Dos carreras más, celebradas de forma consecutiva justo antes de la pausa veraniega, le han bastado a Hamilton para completar la espectacular remontada con la que ha compensado su mal arranque de año. El británico ha sido muy superior en Hungría y Alemania, arrebatando ya el liderato del mundial a Rosberg en el trazado magiar y tomando ventaja siete días después con otro triunfo logrado de forma similar, batiendo a su compañero de equipo en la salida y escapándose a partir de ahí camino de una victoria incontestable. La forma en que ha ganado Hamilton, con el siempre superior Mercedes, no ha sido lo único parecido entre los dos grandes premios centroeuropeos, que han tenido también en común la mayor competitividad de los Red Bull respecto a los Ferrari y el amplio margen que los monoplazas de los tres primeros equipos han conseguido sobre el resto. Y todo ello, en dos circuitos de características tan diferentes como los ‘rings’ de Budapest y Hockenheim, no deja de ser prueba evidente de cual es la real situación con la que unos y otros encaran la segunda mitad de temporada.
Hamilton le ganó la partida a Rosberg en la salida de Hungría para vencer y arrebatarle el liderato del mundial...
...y repitió la jugada en Alemania con otro nuevo triunfo que le distancia al frente de la generaL del campeonato
El revirado circuito de Hungaroring, con su continua sucesión de curvas lentas, su firme bacheado y su estrechez, viene a ser, dicen algunos, una especie de ‘Mónaco sin muros de hormigón’. Pero, en realidad, aunque sea una pista lenta, no lo es tanto como la monegasca, ni su piso es tan irregular como el de las calles del Principado (y menos aun desde su reasfaltado), además de ser bastante más ancho que estas. Así que, aunque comparado con cualquiera de los ‘tilkódromos’ de última generación, la pista de las afueras de Budapest sea eso que hace años se llamaba un circuito ‘Mickie Mouse’, no deja de ser un trazado permanente, de velocidad media-baja, pero que poco tiene que ver con un recorrido urbano sin escapatorias ni margen alguno para el error y en el que es poco menos que imposible adelantar.
En todo caso, al no tratarse de una pista con largas rectas, la potencia de los motores no es tan decisiva. Y a eso se agarraban (nos agarrábamos todos) para esperar una reedición de Mónaco en cuanto a ver amenazado el abrumador dominio de los Mercedes. En el histórico Gran Premio del Principado de la Costa Azul sólo el fallo en el cambio de neumáticos de Ricciardo impidió al australiano convertir en victoria la superioridad que había mostrado durante todo el fin de semana al volante del Red Bull. Por ello se podía pensar que, tal vez, en Hungría los monoplazas azules volviesen a ser, si no más rápidos que los plateados, al menos casi tanto como estos. Y más aun si aparecía la lluvia, como acabó ocurriendo el sábado, aunque su presencia terminó deparando una sesión de clasificación caótica e interminable cuya Q3 concluyó dos horas después del inicio de la Q1… pero ya sobre suelo seco y con los dos Mercedes por delante de todos.
La marca germana ganaba así el primer asalto del fin de semana, el que define la parrilla de salida, siempre importante en una pista donde adelantar es complicado. Los Red Bull se situaba justo a continuación, no muy lejos pero ya sin poder repetir Ricciardo la hazaña de Mónaco. Y los Ferrari volvían a caer al tercer lugar en el orden natural de competitividad, como ya les había pasado en el trazado monegasco y empieza a ser más habitual a medida que avanza la temporada. Las esperanzas de que alguien pudiese poner en jaque a los Mercedes se aplazaban al crucial momento de la salida del domingo, cuando las flechas plateadas no suelen salir tan disparadas como su histórico sobrenombre sugiere.
Doble podio para Daniel Ricciardo, que encabezó la ofensiva de los Red Bull los Grandes Premios húngaro y alemán
Max Verstappen volvió a dejar muestras de su agresividad y su arrojo además de sumar otro podio en Hockenheim
Y, en efecto, la arrancada de los Mercedes no era especialmente fulgurante. De hecho, la del ‘poleman’, Rosberg, era más bien lenta. Tanto como para que Hamilton, sin hacer una salida ‘cañón’, le superase, alcanzando ya un primer puesto que sólo el inoportuno trompo de Alonso en el último instante de la Q3 le había arrebatado la víspera, cuando volaba camino del mejor crono del sábado. En cambio, tratando de aprovechar esa que podría ser única oportunidad de inquietar a los Mercedes, el que si salía bien era Ricciardo, cuyo Red Bull superaba al de Rosberg y casi hacía lo propio con el de Hamilton. Pero Lewis cerraba la puerta y, pocas curvas después, Nico se abría paso por el exterior del monoplaza del australiano para volver a situar las cosas en su sitio: los dos Mercedes por delante, el resto tratando de seguirles.
De todas formas, por unas vueltas daba incluso la sensación de que los Red Bull, con Verstappen quejándose del bajo ritmo de carrera desde su cuarta plaza, podían tener velocidad suficiente para mantenerse pegados a los Mercedes o, incluso, ser más rápidos si les dejasen pista libre por delante. Pero, en realidad, la situación era muy diferente. En cabeza, Hamilton controlaba la situación, rodaba al ritmo que quería, suficientemente veloz para no dar opción a Rosberg de tener siquiera tentaciones de intentar rebasarle, lo bastante lento como para que su compañero de equipo estuviese al alcance de los Red Bull y que estos se pudiesen convertir en aliados a la hora de restarle puntos al que no deja de ser su único rival por el título.
Así que cuando el box de Mercedes advertía a Lewis de que, en caso de no aumentar la ventaja de los dos coches sobre sus perseguidores, iban a tener que dar preferencia Nico, el británico apretaba durante un par o tres de vueltas y la realidad de la carrera se mostraba en toda su crudeza. Los Mercedes eran muy superiores una vez más y los Red Bull no iban a tener más opción que esperar una repetición de ‘lo de Montmeló’ si querían lograr la segunda victoria del año. Pero esta vez, con Hamilton delante y Rosberg detrás, las posibilidades de un duelo cuerpo a cuerpo con desastrosas consecuencias para la integridad de los monoplazas anglo-alemanes estaba poco menos que fuera de lugar. Lewis mantenía a raya a Nico, por mucho que este se acercase alguna vez cuando algún doblado acababa molestando más al líder que al segundo clasificado. El británico jugaba al gato y al ratón con el alemán como los Mercedes habían hecho con los Red Bull hasta entonces, dejando al segundo con la ilusión de que, tal vez, podría con el primero cuando, en realidad, no tenía posibilidad alguna.
Por todo ello, la victoria de Hamilton acababa siendo clara e incontestable, su quinta en esta pista, su quinta del año, logradas todas, además, en un lapso de seis carreras. Una racha triunfal más que suficiente para haber conseguido ya, mucho más pronto de lo esperable, ponerse al frente de la tabla del campeonato pese al déficit de más de cuarenta puntos que había acumulado en las cuatro primeras pruebas de la temporada. Rosberg no podía hacer otra cosa que conformarse con la segunda plaza y esperar a la siguiente semana para tratar de darle de nuevo la vuelta a la situación ganando el Gran Premio de casa.
Al abismo que en la Fórmula 1 moderna es cruzar la meta casi medio minuto después que el ganador se jugaba el tercer peldaño del podio húngaro. Premio menor que lograba conservar Ricciardo para Red Bull pese al acoso de Vettel, que había rebasado a Verstappen a base de adelantar la primera parada en boxes, pero no lograba encontrar el modo de superar en pista al australiano. Más o menos, aunque de forma más llamativa por lo intenso del duelo, lo que le sucedía al segundo Ferrari en pasar bajo la bandera a cuadros, el de Raikkonen, con el segundo Red Bull, el de ese joven prodigio llamado Max. El holandés llevaba al extremo (y diría que hasta más allá al menos una o dos veces) esa absurda regla que permite ‘un movimiento’ para defender la posición y acababa por tapar todos los huecos por los que podía tratar de meterse el finlandés, que remontaba desde la lejana decimocuarta plaza de parrilla a la que le había condenado la caótica Q2 del sábado.
Dos sextas plazas para Kimi Raikkonen, que cerró el grupo de cabeza en las dos carreras centroeuropeas
Fernando Alonso situó al McLaren como el 'primero del resto' en Hungría, donde terminó en la séptima plaza
Por detrás de los seis monoplazas que marcan la pauta este año, los de Mercedes, Red Bull y Ferrari, ya no había nadie más capaz siquiera de mantenerse en la misma vuelta hasta el final. El séptimo, ya doblado, era Alonso, que sacaba el máximo partido posible del trazado en el que menos mal se puede defender el poco potente propulsor Honda de su McLaren. Fernando superaba en la salida al Toro Rosso de Sainz y, al igual que en Mónaco, volvía a ser un muro infranqueable para sus perseguidores que, además, esta vez tampoco es que rodasen realmente más rápido. El madrileño lo intentaba pero acababa dando por buena la octava plaza, por delante de unos decepcionantes Force India y Williams, cuyos chasis quedaban en evidencia en un circuito en el que sus motores Mercedes no eran suficientes para tapar sus carencias aerodinámicas y/o de puesta a punto y aprovechamiento de los neumáticos. Factor, este último, que parece ser el decisivo en el llamativo bajón de prestaciones de los monoplazas blancos con los colores de Martini, que en Hungría añadían otro Gran Premio muy negativo a los varios ya acumulados en carreras anteriores.
En cambio, los Renault parecían dar un pequeño paso adelante en Hungaroring, con Jolyon Palmer llegando a tener poco menos que asegurada una posición con derecho a puntos… hasta que cometía un error y el trompo resultante le hacía caer hasta el puesto doce y dejaba al equipo de la Regie de nuevo con cero puntos que añadir a su exigua cosecha en la que está siendo una muy decepcionante temporada de retorno con equipo oficial por parte de la marca francesa.
La semana siguiente el ‘Gran Circo’ de la Fórmula 1 cambiaba los angostos confines del Hungaroring por el más amplio y espacioso Hockenheim. Y aunque bien es cierto que, sin sus famosas rectas atravesando el bosque, la versión actual del trazado alemán no es la pista de velocidad extrema que era incluso cuando ya estaban interrumpidas por ‘chicanes’, no por ello deja de ser una pista más rápida que lenta. Un circuito en el que los motores Mercedes estaban en casa, y no sólo por la cercanía a la sede de la marca alemana sino, también, porque su poderosa caballería iba a tener mucho más espacio para galopar que en el retorcido trazado magiar.
Por ello, no era de extrañar que los Mercedes dominasen ya desde el viernes (bueno, eso en realidad no extraña nunca en los últimos tres años) ni que seis monoplazas equipados con los propulsores de la ‘estrella’ llegasen a la Q3, con los Force India y los Williams volviendo a estar por delante de los Toro Rosso (con el motor Ferrari 2015 acusando cada vez más la falta de evoluciones) y los McLaren (con su aun escasamente potente Honda para empujarlo hacia delante). Y, por aquello de correr en casa, tampoco era sorpresa del todo que la ‘pole’ se la acabase adjudicando Rosberg, aunque para lograrlo tuviese que jugarse el todo por el todo a una sola carta en los momentos finales de la Q3, después de tener que abortar su primer intento a causa de una inoportuna avería eléctrica. Cómo, además, Hamilton erraba en la fuerte frenada que lleva a la horquilla que pone punto final a la que antaño era larga recta que llevaba a los monoplazas a perderse a toda velocidad entre los árboles durante unos interminables segundos, el resultado del sábado dejaba las espadas más que en alto para el domingo.
El mejor clasificado de los Force India en Hungaroring y Hockenheim fue el pilotado por Nico Hulkenberg
Los Williams siguen sin recuperar el ritmo aunque al menos Bottas puntuó en las dos carreras al acabar noveno en ambas
Con Nico por delante de Lewis, todo apuntaba a otra salida llena de tensión. El primero, deseoso de ganar de nuevo y hacerlo, además, en casa. El segundo, enrabietado por haber fallado el día anterior en el momento decisivo cuando pensaba tener en la mano una nueva pole-position. Si ambos lograban arrancar bien y evitar que ninguno de los Red Bull y Ferraris que ocupaban las dos siguientes líneas les superase, un nuevo duelo ‘cuerpo a cuerpo’ entre los dos aspirantes al título estaba servido. Un duelo en el que, además, ambos deberían extremar las precauciones más que nunca, porque un incidente tipo España o Austria iba a ser difícilmente asimilable para Toto Wolf y compañía, en casa y ante la plana mayor de la marca.
Pero, de nuevo, uno de los Mercedes se movía algo perezosamente cuando se apagaban los semáforos de salida. Y, al igual que en Hungría una semana antes, era el de Rosberg. Además, esta vez no sólo le superaba un Red Bull sino los dos. Y, por si fuera poco, Nico no lograba rebasarlos de inmediato, como había hecho en Hungaroring con Ricciardo. El esperado duelo Hamilton-Rosberg no era tal, la lucha fratricida entre los pilotos de Mercedes no iba a existir. Hamilton dominaba en cabeza, manteniendo a raya a Ricicardo aun con gomas más duras en las últimas vueltas, y se adjudicaba otra contundente victoria, la cuarta consecutiva, la sexta del año, logradas todas ellas, además, en las últimas siete carreras.
Rosberg, en cambio, sufría para intentar alcanzar al menos la segunda plaza. Y aunque acababa llegando a ocuparla brevemente, lo conseguía a costa de otra maniobra al estilo de la de Austria con su compañero de equipo. En esta ocasión era Verstappen el que veía como el Mercedes del alemán tiraba recto hasta el fondo de una cerrada horquilla para forzar a su rival a la rendición que supone tener que salirse de la pista para evitar el impacto. El resultado no era tan catastrófico como en el A1 Ring porque el joven holandés optaba por irse fuera pero, a la postre, tenía similares consecuencias para Nico, cinco segundos de penalización y decepcionante cuarto puesto al final de la carrera en lugar del mal menor que hubiese sido acabar segundo.
Así que, definitivamente, no hubo color tampoco en Hockenheim porque, las cosas como son, en realidad no hay color. El mundial se va de vacaciones con Hamilton al mando. El británico ya es líder con diecinueve puntos de ventaja, que hasta parecen pocos si los comparamos con el modo en que está dominando a su compañero de equipo desde que la mecánica ha dejado de hacer de las suyas y su Mercedes funciona como un reloj. Lewis está imparable, es mejor que Nico, los dos lo saben, todo el mundo lo sabe. Salvo otra racha negativa a nivel de averías, el cuarto título no se le puede escapar a final de año.
Si los Red Bull mantuviesen en su carrocería los tonos violáceos de hace unas temporadas, la analogía cromática sería poco menos que perfecta. La lucha entre la fuerza emergente y la histórica. Los ‘morados’ contra los ‘colorados’. Los segundos amenazando con superar a los primeros. Buscando ese ‘sorpasso’ que, si hablamos de política, en Italia (y ahora en España) tiene más significado que su mera traducción literal como ‘adelantamiento’. Red Bull llevaba varias carreras superando a Ferrari y el resultado de Alemania servía para concretar la persecución. El doble podio conseguido por Ricciardo y Verstappen, con los dos por delante, y con claridad, de Vettel y Raikkonen, tanto el sábado en la clasificación, como el domingo en la carrera, confirma en la tabla de puntos lo que ya venía siendo evidente desde el Gran Premio de España. El segundo tono de este mundial monocolor ‘plata Mercedes’ ya no es el ‘rosso’ sino el azul mate. Pese al déficit de caballos que aun sufren los motores Renault, la combinación del propulsor francés con otro de esos fabulosos chasis a los que nos tienen acostumbrados Newey y compañía ya es claramente superior a los monoplazas ‘made in Maranello’.
En Hockenheim, los Red Bull se permitieron incluso el lujo de romper el monopolio Mercedes. Y lo lograron no sólo porque Rosberg no estuviese a la altura de Hamilton sino, también, porque su ritmo de carrera fue lo suficientemente bueno como para no descolgarse demasiado de la flecha plateada que volaba en cabeza. Entre sus pilotos, además, tuvimos un interesante duelo. Con ventaja inicial para Verstappen, autor de otro de esos adelantamientos marca de la casa que demuestran su valor y su talento. Cuarto en parrilla, el joven Max se lanzó por el exterior de la primera curva y metió su monoplaza por el hueco exacto en el que cabía, entre el de su compañero Ricciardo y el límite del arcén que delimita el complicado viraje inicial del trazado germano. Luego, la estrategia fue en esta ocasión más favorable al australiano, que optó en el primer cambio de neumáticos por los ‘menos blandos’, lo que acabaría siendo la mejor elección. Eso y su bien ritmo de carrera obligaron al holandés a cederle el paso cuando los dos se volvieron a encontrar en pista, y garantizó la presencia de ambos en el podio.
Mientras, cada vez más lejos a medida que pasaban las vueltas, los Ferrari rodaban solos, en tierra de nadie y preguntándose que está pasando. De empezar el año como máximos antagonistas a ser los terceros en discordia, la trayectoria del equipo italiano no es, ni mucho menos, la que esperaban ni sus dirigentes, ni sus pilotos ni sus ‘tiffossi’. La enésima crisis en la ‘scuderia’ está en marcha. Y con un Vettel inusualmente fallón y un Raikkonen que, aun rindiendo mucho mejor que las dos pasadas campañas, ya no va a dar más de lo que ha dado, la segunda mitad de temporada se presenta muy complicada para el histórico equipo italiano, que deberá empezar ya a pensar en tratar de resarcirse el año que viene mientras salva lo salvable de un 2016 que ya es decepcionante.
Pascal Werhlein volvió a dejar una buena muestra de su calidad pasando a la Q2 en Hungría con el Manor
Para los demás volvían a quedar las migajas, aunque esta vez al menos uno se libraba de perder vuelta, Nico Hulkenberg, séptimo con el mejor clasificado de los Force India, cuyo otro monoplaza, el pilotado por Sergio Pérez, completaba ‘in extremis’ las posiciones con derecho a puntos. El alemán del equipo anglo-hindú era el único no doblado de ese segundo pelotón que a principio de año dominaban las Williams y en el que ahora hay una notable igualdad, con las jerarquías variando en función de las características de los diferentes trazados. En una pista más propicia a los motores Mercedes, los coches de la escuadra de Grove volvían al menos, a mostrar algo más de velocidad, pero el resultado acababa siendo tan decepcionante como una semana antes. Un toque dejaba fuera de combate a Massa y la mala estrategia condenaba a Bottas en la novena plaza otra vez, después de ser presa fácil en las vueltas finales para el McLaren de Button. El inglés superaba durante todo el fin de semana a su compañero Alonso para acabar octavo, mientras que el español cruzaba la meta duodécimo después de un par de días de lo más grises entre lamentos, ahorro de combustible y errores en las frenadas. Otra clara demostración de lo muy lejos que aun está de tener opción alguna a luchar por los puestos de cabeza y lo poco que, realmente, ha progresado en ese sentido el binomio británico-japonés en lo que va de temporada.
Y si mal le iban las cosas al asturiano en Hockenheim, peor aun era la carrera germana para el otro español, Carlos Sainz, cuyo único consuelo al volante de un Toro Rosso que va a menos a medida que avanza el año era batir de un nuevo al totalmente desmoralizado Kvyatt. El ruso es víctima anunciada, visto lo visto, del próximo movimiento en el siempre exigente programa de pilotos de Red Bull. En todo caso, los rumores de entradas y salidas, de cambios, de novedades y de posibles despedidas, serán lo máximo que ofrezca la Fórmula 1 durante un mes. Llegan las vacaciones y a su término, a finales de agosto, volverá la acción en uno de los escenarios más bonitos, el siempre majestuoso trazado de Spa-Francorchamps.
Texto: Daniel Cean-Bermúdez - Fotos: prensa equipos fórmula 1