¿ESPEJISMOS EN EL DESIERTO?

El segundo Gran Premio de la temporada del 2016, disputado el pasado domingo en Barhéin, deparó una carrera de múltiples lecturas y en la que uno no está seguro si la cercanía del desierto nos hizo ver espejismos o si en el horizonte lo que se refleja no es un efecto óptico sino la realidad. ¿Serán espejismo o realidad la buena racha de Rosberg, la mala de Hamilton, la competitividad de los Ferrari, las esperanzas de Red Bull, los resultados de Haas o las actuaciones de los más jóvenes de la parrilla de salida?

LA ‘POLE POSITION’ SIEMPRE ES IMPORTANTE…

Independientemente de que el nuevo sistema de clasificación volviese a mostrar sus muchas carencias, al menos esta vez si que hubo pelea prácticamente hasta el final por la ‘pole position’. Una pelea en la que de nuevo se impuso Lewis Hamilton, cuyo fallido primer intento en la Q3 salvó, en cierta medida, el espectáculo. Un error en la última curva le dejó muy por detrás de Rosberg y le obligó a una segunda tentativa, esta si exitosa… aunque por poco ya que justo tras él llegaba Nico en tromba para estar cerca de recuperar la primera plaza. En todo caso, nueva primera línea totalmente plateada por delante de otra segunda línea también completamente roja, con los Ferrari de Vettel y Raikkonen otra vez más lejos de lo que les hubiese gustado pero, al menos, garantizando la emoción para los primeros metros. De que pudiesen repetir su fabulosa arrancada de Melbourne podía depender en gran medida la emoción de la carrera... o a eso nos agarrábamos los que queremos lucha por la victoria en cada Gran Premio con tanta avidez como el que camina sediento por el desierto y cree ver agua en el horizonte aunque, en realidad, lo que atisba es un traicionero espejismo.

Sigue la racha de Rosberg, dos de dos este año y cinco seguidas desde final del 2015

Hamilton lo intentó todo después del toque inicial pero sólo pudo ser tercero con un monoplaza bastante dañado

Cara y cruz para Ferrari, Raikkonen acabó segundo pero Vettel ni siquiera pudo tomar la salida

…¡PERO LA SALIDA LO ES TODAVÍA MÁS!

De nada vale haber sido el más rápido de todos el sábado si al día siguiente, cuando se apagan las luces del semáforo de salida, no se consigue mantener la privilegiada primera posición. Y eso fue exactamente lo que le volvió a ocurrir a Hamilton en Barhéin. Aunque esta vez su arrancada no fue tan mala como la de Australia, ni surgieron desde atrás unos relámpagos rojos con forma de Ferrari superándole como si estuviese parado, su partida no fue nada buena y el resultado tras la primera curva resultó aun peor que quince días antes. Lewis no pudo evitar verse rebasado por su compañero en Mercedes, Nico Rosberg, perdiendo en un instante la ventaja de la ‘pole position’ lograda el día anterior. Y cuando trataba de pegarse al monoplaza del alemán, para aprovechar al máximo la salida del angosto primer viraje de derechas, su ‘flecha plateada’ quedaba ‘mellada’ al recibir un fuerte impacto por parte del Williams de Valteri Bottas, que había arrancado muy bien y se lanzaba, con excesivo optimismo, por el interior. El toque apunto estaba de hacer ‘trompear’ al Mercedes, que perdía impulso, posiciones y fragmentos de fibra de carbono.

A partir de ahí, la carrera de Hamilton volvía a ser cuesta arriba. El británico se veía de nuevo condenado a una remontada que, esta vez, con el coche dañado y no tan eficaz como el de su compañero de equipo, ‘sólo’ le acabaría llevando hasta la tercera posición. Por momentos parecía incluso que Lewis podía repetir la segunda plaza de Melbourne, pero finalmente, tras intentar una estrategia de neumáticos diferente (montando medios en el primer cambio) que finalmente no daba sus frutos, el británico no acababa de dar caza al único Ferrari en liza, el de Raikkonen (el motor del de Vettel había reventado en la vuelta de formación!) y tenía que conformarse con subir al escalón más bajo del podio. Un resultado que, junto con el de Australia, suponen un inicio de temporada por debajo de las expectativas para el campeón de las dos últimas temporadas. Pero que los espejismos del desierto no nos engañen, ello no quiere decir que Hamilton esté en horas bajas. Sus ‘poles’ en los dos grandes premios y su ritmo de carrera en ambos dejan bien claro que sigue siendo el mismo… con el único y muy importante pero, eso si, de sus dos flojas arrancadas. Dos fallos clave para que su posición en la tabla sea ahora mismo la que menos gusta a cualquier campeón, la segunda. Una posición que tratará de abandonar lo antes posible, lo cual ya es garantía de espectáculo para las siguientes carreras, independientemente de que los Mercedes sigan siendo o no inalcanzables.

ROSBERG AMPLIA SU RACHA DE VICTORIAS

La otra cara de la moneda en el equipo de la marca alemana volvió a ser un Rosberg impecable que sumó su segunda victoria del año y la quinta consecutiva si contamos también las tres del final del año pasado. Y aunque sobre aquellas siempre puede haber la sombra de la duda en cuanto a la intensidad con que Hamilton, ya campeón, pudo afrontar tres carreras que ya no decidían nada, respecto a estas de ahora no hay objeción posible. Aunque el sábado Nico no haya podido con Lewis tampoco en Barhéin (apenas por 66 milésimas, eso si), el domingo el alemán ha vuelto a aprovechar al máximo su oportunidad y toma una interesante ventaja en el campeonato, tanto en puntos como, sobre todo, en moral. El hijo de Keke sabe que su compañero de equipo no se va a conformar, que volverá a la carga ya la semana que viene, en China, y que tarde o temprano tendrá que pelear con él cuerpo a cuerpo, más allá de los metros iniciales. Y será entonces, si consigue salir victorioso en esa lucha que está por llegar, cuando sabremos si su fuga al frente de la tabla y su racha de imbatibilidad son la base para alcanzar ese ansiado título mundial o, después de todo, acaban siendo nada más que un espejismo en el desierto.

Ricciardo repitió el cuarto puesto de Australia, más no puede lograr ahora mismo con el Red Bull

Alegría más que justificada en el muro de Haas cuando Grosjean cruza la meta en una merecida quinta posición

Max Verstappen acabó sexto después de completar una carrera plena de madurez y eficacia con el Toro Rosso

EL DILEMA DE FERRARI

¿Arriesgar para ser más competitivos a costa de ser menos fiables? Ese dilema, tan viejo como las carreras, se le presentaba este invierno a Ferrari si quería completar la recuperación iniciada el pasado año, saliendo, con tres triunfos, del pozo del 2014, temporada para olvidar con un coche tan irrompible como lento. Pero faltaba un paso más, el más difícil, el que permitiese a los de Maranello plantar cara de verdad, de tú a tú, a los Mercedes. Y para ello hacía falta correr riesgos, en la pista y fuera de ella, buscando esos caballos extra o esos kilowatios de más que aun necesitaban para ser la auténtica alternativa al dominio abrumador de los monoplazas plateados.

La sensación que dejan estos dos primeros Grandes Premios de la temporada es que en Ferrari no han conseguido colmar la diferencia (o, al menos, no del todo) pero, además, han perdido esa fiabilidad casi a toda prueba que hoy día es poco menos que indispensable para optar al título en un campeonato con tantísimas carreras y en el que cuentan todos los resultados. Lejos quedan los tiempos en que los coches de Fórmula 1 se rompían cada dos por tres, en los que no era raro abandonar en un tercio de las pruebas puntuables y, aun así, poder optar al título, bien fuese porque el reglamento permitía descontar resultados o porque los rivales también sufrían los rigores de la mecánica. Unos rigores que, dicho sea de paso, contribuían a la emoción del resultado. Ahora, en una época en la que la electrónica y la informática lo rigen casi todo, en la que los controles de calidad exhaustivos garantizan porcentajes de fiabilidad cercanos al cien por cien, se acaba siempre o casi siempre (algo que, aunque pocos lo tengan e cuenta, es una de las claves, en negativo, de que las carreras sean más predecibles). Por eso, que en dos carreras se hayan roto dos Ferrari (con reparto equitativo entre sus pilotos) es un muy mal síntoma para la ‘Scuderia’ y una pésima noticia para un campeonato que ya dominan los Mercedes. Porque si bien es cierto que en Australia los monoplazas rojos salieron como disparos y luego perdió Vettel la carrera más por fallo de estrategia que por falta de ritmo, y si también es verdad que en Barhéin hemos visto al mejor y más incisivo Raikkonen en mucho tiempo, remontando con decisión tras una arrancada nefasta, al final la amenaza de Ferrari a la hegemonía de Mercedes ha acabado siendo, al menos hasta ahora y en lo que a resultados respecta, tan poco real como un engañoso espejismo.

Kvyatt falló en la Q2 pero remontó desde el fondo del grupo para concluir en la séptima posición

Los Williams erraron con la estrategia y acabaron cediendo muchas posiciones para terminar octavo Massa y noveno Bottas

Soberbio debut de Vandoorne que sustituyó al lesionado Alonso y logró el primer punto del año para McLaren-Honda

¡SI RED BULL TUVIESE MEJOR MOTOR!

Ese papel de auténtico rival directo para Mercedes, que Ferrari trata de jugar con más empeño que éxito, estoy convencido que sería el ‘rol’ de Red Bull si dispusiese de unos cuantos caballos más. Pero como el propulsor Renault (lo llamen como lo llamen por cuestiones publicitarias) no los tiene, a los monoplazas del antecesor de los germanos en esto de dominar con mano de hierro la Fórmula 1 les toca tener que conformarse con ser los mejores del resto. Lo cual, con dos Mercedes y dos Ferrari en pista significa aspirar, como mucho, al quinto puesto salvo que alguno de los cuatro falle. Y como tanto en Australia como en Barhéin ha fallado un Ferrari, ese máximo ha sido el cuarto lugar, que en ambas carreras ha logrado un Red Bull, el pilotado por el siempre sonriente Dani Ricciardo. El australiano sigue demostrando su talento pero no puede hacer más de lo que hace, conducir al límite de la primera a la última vuelta y esperar que los de delante fallen y que desde Viry-Chatillon llegue una inyección de potencia para que el ‘apellido TAG-Heuer’ de su monoplaza vuelva a ser sinónimo de motor con el que ganar carreras y campeonatos. Pero, de momento, estos TAG-Renault están lejos de ser tan competitivos como aquellos TAG-Porsche que, a mediados de los ochenta, llevaron a su último título a Niki Lauda y a sus dos primeros a Alain Prost. Por ahora lo más que puede hacer Ricciardo es seguir atacando y seguir esperando. El retorno de Red Bull como equipo aspirante al título es más un lejano espejismo que una realidad tangible, por muchos logos de TAG y hasta de Aston Martin que adornen los monoplazas azul noche, sobre los que este año destacan más que nunca el sol amarillo y el toro rojo de la bebida energética que ha hecho multimillonario a su propietario tal vez porque entre sus estimulantes efectos pueda estar, precisamente, el de ver de vez en cuando algún que otro espejismo.

HAAS ENSEÑA EL CAMINO

Lo que, en cambio, parecía un espejismo en Australia (tierra también de amplios desiertos) pero se ha confirmado como tangible realidad en Barhéin es la competitivdad de los Haas. En el sexto puesto de Grosjean en Melbourne tuvo mucho que ver la interrupción de la carrera por bandera roja justo cuando el galo aun no había cambiado neumáticos, lo que le regaló un ‘pit stop’ sin pérdida alguna de tiempo y resultó decisivo para superar a un buen número de rivales. Pero el quinto que ha conseguido el francés en Barhéin no le debe nada a la fortuna. El ritmo del monoplaza norteamericano fue más que notable ya desde la sesión de clasificación del sábado, en la que Romain, siempre rápido, estuvo a punto de entrar en la Q3. Y del noveno lugar en parrilla al quinto final en carrera lo que hubo no fue un golpe de suerte sino buen ritmo y excelente estrategia. El Haas rodó sin complejos al ritmo de los mejores del ‘segundo grupo’, en el que se pelea a muerte por los puntos y en el que la igualdad es máxima, con los pilotos de Williams, Force India, Toro Roso y McLaren separados por décimas en parrilla y pocos segundos en carrera. Grupo al que Grosjean superó sin paliativos en Sakhir para sumar el segundo resultado en otras tantas carreras para el nuevo equipo venido de Estados Unidos.

Un equipo cuyo magnífico arranque de temporada ya da que hablar, y no siempre para bien entre los que lo ven como una amenaza al actual ‘status quo’ de la Fórmula 1, basada en que cada escuadra sea, además, constructor. Y, paradójicamente, ese esquema, que viene de los tiempos de ‘vacas gordas’ (cuando las grandes marcas dilapidaban fortunas para estar presentes en la máxima categoría del automovilismo mundial) es, en buena medida, el causante del actual estado de la misma, con la mayoría de sus equipos luchando ya no por ganar sino, simplemente, por sobrevivir. Personalmente opino que, ahora que tanto se habla de cual puede o debe de ser el futuro de la fórmula 1, Gene Haas y su equipo están mostrando el camino. Ningún sentido tiene intentar convertirse, de la noche a la mañana, en una Ferrari que diseña y fabrica prácticamente hasta el último tornillo de sus monoplazas. Eso no suele ser viable ni económica ni técnicamente, y si no que se lo pregunten a Toyota, a BMW, a Jaguar/Ford o hasta a Renault, que acaba de volver a reincidir y lo sufre de nuevo. Y no digamos a los de Hispania, Caterham y Virgin que, de hecho, entraron en la F1 pensando que iba a existir otra vía mucho más económica y se dieron de bruces con la realidad. Mucho más factible es, en cambio, el ‘modelo Haas’: partiendo de un presupuesto adecuado (ni tan alto como el de los grandes fabricantes ni tan bajo como el de los que acudieron a la llamada del nunca aplicado límite en los gastos) buscar los mejores proveedores (Ferrari como principal nada menos), adquirir las piezas necesarias (sin tener que preocuparse en diseñarlas y fabricarlas) y ensamblar esos componentes para conseguir un monoplaza de costes notablemente inferiores pero rendimiento más que aceptable. Ni más ni menos la filosofía que hizo crecer a la Fórmula 1 en los setenta, con los motores Cosworth y las cajas Hewland como base para que los que hoy se quejan del ‘estilo Haas’, como Williams, pudiesen empezar desde abajo y acabar plantando cara, y hasta ganando, a los más grandes. Algo que, cuando Sir Frank empezaba seguro que le parecía más que un lejano espejismo pero se acabó convirtiendo en realidad.

Magnussen fue esta vez el mejor clasificado de los Renault, pero con los dos coches de nuevo fuera de los puntos

Tampoco puntuaron los Sauber, el mejor en la meta fue el de Ericsson en el puesto doce

Wehrlein dejó a unos cuantos rivales por detrás en la Q3 con el Manor y repitió la hazaña en carrera

LOS JÓVENES PIDEN PASO

Varios representantes de la nueva ola de pilotos que está llegando a la Fórmula 1 en los últimos años dio en Barhéin una nueva demostración de sus posibilidades. Es ley de vida que los más jóvenes pidan paso y acaben ocupando el lugar de los más veteranos, por mucho que a estos no les guste ni que siquiera se les insinúe la posibilidad de que están más cerca del final que del principio de sus brillantes carreras deportivas. El relevo siempre se acaba produciendo, y su punta de lanza en la actual Fórmula 1 es, sin duda, el jovencísimo Max Verstappen, que sigue dando muestra, carrera a carrera, de su brillantez. En Australia, el holandés tuvo ritmo pero la estrategia no fue acertada y acabó frustrado por no poder superar a otro joven león, su compañero en Toro Rosso, Carlos Sainz. En Barhéin, en cambio, dejó ver que también es capaz de hacer una carrera cerebral y disciplinada, con una estrategia, montar los neumáticos medios en la parte central de la prueba, que no le permitía brillar en el vuelta a vuelta, como a él le gusta. Pero supo controlarse y su paciencia acabó dando frutos cuando en el tercio final de carrera, con gomas más blandas, remató a la faena a base de rodar muy deprisa y acabar alcanzando una notable sexta plaza. Un resultado cuyo valor va más allá de los importantes puntos ya que demuestra nuevas virtudes de este auténtico diamante en bruto del automovilismo mundial.

También puntuó, y además en el que era su debut, otro joven prodigio venido de los países bajos, Stoffel Vandoorne. Al belga le tocó ‘vestirse de faena’ de forma totalmente inesperada cuando el jueves se supo que Alonso no pasaba el control médico preceptivo tras su fortísimo accidente de Australia y no se le permitiría tomar parte en el Gran Premio. La papeleta era de las muy complicadas: debutar en Fórmula 1 sin preaviso, con los pocos kilómetros al volante de un monoplaza de la máxima categoría que hoy día puede tener en su haber un ‘tercer piloto’ de cualquier equipo, y hacerlo, además, en el lugar de todo un bicampeón del mundo, con otro campeón mundial como compañero de equipo y al volante de un monoplaza en el que están puestas muchas miras pero que no acaba de evolucionar como el ‘pedigree’ de su fabricante y motorista haría esperar. Nada de eso echó para atrás a Vandoorne, que mostró enseguida lo mucho y bueno que ya había enseñado los años anteriores en las World Series y, especialmente, el año pasado en la GP2. Stoffel es uno de esos ‘fuera de serie’ que salen de vez en cuando, y en Barhéin ya dejó claro desde el primer momento de que pasta está hecho, la de los futuros campeones del mundo. El sábado, en su primera sesión de clasificación de Fórmula 1, el belga superó a su mucho más experto compañero de equipo, Button, situando el todavía recalcitrante McLaren en el puesto doce, justo el lugar alcanzado por Alonso en Australia. Y en su primera carrera en el ‘gran circo’ no sólo no dio ni un paso en falso sino que acabó aprovechando la oportunidad que supusieron los tempranos abandonos de Vettel y Sainz para acabar logrando el primer punto de McLaren-Honda en el 2016. Un punto que ha de ser el primero de muchos para el joven belga, aunque lo más probable es que tengamos que esperar hasta el año que viene para verlo con plaza fija en la fórmula 1. Si todo vuelve a la normalidad, Alonso ocupará de nuevo su lugar en China, pero tanto el español como su compañero británico están avisados, el chaval tiene clase y talento de sobra… y en relación precio-prestaciones es ahora mismo todo un chollo comparado con ambos, lo que no es factor desdeñable en un equipo al que últimamente le cuesta cuadrar las cuentas y que sigue lejos de estar donde su carísima plantilla de pilotos titulares quisiera.

Y es que, por mucho que, tal vez viendo espejismos, se oiga cada fin de semana eso de que ‘los McLaren-Honda siguen evolucionando’, un décimo lugar, a vuelta y pico del líder en una pista de longitud media, denota lo lejos que aun está el monoplaza anglo-nipón de ser poco más que aspirante a entrar en el topten si alguno falla. Y es que, por prestaciones, los McLaren volvieron a estar apenas por delante de los muy decepcionantes Renault y de los modestos Sauber y Manor, batiendo esta vez, eso si, a unos Force India que en Barhéin dieron un notable paso atrás respecto a Melbourne.

Pésimo resultado para los Force India, que acabaron sólo por delante del Manor de Haryanto

El piloto indonesio cumplió con su objetivo de completar por primera vez un Gran Premio de Fórmula 1

Sigue la mala suerte de Carlos Sainz, que vio arruinada su carrera en la primera vuelta al pincharle el Force India de Pérez un neumático

De hecho, tan atrás terminaron los monoplazas pilotados por Hulkenberg y Pérez como para acabar superados por uno de los hasta hace nada seguros ocupantes de las dos últimas plazas, el Manor de Pascal Wehrlein. El alemán de ascendencia caribeña volvió a dejar muestras de su enorme potencial ya el sábado, con un ‘vueltón’ en la Q1 que le valió situarse decimosexto en parrilla, dejando por detrás a seis rivales y quedándose a un paso del milagro que hubiese supuesto meter un Manor en la Q2. Un resultado que, talento y valor del germano aparte, demostró como también el muy merecidamente denostado sistema de clasificación tiene algún mérito. Porque con el anterior lo más probable es que en el segundo intento ya no hubiese podido sorprender Pascal a los Ericsson, Pérez, Magnussen, Palmer y Nasr. Pero a una vuelta, en esos frenéticos momentos iniciales antes de que empiece la fatídica cuenta atrás y comiencen las eliminaciones, si que lo hizo a base de jugársela con un monoplaza súper descargado de ala (¡su Manor registró la cuarta velocidad punta más rápida en la Q1!). En todo caso, ese puesto en la octava fila podía ser un espejismo una vez llegase la carrera… pero Wehrlein se encargó de demostrar que si los de Mercedes apuestan por él es por algo real. Su ritmo de carrera fue magnífico para las posibilidades de su monoplaza que, por mucho que, obviamente, haya mejorado de forma notable respecto al año pasado gracias al cambio de los motores Ferrari 2014 por los Mercedes, no deja de ser el peor del lote. No en sus manos, en todo caso, como demuestra ese puesto trece en carrera que es todo un logro para la modesta escuadra británica, en la que seguro que sueñan ya con un milagro como el que el recordado Bianchi consiguió en Mónaco hace dos años. Algo que parece tan lejano como esos espejismos que aparecen en el horizonte del desierto y que si alguien pude alcanzar es, sin duda, este magnífico piloto procedente del DTM.

Texto: Daniel Cean-Bermúdez - Fotos: prensa equipos fórmula 1

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