandas cerca del final permitió a Vettel remontar hasta la tercera plaza

Pero la realidad es otra en las carreras de coches en general, y en la Fórmula 1 en particular. Quien cada año se proclama Campeón del Mundo de Pilotos no tiene que ser, por fuerza, el mejor piloto de la parrilla… ni siquiera el que ha sido el mejor piloto a lo largo de todo el año. En realidad, el campeón del mundo es el piloto cuyo binomio hombre-máquina ha sido, ese si, el mejor de todos en el cómputo total de la temporada. Por eso, después de todo, aunque hasta Nico Rosberg sepa (estoy seguro que lo sabe de sobra), que Lewis Hamilton es mejor piloto que él (más rápido, más decidido a la hora de adelantar, más duro cuando toca defenderse), al británico le ha tocado conformarse con el subcampeonato del mundo de Fórmula 1 del 2016, mientras que el título se lo ha adjudicado el alemán por el indudable hecho de que el conjunto formado por Rosberg y su Mercedes ha acabado siendo el mejor. Y lo ha sido porque piloto y mecánica del ganador han fallado menos veces a lo largo del año de lo que lo han hecho el hombre y la máquina contra los que han peleado por el campeonato hasta el último metro de la última vuelta del último Gran Premio del 2016, el disputado bajo las luces del circuito de Yas Marina, en Abu Dhabi.

Qué, finalmente, haya sido más decisivo en el desenlace del campeonato a favor de Nico la catastrófica rotura de motor del Mercedes de Hamilton en Malasia, los problemas mecánicos que lastraron al inglés en las primeras carreras del año o los fallos de Lewis en las salidas de España, Japón o Italia, es lo de menos. Con que sólo uno de esos errores, mecánicos o humanos, no se hubiesen producido, Hamilton habría logrado, con toda justicia y con extraordinaria brillantez, su cuarto título de Campeón del Mundo sin tener que depender de que nadie se interpusiese entre su Mercedes y el de Rosberg en Abu Dhabi. Pero el pasado no se puede cambiar, y fuese por culpa suya o de la fragilidad de su monoplaza, Lewis llegaba a la cita final del año sabiendo que ganar la carrera no le iba a ser suficiente. Qué ser ‘mejor’ que Nico, como lo había sido (¡y de que forma!) quince días antes en Brasil ya no bastaba. Qué acabar el 2016 con más victorias que nadie no le iba a dar el título si su compañero/rival le acompañaba en el último podio del año. Una auténtica injusticia a sus ojos que le llevaba a toda una paradoja: necesitar ayuda de los rivales de su equipo (en contra, por tanto, de los intereses de la marca) para alcanzar el campeonato. Una ayuda que, obviamente y salvo circunstancias muy extrañas y altamente improbables, sólo podía llegar por parte de los pilotos de Red Bull y Ferrari, siempre que sus monoplazas fuesen lo suficientemente competitivos como para tener alguna opción de estar en el ritmo de los Mercedes…o, al menos, mínimamente cerca como para ser una amenaza real.

Max Verstappen volvió a dar muestras de su inmenso talento, remontando tras el trompo inicial

Dani Ricciardo terminó quinto el último Gran Premio pero acabó tercero del campeonato

Sexta plaza para Kimi Raikkonen, que fue cediendo posiciones a lo largo de la carrera

Pero, como ha ocurrido prácticamente todo el año (¡y los dos anteriores!), ni los Red Bull ni los Ferrari podían competir en prestaciones puras con los sensacionales Mercedes. Y, además, ni esa especie de gigantesco ‘kartódromo’ que es el moderno trazado de Yas Marina ni el siempre predecible tiempo seco del Oriente Medio iban a añadir algún factor adicional que permitiese, de algún modo, igualar las fuerzas. Hamilton estaba sólo y por mucho que volviese a ser más rápido que Rosberg en los libres y, especialmente, en la sesión de clasificación, la enésima ‘pole’ del británico (¡ya lleva 61!) llegaba acompañada de otra segunda plaza del alemán para configurar, de nuevo, una parrilla de salida con su primera fila cien por cien plateada. Justo lo que Rosberg necesitaba, justo lo que Hamilton deseaba que no ocurriese. El primer asalto era, por tanto, un triunfo tan agridulce para Lewis como los que había logrado en las carreras de Estados Unidos, México y Brasil. Tres victorias incontestables que lo eran menos, en cuanto a su efecto para el campeonato, al terminar siempre Rosberg justo a continuación en los resultados finales de todas ellas.

De todas formas, quedaba aun toda una larga carrera por delante. Y, además, los Red Bull habían optado por una táctica diferente, partiendo con gomas algo más duras que los Mercedes, lo que, al menos, añadía un mínimo factor de esa incertidumbre que Lewis necesitaba para evitar que el Gran Premio fue cien por cien previsible y se convirtiese en el típico doblete Mercedes, con las dos flechas plateadas volando inalcanzables por delante. Pero, tras una salida impecable de los dos aspirantes al título, con Hamilton en cabeza y Rosberg a su estela, pronto estuvo claro que, o pasaba algo fuera de lo normal o ni los monoplazas azules ni, tampoco, los rojos de Ferrari iban a poder darle otro color a la última carrera del año que el brillante tono metálico, apenas teñido de verde turquesa, de lo fabulosos coches fabricados en el pequeño pueblecito británico de Brackley.

Hulkenberg volvió a ser séptimo con el Force India...

... seguido de su compañero Pérez, entre ambos han llevado al equipo a la cuarta plaza del mundial de constructores

Cara y cruz para los Williams, Massa se despidió de la F1 siendo noveno y Bottas tuvo que abandonar

Y, sin embargo, aunque en ese momento no lo pareciese, algo no previsto si ocurría en los metros iniciales que iba a desencadenar un primer cambio en el guión de la carrera tranquila que necesitaba Rosberg. Verstappen había fallado en su último intento de vuelta rápida en la Q3 del sábado, viéndose relegado a la sexta plaza de la parrilla, por detrás de los dos Ferrari, en lugar de discutirle la tercera a su compañero Ricciardo. Y como el holandés no es de los que se conforman, salía el domingo dispuesto a recuperar terreno y posiciones cuanto antes. Pero las gomas de compuesto más duro que calzaban los Red Bull se agarraban peor al liso asfalto de Yas Marina en el crucial instante de la arrancada que las más blandas de los demás ocupantes de las primeras filas de la formación de salida. Max se veía superado por el Force India de Hulkenberg, trataba de rebasarle nada más pasar la primera curva, se tocaba con el monoplaza del alemán y hacía un trompo que le dejaba mirando para el otro lado mientras el resto le esquivaban relegándolo al último puesto. Se podía pensar que Verstappen ya no tenía opción a nada y que, por tanto, a Rosberg le desaparecía uno de los posibles problemas para conseguir esa tercera plaza que le bastaba para asegurarse el título… ¡pero resultaba ser todo lo contrario! Sin nada que perder y con neumáticos que le permitían seguir en pista durante más vueltas, Max demostraba una vez más su enorme talento, compaginando lo que parecía imposible: remontar posiciones adelantando sin parar a la vez que hacía durar las delicadas Pirelli lo suficiente como para permitirle ahorrarse una parada en boxes y completar la carrera con un solo cambio de neumáticos, en lugar de los dos previstos para todos los demás, Mercedes incluidos. Además, cuando estos hacían la primera, tanto Hamilton como Rosberg perdían algo de tiempo al tener que esperar a que transitasen por delante de ellos los Ferrari de Raikkonen y Vettel, camino también del lugar donde les esperaban sus mecánicos. Y ello hacía que, en el caso del alemán, cuando volvía a pista estuviese por detrás del Red Bull que aun no había parado, el del siempre correoso Verstappen.

Tener a Max por delante era uno de los peores escenarios que Nico se podía encontrar, como pronto comprobaba cuando su primer intento de rebasar al Red Bull era repelido con decisión pese a que el Mercedes era más rápido y rodaba, además, con gomas más frescas. Seguían entonces unas vueltas de tensa espera para el alemán, que no se decidía a volver a probar suerte, temeroso de echar por la borda todo el año en una maniobra que no iba a ser nada fácil. Pero rodar detrás del Red Bull del holandés hacía a Rosberg vulnerable a verse ante la amenaza de acabar encontrándose unos giros después, cuando hiciese su segunda parada en boxes, por detrás de Ricciardo o los Ferrari, que tampoco iban tan lejos en una carrera cuyo ritmo, no demasiado alto para las posibilidades reales de su Mercedes, marcaba Hamilton, rodando sólo en cabeza pero siempre con un ojo en lo que pasaba detrás y que tan decisivo era para hacer que su más que presumible victoria no resultase inútil.

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Así que Rosberg, por mucho que no le apeteciese nada hacerlo, tenía que jugársela y rebasar lo antes posible a Verstappen, lo que conseguía finalmente en su segundo intento. Un adelantamiento complicado, porque Max no es de los que dejan ni un milímetro de hueco más del necesario, que permitía a Nico volver a respirar algo más tranquilo y poder rodar más deprisa para alejar de ese modo cualquier riesgo de que los otros contendientes por los puestos de podio pusiesen en peligro la obtención de la segunda o, como mal menor, tercera plaza.

Se entraba así en el tercio final de la carrera, una vez completados todos los cambios de neumáticos, con Hamilton claramente en cabeza, Rosberg detrás, sin prisa y deseando que las vueltas pasasen y Verstappen en la tercera posición pero con neumáticos que tenían que cubrir más giros. Parecía que ya nada podía pasar que pudiese alterar el resultado de la carrera, salvo que se hiciese necesaria la aparición de un ‘coche de seguridad’ por algún incidente y eso reagrupase el pelotón. Pero, en realidad, surgía un nuevo factor con el que nadie se contaba. En Ferrari habían optado por alargar al máximo la parte central de la carrera de Vettel para que pudiese montar las Pirelli más blandas en su última parada. Y calzado con las ‘ultrasoft’, el alemán de la ‘Scuderia’ volvía a ser el de los viejos tiempos, el implacable e insaciable Seb de sus cuatro títulos con Red Bull. Recuperando terreno a toda velocidad, el Ferrari se acercaba al tercer lugar de Verstappen y, por delante de todos, Hamilton veía ante si la última oportunidad de conseguir el título. Si Lewis conseguía que el grupo de cabeza se compactase había aun una remota opción de que Rosberg pudiese ser acosado por el Red Bull y el Ferrari y ¿quién sabe? igual aun no era imposible que cometiese un error, se viese envuelto en un toque o ambos le adelantasen, relegándolo a esa cuarta plaza que convertiría la ya más que probable victoria del británico en el triunfo que le diese, además, el cuarto título mundial.

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Seguían entonces unas vueltas finales realmente fascinantes, en las que Hamilton nos recordaba al mejor Ángel Nieto de los buenos tiempos a lomos de aquellas Minarelli y Garelli con las que hacía lo que quería con cada carrera y sus rivales, jugando con ellos y llevándolos siempre a su terreno, consciente de ser superior y de que, fuese al ritmo que fuese, ninguno iba a poder ganarle. Lewis empeoraba sus tiempos por vuelta pero nunca dejaba que Nico tuviese la más mínima opción de, ni siquiera, pensar en la posibilidad de tratar de adelantarle. El alemán veía impotente como su compañero de equipo le frenaba con absoluta maestría y le ponía a tiro de Verstappen y, sobre todo, de Vettel, que pronto rebasaba al holandés y se lanzaba a la caza del alemán. En el muro de Mercedes cundía el nerviosismo, no querían quedarse sin otro doblete ni deseaban que ninguno de sus dos coches acabase viéndose rebasado por cualquiera de los de sus rivales. Pero, como era lógico, por mucho que le invitasen por radio a subir el ritmo y darle algo de aire a Rosberg para que el Ferrari y el Red Bull no llegasen a ponerse a su estela, Hamilton hacía lo que cualquier piloto que quiere ser campeón en cualquier categoría del mundo del motor hubiese hecho en su caso, velar por sus propios intereses, confiar sólo en su talento y en su instinto y apurar hasta el final sus últimas posibilidades, por mínimas que estas fueran. Y haciéndolo demostraba, una vez más, quien es el mejor piloto de los dos que llevan el mejor coche de la parrilla. La impotencia de Rosberg para escapar de la trampa en la que Lewis le iba metiendo en esas vueltas finales no dejaba lugar a dudas de quien dominaba a quien por mucho que, al final, el imposible no acabase ocurriendo y los cuatro primeros cruzasen bajo la bandera a cuadros prácticamente pegados pero en el orden que Nico y el muro de Mercedes querían, con las dos flechas plateadas por delante.

Después de todo, la última carrera del año la había ganado, sin duda, el mejor piloto de los dos que luchaban por el título (y, probablemente, de todos los que actualmente compiten en la Fórmula 1)… pero el título mundial era, finalmente, para el que ha sido mejor conjunto piloto-máquina a lo largo de toda la temporada, el que han formado Nico Rosberg y el Mercedes número 6. Así que, después de todo… ¿ganó el mejor o no?

Texto: Daniel Cean-Bermúdez - Fotos: prensa equipos fórmula 1

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