CHAPARRÓN DE SENSACIONES

El mundial de Fórmula 1 llegaba a otro de sus escenarios clásicos, el circuito de Interlagos, para disputar su penúltima cita del 2016. Y lo hacía con la posibilidad de que, una vez más, la carrera brasileña decidiese el nombre del campeón. Nico Rosberg tenía en el circuito cuyo nombre recuerda al inolvidable Carlos Pace un primer ‘match ball’ para dejar el campeonato sentenciado a su favor sin tener que esperar a la prueba final de Abu Dhabi. Para ello contaba con su ventaja al frente de la tabla y hasta con la historia como aliada, porque Hamilton no había ganado nunca en la tierra que vio nacer a su ídolo, Ayrton Senna.

Pero si hay estadísticas que realmente dicen poco o nada son aquellas que se basan en lo ocurrido en años anteriores, con diferentes coches, circunstancias y rivales a los que se han de afrontar en la siguiente ocasión que se visita una pista. Y aunque también es verdad que puede haber (de hecho los hay) circuitos que se le puedan dar mal (o menos bien) a algún piloto, la sensación no era que esa fuese la causa de que Lewis no hubiera conseguido vencer aun en Sao Paulo. El propio británico se encargaba pronto de demostrarlo, dominando las sesiones de libres y, lo que era más importante, la de clasificación, en la que, pese a la fuerte oposición de su compañero de equipo, conseguía una ‘pole position’ que era la muy necesaria primera piedra sobre la que edificar, al día siguiente, un triunfo imprescindible para seguir manteniendo vivas sus esperanzas de alcanzar el cuarto título mundial.

Además, como si desde lo más alto le estuviesen echando una mano, para el domingo se anunciaba lluvia, justo el escenario en el que mejor se desenvuelve Hamilton y en el que más había sufrido este año Rosberg, que sobre piso deslizante no sólo iba a tener más que complicado batir a Lewis y dejar ya cerrado el campeonato, sino, además, mantener por detrás a los Red Bull de Max Verstappen y Dani Ricciardo, dos pilotos más que temibles cuando la pista está resbaladiza gracias tanto a su talento como a las bondades del chasis de sus monoplazas, ayudando además el agua a compensar la desventaja de potencia de sus motores Renault frente a los todopoderosos Mercedes.

Como, además, los Ferraris de Raikkonen y Vettel, tercero y quinto respectivamente en la parrilla de salida, también podían tratar de ‘pescar en río revuelto’ en caso de carrera bajo la lluvia, el Gran Premio de Brasil tenía todos los ingredientes para ser espectacular… y, de hecho, lo acabaría siendo, aunque para ello hubiese que tener una buena dosis de paciencia.

Hamilton volvió a ser imbatible bajo la lluvia y sigue en la pelea por el campeonato

El primero de los muchos y fantásticos adelantamientos de Max Verstappen camino de la tercera plaza

Rosberg resistió y acabando segundo dio un paso casi decisivo hacia la consecución del título

¿SON INCOMPATIBLES SEGURIDAD Y ESPECTÁCULO?

Las casi cuatro horas que transcurrieron entre el inicio previsto para el Gran Premio de Brasil y su finalización, cumpliendo, por los pelos, la distancia de 71 vueltas previstas, nos hicieron pasar de la ilusión ante una carrera que se presentaba apasionante, al fabuloso espectáculo de las frenéticas 15 últimas, pasando por la frustración de dos interrupciones por bandera roja y cinco intervenciones del coche de seguridad y hasta por la emoción de la despedida anticipada de Massa. Todo un chaparrón de sensaciones contrapuestas provocadas por los efectos que hoy día produce la presencia de la lluvia cuando se disputa una carrera de fórmula 1.

El problema viene de lejos y se ha agudizado, lógicamente, desde el fatal desenlace del accidente de Jules Bianchi en Japón hace un par de años. De entrada, la normativa de parque cerrado que impide a los equipos modificar los reglajes de sus monoplazas entre la sesión de clasificación del sábado y la carrera del domingo supone ya un inconveniente nada desdeñable en la situación que se plantea cada vez que hay agua sobre la pista, siendo una de las causas de que el riesgo de ‘aquaplanning’ sea actualmente mucho mayor de lo que lo era hace años. Entonces, en caso de lluvia se podían aumentar las alturas al suelo, ablandar las suspensiones y ajustar la aerodinámica para adaptar los monoplazas a las condiciones de piso mojado, algo que ahora impide el reglamento. Si a ello le unimos unos neumáticos para ‘lluvia extrema’ que, en realidad, sólo funcionan razonablemente bien si caen cuatro gotas (¡y entonces son más lentos que los menos seguros ‘intermedios’!), tenemos ya dos motivos técnicos que explican porque los mejores pilotos del mundo se las ven y se las desean para mantener sus coches en pista en cuanto llueve. Cómo, además, nadie quiere que se vuelva a producir algo ni remotamente parecido a lo de Suzuka en el 2014, la precaución se imponen ante la osadía, y las decisiones de Dirección de Carrera son cada vez más conservadoras para ‘curarse en salud’ y evitar posibles males mayores. El resultado son situaciones como las del domingo pasado, que acaban rozando el ridículo cuando se interrumpe la carrera una segunda vez, después de haberla reiniciado tras el coche de seguridad con unas condiciones de pista que no eran peores de las que luego se encontrarían los pilotos en el momento posterior en el que, finalmente, se decidió volver a ponerla en marcha.

Al menos, una vez lanzado el Gran Premio tras la tercera salida con ‘safety car’, el resto de vueltas se pudo completar con absoluta normalidad, más allá de la lógica dificultad que supone pìlotar un fórmula 1 sobre piso resbaladizo. Pero precisamente de eso se trata, de que la categoría máxima del automovilismo mundial sea difícil y, sobre todo, que esa dificultad se note a simple vista sin necesidad de complicados razonamientos teórico-estratégicos sobre la compleja tecnología de los monoplazas actuales. Lo que el público quiere ver, lo que todos queremos ver es lo que vimos en esas fantásticas vueltas finales de la carrera brasileña: pilotos controlando sus coches al límite de la adherencia, luchas cerradas, adelantamientos y, sobre todo, el talento imponiéndose a la mecánica o, al menos, pudiendo compensar en parte las diferencias técnicas que, guste o no, siempre marcan la diferencia (a veces demasiado) en el deporte del motor.

Además, si algo demostró esa parte final del Gran Premio, en cuanto al dilema en teoría casi irresoluble entre seguridad y espectáculo en el lleva tiempo metido el automovilismo en general, y la fórmula 1 en particular, es que los dos conceptos no han de ser excluyentes. Lo que hace falta es tomar medidas adecuadas para poder conciliarlos del mejor modo posible. Y, a mi modesto entender, algo tan sencillo como permitir los cambios de reglajes en caso de lluvia, unido a unas especificaciones más estrictas para la capacidad de evacuar agua de las gomas ‘full wet’ (permitiendo a su fabricante más pruebas al respecto, que si las gomas no funcionan como debieran no toda la culpa es de Pirelli) podrían ayudar a que no se volviesen a repetir las habituales dudas y las interminables vueltas tras el coche de seguridad que se vienen produciendo, una vez si y otra también, en cuanto las nubes descargan agua sobre cualquier circuito. O eso o dejarse definitivamente de paños calientes y, si no se quieren correr riesgos a causa del agua, hacer como en las NASCAR y en la IndyCar cuando se compìte en circuitos ovales: si llueve se para la carrera y no se reanuda hasta que la pista esté totalmente seca, aunque ello signifique aplazar lo que falte de competición al día siguiente o a una fecha posterior. Todo menos andar jugando al gato y al ratón con todos, pilotos, equipos, aficionados y televisiones, mientras se espera a que las cosas se arreglen solas, como parece ser últimamente el procedimiento.

Sergio Pérez destacó una vez más sobre piso deslizante y acabó cuarto con el Force India

Sebastien Vettel fue quinto pero no se mostró tan eficaz en agua como en otras ocasiones

Magnífica carrera de Carlos Sainz, sexto con el Toro Rosso tras partir desde el puesto quince

HAMILTON MAGISTRAL…

Si alguien quería que lloviese el domingo sobre Sao Paulo ese era Hamilton, todo un maestro en el arte de buscar adherencia donde no la hay cuando el piso está más resbaladizo. Una cualidad que ha demostrado en numerosas ocasiones, destacando especialmente su extraordinaria victoria en Fuji 2007, su apabullante triunfo en Silverstone 2008 o, más cercana en el tiempo, su demostración de superioridad en Mónaco este año. Por eso, si alguien estaba más que deseoso de que se apartase de una vez el coche de seguridad ese era el británico, consciente de que sobre agua no sólo aumentaban sus opciones de ganar la carrera sino, sobre todo, las de que Rosberg no lograse acabar en esos puestos de podio que le bastaban al alemán para seguir dependiendo de si mismo en la lucha por el título. Porque, recordando precisamente la última visita de la fórmula 1 a las calles de Montecarlo, o lo que había sufrido también Nico en las vueltas sobre asfalto mojado que se dieron unos días después en Silverstone, esas condiciones eran las ideales para que alguien (especialmente los pilotos de los Red Bull) pudiese ‘meterse en medio’ de los dos Mercedes y convertirse en los aliados que Lewis necesitaba para que su compañero de equipo no terminase segundo o tercero.

En todo caso, lo segundo, lo de que Rosberg se viese amenazado y superado por otros pilotos, no dependía de Hamilton. Así que, una vez lanzada la carrera, el británico se ponía manos a la obra con el objetivo de llevar a cabo su parte, esperando que el resto le echase una involuntaria mano. Y la verdad es que Lewis recitó su papel a la perfección, escapándose al frente del grupo con insultante autoridad en las dos ocasiones en que, por fin, Maylander le dio al interruptor de apagar las luces naranjas del ‘safety car’ y le dejó vía libre para marcar el ritmo. La primera apenas duró media docena de vueltas, en las que Hamilton, con los colores de su adorado Senna en el casco, ya se dedicó a emular a su ídolo, escapándose imparable en cabeza al estilo del brasileño en aquel inolvidable Gran Premio de Portugal de 1985, cuando el Lotus negro y oro en el que destacaba el casco amarillo de Ayrton volaba sobre las aguas en las que iban naufragando, uno tras otro, sus impotentes perseguidores, cada vez más lejanos a medida que transcurrían las vueltas.

Algo así, con diferencias menos abismales que entonces pero con la misma aparente facilidad que sólo los más grandes consiguen imprimir a las gestas más complicadas, hacía Hamilton también en la segunda reanudación de la carrera, la más larga y la que sería definitiva, y que incluiría también su propia neutralización durante otra media docena de vueltas con coche de seguridad. Y aunque en esta ocasión ya fuese con su casco blanco en lugar del amarillo, que no era del todo estanco y dejaba entrar algo de agua por la parte alta de la visera, el ‘estilo Senna-Estoril’ seguía siendo el mismo. El Mercedes número 44 rodaba imperturbable en cabeza, inalcanzable, con trayectorias impecables y sin un solo error pese a las muy complicadas condiciones del asfalto, guiado con guantes de seda por las manos de su piloto camino de una victoria imprescindible para seguir soñando con el cuarto título. Un triunfo que, alcance Hamilton el campeonato o no en Abu Dhabi, tendrá siempre el valor especial para el británico de ser, por fin, su primera victoria en el Gran Premio de Brasil, en casa de Senna y en una carrera en la que Ayrton habría disfrutado y dominado del mismo modo, haciendo parecer fácil lo que, en realidad, es extraordinariamente difícil.

Un pinchazo retrasó a Hulkenberg que, aun así, consiguió acabar en la séptima posición

Perjudicado también por la estrategia, Ricciardo no sacó tanto partido del Red Bull con Verstappen y terminó octavo

Nasr y su equipo celebran la novena plaza del brasileño, dos puntos que valen mucho dinero para Sauber

…¡Y VERSTAPPEN ABSOLUTAMENTE EXCEPCIONAL!…

Si el pilotaje de Hamilton al frente del grupo nos recordaba al Senna de 1985 en Estoril… ¿qué decir del de Max Verstappen abriéndose paso en el pelotón al más puro estilo del inolvidable Ayrton en aquella mágica primera vuelta de Donnington en 1993?

Qué el joven holandés es un auténtico fuera de serie hace tiempo que debería haber quedado fuera de toda discusión incluso para sus más recalcitrantes críticos. Pero, por si alguno era aun lo suficientemente ciego, o necio, para seguir poniendo en duda que el hijo de 'Jos The Boss' posee un talento natural sólo al alcance de muy pocos, la demostración que ha dado bajo la lluvia en el Gran Premio de Brasil debería ser ya prueba más que suficiente. Lo hecho por Max en la carrera brasileña es el mejor anuncio posible de la Fórmula 1 como espectáculo difícilmente igualable por cualquier otra especialidad deportiva. La mezcla de valor, garra, técnica y clase que hay en cada uno de sus increíbles adelantamientos sobre el encharcado asfalto de Interlagos hace incluso complicado destacar alguno de ellos en concreto. Porque, si impresionante fue ver como se tiraba ‘desde su casa’ y poco menos que a ciegas para rebasar a Raikkonen a final de recta, no menos alucinante fue su pasada a Rosberg por el exterior en la curva 3, inventándose una trazada que sólo existía para él, un 'truco' poco menos que mágico que repetía giros después, en la bajada de Mergulho, con su compañero Ricciardo, o su forma inmisericorde de superar a Vettel, obligado a ceder, muy a su pesar, del mismo modo que Alonso había tenido que hacer apenas unos giros antes bajo el empuje del alemán. Cuatro adelantamientos que, por si solos, ya bastarían para rendirse a la evidencia, este chico es un auténtico superdotado del volante.

Pero, en realidad, dejando a parte cada maniobra por separado, diría que lo más destacable de la asombrosa actuación de Max es el conjunto de esas últimas dieciséis vueltas, en las que remontó de la decimocuarta plaza (a la que le condenó la segunda apuesta errónea de su equipo por las gomas intermedias) en la que rodaba cuando se retiró por última vez el ‘saety car’, a la tercera (¡con la segunda de Rosberg a la vista!), que ocupó apenas veinte minutos después bajo la bandera a cuadros. En ese corto espacio de tiempo, el joven Verstappen fue capaz de rodar por donde nadie se atrevía y a una velocidad que sólo Hamilton, que iba destacado en cabeza, podía replicar, mientras, además, adelantaba a derecha e izquierda, por dentro, por fuera, en frenada, en aceleración… ni más ni menos que cómo hizo Senna en la que se considera mejor vuelta de la historia de la fórmula 1, la primera del Gran Premio de Europa del 85. Y no se trata ahora de decir que Max es el nuevo Senna, porque Ayrton no hubo ni habrá más que uno, sino de poner en perspectiva lo que acabamos de ver: estas dieciséis vueltas en las que el holandés adelantó a once rivales ya son también parte de la mejor historia del automovilismo mundial.

Pese a un par de trompos, Alonso todavía consiguió sumar el punto de la décima posición

Emotiva retirada de Massa, que se salió cerca del final y fue despedido por su afición y todo el paddock

El único Williams en meta fue el de Valteri Bottas, que terminó fuera de los puntos en la undécima plaza

…PERO ROSBERG ACABA SEGUNDO Y ESTÁ A UN PASO DEL TÍTULO

Curiosamente, ni en 1985, cuando aquella fabulosa victoria en Portugal, ni en 1993, el año de su demostración en Donnington, logró ganar Senna el título mundial. Y es que las matemáticas no entienden de épica y, en lo que respecta a los puntos en juego, vale lo mismo una victoria heroica conseguida en las condiciones más difíciles que cualquier otra menos espectacular, alcanzada con piso seco y al volante del monoplaza más competitivo del lote. O, ya puestos, lo mismo te dan 18 puntos por terminar segundo después de una carrera en la que has acosado al ganador hasta el último metro que por hacerlo en otra en la que nunca has tenido opción alguna de inquietarle y te has pasado más tiempo temiendo que te la arrebaten los que vienen detrás. Por eso, el sufrido segundo puesto que, contra todos los pronósticos, acabó logrando Nico Rosberg bajo la lluvia en Brasil puede ser la clave para que el alemán consiga su primer título mundial.

Para Nico el escenario del domingo en Brasil era el peor posible: una carrera sobre piso mojado, con lluvia de intensidad variable, un compañero de equipo poco menos que imbatible a igualdad de coche en esas condiciones y una jauría de rivales por detrás dispuestos a aprovechar la ocasión para darle caza y superarle. Y durante buena parte del Gran Premio la situación fue más que complicada para el de Mercedes, sobre todo una vez que Verstappen le superó sin contemplaciones condenándole al mínimo que se podía permitir para seguir dependiendo de si mismo en la lucha por el título, la tercera posición. Pero en Red Bull se equivocaron (¡dos veces además!) y en su afán por ir a la contra y tratar de ganar la carrera optaban por montar las intermedias en los monoplazas de sus dos pilotos. Una decisión que acababa siendo la salvación para Rosberg. Eso, sus manos (o la fortuna que siempre hace falta en esos casos) para evitar el golpe contra el muro cuando perdió el control de su Mercedes, y su frialdad para no entrar al trapo de ninguna pelea ni tratar de replicar el endiablado ritmo en cabeza de Hamilton, acabaron por darle al hijo de Keke esa segunda plaza que le acerca aun más al ansiado título con el que emular su padre, al igual que hiciese Damon con Graham Hill, exactamente los mismos 34 años después.

De todas formas, Nico no lo tiene aun ganado. En Abu Dhabi, si Hamilton vuelve a ganar, le bastará con terminar segundo o tercero. Pero los Red Bull es posible que vuelvan a ser una seria amenaza en una pista de las características de la de Yas Marina, en la que incluso también los Ferrari podrían resultar más competitivos. Y, sobre todo, tendrá que tener en cuenta ese siempre intangible factor de la presión que supone jugárselo todo a una carta y estar ante la gran oportunidad de conseguir lo que lleva persiguiendo desde que era un crío y ya se peleaba con Hamilton al volante de un karting, perdiendo casi siempre, además. Sólo si es capaz de sobreponerse a todo ello conseguirá Nico el premio final y entonces, aunque seguro que Lewis ha hecho ya más méritos si analizamos el campeonato de forma objetiva, tampoco habrá pero alguno que ponerle a su triunfo porque, después de todo, los títulos se deciden por suma de puntos y las matemáticas no entienden de épica.

Esteban Ocón inició la última vuelta en la décima posición pero no pudo mantenerla hasta la meta

Otro día a olvidar para los Renault, sólo terminó Magnussen en una retrasada decimocuarta plaza

Peor les fue a los Haas, Gutiérrez tuvo que abandonar y Grosjean se accidentó antes de la salida

OPORTUNIDADES APROVECHADAS Y OCASIONES PERDIDAS

La lluvia convirtió al Gran Premio de Brasil en la gran ocasión que desean, antes de cada carrera, todos los pilotos de cualquier categoría del automovilismo mundial que compiten al volante de coches con los que, en condiciones normales, nunca podrán luchar por la victoria, una posición de puntos o, siquiera, salir de las últimas plazas. Cuando llueve todo piloto que se precie espera que lo deslizante del asfalto le permita compensar, a base de valor y talento, las carencias de su vehículo para permitirle a aspirar a metas mayores de las que estarían a su alcance sobre piso seco.

Una ocasión que aprovechó, una vez más, Sergio Pérez, cuarto clasificado con el Force India y en posición de podio hasta que el imparable Max Verstappen le superó con la meta casi a la vista. El mexicano es uno de los que suele sacar partido en estas situaciones, con su fino estilo que tan buen resultado le da a la hora de conservar las delicadas gomas Pirelli sobre seco, siendo también su mejor aliado para controlar con maestría el monoplaza bajo la lluvia. Algo en lo que no le va a la zaga su compañero de equipo, Nico Hulkenmberg, séptimo pese al tiempo perdido a causa de un pinchazo.

Entre ambos acabaron Sebastien Vettel y Carlos Sainz, con un quinto puesto que sabe a decepción para el alemán de Ferrari, mucho más brillante sobre asfalto resbaladizo en otras ocasiones, mientras es toda una reivindicación para el español de Toro Rosso, magnífico durante toda la carrera, primero aguantando en pista sin fallos cuando muchos otros más expertos cometían errores de pilotaje o estrategia, y después resistiendo sin apenas perder un par de plazas ante coches mucho más competitivos que el suyo, dejando a unos cuantos de estos por detrás. Entre ellos, por ejemplo, el Red Bull de Ricciardo, cuya carrera con doble remontada para acabar octavo, después de que su equipo se equivocase dos veces con la monta de intermedias, resultaría de lo más meritoria… de no ser por la fabulosa demostración que, a igualdad de montura, realizó su compañero Verstappen, que le superó sin contemplaciones en un sitio imposible y a quien fue incapaz de seguir por mucho que lo intentó, haciendo que, al final, su octavo lugar acabe sabiendo a poco. Cómo a muy poco sabe el décimo que, ‘in extremis’, logró Alonso en la última vuelta después de recuperar seis plazas en los giros finales, imagino que enrabietado por el error que le llevó a trompear por segunda vez justo cuando la carrera se relanzaba definitivamente. El asturiano tenía ante si en Interlagos la ocasión perfecta para brillar con el poco competitivo McLaren, especialmente saliendo desde la décima plaza, convertida en novena cuando Grosjean ni siquiera llegaba a tomar la salida después de accidentarse en la vuelta de preparrilla, recordándonos a aquel clamoroso error de su compatriota Prost en Imola al volante de un Ferrari allá por 1990. Pero entre un trompo en los giros iniciales, ser McLaren otro de los equipos que erraban al montar intermedias en la primera parte de carrera y el ya relatado trompo de la última, Fernando acababa desaprovechando la ocasión y 'sólo' cerraba las posiciones de puntos, terminando, de hecho, un puesto por detrás del que ocupaba al inicio de una prueba en la que, tal y como estaba la pista y viendo su ritmo en los instantes finales, sin fallos hubiese podido, tal vez, acabar cerca de los cinco primeros en vez de concluir a espaldas de un Sauber.

En cambio, la novena plaza de Felipe Nasr, el piloto del monoplaza que concluía por delante del McLaren del español, tenía sabor de victoria para el piloto brasileño, que completaba en el Gran Premio de casa una carrera memorable para él y que puede ser más que rentable para un equipo tan necesitado de fondos como el suizo. Los dos puntos conseguidos por Felipe, el día que su tocayo de Williams se despedía con la tristeza de un accidente y la emoción del reconocimiento de todos, permiten a Sauber adelantar en la clasificación del campeonato a Manor, arrebatándole una décima plaza que vale muchos millones de euros. Una posición que la escuadra británica estuvo cerca de mantener gracias a las prestaciones de Esteban Ocón, mucho más eficaz sobre mojado que su compañero de equipo Werhlein. El joven francés se mantuvo en zona de puntos durante buena parte de la carrera y, de hecho, era décimo al inicio de la última vuelta, pero en ese giro final no pudo contener ni a Alonso ni a Bottas, cayendo a una duodécima plaza que, en si misma, es meritoria, pero que se convierte en inútil ante la novena de Nasr con el Sauber. Y es que, definitivamente, la de Brasil, gracias a la lluvia, fue una carrera de oportunidades aprovechas y ocasiones perdidas bajo un auténtico chaparrón de emociones.

Texto: Daniel Cean-Bermúdez - Fotos: prensa equipos fórmula 1

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