RALLY PRINCESA DE ASTURIAS - CIUDAD DE OVIEDO

¿Qué probabilidades hay de que se averíen tus dos ordenadores en apenas una hora, por causas diferentes, en día de fiesta y en vísperas de un compromiso importante, como lo es para nosotros encargarnos de la web oficial del rallye que se arrancaba apenas 48 horas después? Debe de haber una entre un millón, pero justo eso nos ocurría el martes previo a la prueba, en pleno ‘Día de Asturias’, cuando estábamos dejando preparado todo lo relativo al trabajo del fin de semana. Un incidente que no hacía sino aumentar la aprehensión con la que afrontábamos este nuestro ‘Príncipe’ número 13 en labores de ‘webmaster’ … ¡como para ser supersticioso!

El ‘desastre informático’ añadía otro punto de ‘mal rollo’ al auténtico ‘miedo’, aunque sólo fuera a niveles prácticos y de organización, que me producía el volumen que iba a tener la prueba, con más de 160 participantes y los problemas que ello puede acabar acarreando a poco que se tuerzan las cosas. Todo ello, unido al horripilante suceso de apenas unos días antes en el rallye de La Coruña, hacía que mis temores se multiplicasen y que el estado de ánimo fuese bajo, más aun sabiendo lo cerca que les había tocado la tragedia a buenos amigos que tenemos en la zona de un tremendo suceso que será imposible de olvidar.

Pero ya se sabe que la vida sigue, y había que estar al pie del cañón, con hardware prestado y 'puesto a punto' a toda prisa, con la esperanza de que mis temores fuesen infundados y con el deseo de que todo saliese bien. Así que, con cierto alivio, me pongo a escribir estas líneas, el lunes después de un rally que resultó poco menos que impecable y que ha dejado en la mayoría de participantes y espectadores un muy buen sabor de boca, siendo un auténtico bálsamo en un momento muy duro y complicado para todos los que, de un modo u otro, estamos implicados en el automovilismo de competición.

NECESITÁBAMOS UN RALLY ASÍ

El mundo de los rallyes necesitaba exactamente uno como el que hemos tenido este fin de semana. Después de la horrible tragedia del sábado anterior, todos los ojos estaban puestos en los tramos asturianos y cualquier otro accidente con heridos habría supuesto una presión añadida poco menos que insoportable para nuestro deporte. Los argumentos de que ‘lo de Galicia no hubiese pasado con normas FIA-RFEdA’ hubiesen sido, definitiva y justamente, rebatidos. El eco del horror de Carral se habría amplificado aun más, sin que quedase ya ese clavo ardiendo al que muchos se han agarrado, de forma tan irresponsable, estos días, aun sabiendo que, por desgracia, accidentes con espectadores implicados (y fallecidos) han ocurrido también en pruebas regidas por las normativas de las federaciones internacional y nacional, como, desgraciadamente, bien sabemos todos por mucho que no queramos recordarlo.

De ‘haber pasado algo’ tampoco habría ya a quien echarle la culpa a nivel político, con ese estilo del ‘¡y tú más!’ que, tristemente, es el que impera hoy día en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida pública. Un ‘estilo’ que de modo tan vil se ha utilizado desde ciertos sectores de la prensa, con una falta de tacto y un oportunismo a la hora de aprovechar, de inmediato, la desgracia para saldar cuentas que dice muy poco (¡o mucho!) sobre la catadura moral de algunos que aun presumen de ser poco menos que los salvadores de nuestro deporte. Sin ir más lejos, ver durante todo el fin de semana convertirse en algo así como el adalid del ‘vamos a demostrar que los rallyes son seguros’ al informador que ya el mismo sábado del trágico accidente (aquí podéis leer el texto que publicó esa misma noche) daba, con sus insinuaciones, el pistoletazo de salida a la posterior campaña de ‘con nosotros esto no pasa’ que diferentes personas relacionadas con la española y otras pruebas del nacional llevaban a cabo los días siguientes en numerosos medios de comunicación, no se si resultaba patético, triste o, simplemente, indignante. Uno entiende que la amistad personal pueda nublar el juicio (a todos nos puede pasar o en alguna ocasión nos ha ocurrido), o que el servilismo ante el poder te lleve a según que comportamientos, pero no por ello hemos de aceptarlo. Porque en este caso se ha tratado de una inadmisible irresponsabilidad, de un echar balones fuera y de un ‘la culpa es de otros’ que no tiene justificación ni se sostiene a poco que se analice con datos o, simplemente, se pase uno por cualquier cuneta de un rallye como el de ese fin de semana.

Como, además, en el ‘otro bando’ de esta guerra en que enseguida se ha convertido la búsqueda de responsabilidades y causas del accidente de la prueba coruñesa, tampoco es que se haya estado atinado a la hora de opinar, bien por acción (pese a que uno se pone en la piel del organizador y entiende que, en momentos tan durísimos como los que estará pasando, le cueste no entrar el trapo de según que comentarios) o por omisión (inadmisible e incomprensible el total silencio oficial, hasta pasada casi una semana, de la federación gallega respecto a todo este tremendo asunto), el resultado era que llegábamos al Princesa en una situación poco menos que límite, tanto por la lógica presión que suponía para todos la cercanía de la tragedia de Carral como por las consecuencias que para nuestro deporte hubiese tenido cualquier hecho similar. Por fortuna (y no uso la palabra en modo retórico, la suerte es fundamental en estos casos, nos guste admitirlo o no), en los dos días de competición del Princesa ‘no pasó nada’ y habrá quien sea aun capaz de usar ese hecho para seguir en sus trece. Pero la realidad es otra, la realidad es la misma que ya vivimos por estos lares hace tres años y que se resume en estas palabras que escribí entonces y que, pienso, siguen teniendo plena vigencia:

‘siempre he sido muy consciente de eso tan obvio pero en lo que muchas veces no se piensa, o no se quiere pensar, y que aparece claramente escrito en toda entrada o acreditación de prensa de cualquier competición que se disputa en Inglaterra,“el deporte del motor puede ser peligroso”. Una frase a la que acompaña habitualmente otra aun más significativa si cabe: “A pesar de que los organizadores toman todas las precauciones razonables, pueden ocurrir accidentes inevitables. En relación a esto usted está presente bajo su propia responsabilidad.” Por ello, …, siempre acudo a cada competición con ese mensaje muy presente en mi cabeza, teniendo claro que, por muchas precauciones que la organización tome, el riesgo de que nos ocurra algo existe y está en nuestra mano minimizarlo o, al menos, no aumentarlo.’

Por eso, aunque este fin de semana todo haya ido como la seda (con el único contratiempo menor de tener que anular la pasada nocturna del viernes), el peligro sigue ahí, acechando en forma de ese fotógrafo que asoma la cabeza en una cuneta donde no debería estar. o de esos espectadores que se mueven entre coche y coche con el tramo en marcha, o que se sitúan a pie de carretera sin margen para eludir el posible error del piloto o el problema mecánico de su montura que lo lleve fuera del asfalto. De todo eso he visto ejemplos en las fotos y vídeos del rallye que ya circulan por la red estos días… como se pueden ver, igualmente, en las imágenes de cualquier otra prueba, sea esta internacional, nacional o regional. Y, en todos esos casos, de haber ocurrido algo, el dispositivo de seguridad de la organización y/o la federación de turno nada hubiese podido hacer para evitarlo porque, simple y llanamente, es materialmente imposible controlar la situación exacta en todo momento de cada metro de cada tramo y la posición y la actitud de cada persona que acude a verlo. El componente de riesgo, aunque realmente bajo a nivel porcentual si hablamos de víctimas, es inherente al deporte del motor. Ignorarlo o querer convencer ahora a la opinión pública de que ‘lo de Galicia no volverá a pasar’ es, oportunismos políticos aparte, fruto de esa equivocada mentalidad que tan en boga está hoy día de pensar qué la seguridad total puede existir, qué estamos siempre a salvo y, en última instancia, qué, si pasa algo, es por culpa de alguien. Evidentemente, a veces hay culpables, pero en la mayoría de ocasiones, un accidentes es precisamente eso, un accidente, es decir, y cito a la RAE, un ‘Suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daño para las personas o las cosas’. Lo que hay que intentar es que las probabilidades de que vuelva a ocurrir algo como lo de Carral disminuyan en lo posible, y eso pasa más por concienciar e informar que por tirarse los trastos entre federaciones o presumir de ‘nosotros lo hacemos mejor’. En todo caso, aunque algunos igual hasta aprovechan para apuntarse el tanto (¡allá ellos con su conciencia!), bienvenido sea que el Princesa haya concluido sin incidentes, necesitábamos un rallye tranquilo, lo tuvimos y eso es lo que realmente importa.

CUATRO RALLYES EN UNO

Hablamos de un rallye pero, en realidad, el Príncipe (perdón ¡Princesa!) del 2015 eran cuatro rallyes simultáneos. La puntuabilidad para el poco menos que anecdótico Trofeo de Europa FIA (¡ni la propia federación internacional tiene actualizadas sus clasificaciones desde hace meses!) y la particular reglamentación técnica de nuestro Campeonato de España significaban el ya habitual ‘desdoblamiento’ en dos de la lista de inscritos en el, digamos, rallye principal, el que se desarrollaba sobre las doce especiales repartidas en dos días de que constaba este año el recorrido. Además, estaban el rallye del Campeonato de Asturias, que aportaba una numerosa participación de equipos regionales para competir en nueve especiales, las tres del primer bucle del viernes y las seis del sábado, en las que entraría en acción también la interesante novedad del ‘Legend’, por primera vez en nuestra región para celebrar su tercera edición, tras las dos anteriores con sede en el rallye de Madrid.

Como suele ocurrir en estos casos, ello daba lugar a un notable lío de clasificaciones y al resultado ya habitual en los últimos años de tener un ganador ‘oficial’ que no es realmente el que ha invertido menos tiempo en completar el recorrido. Un tema que confunde y al que dediqué como explicación, en el reportaje del Príncipe 2013, la ‘parábola de la regata’ que me permito reproducir a continuación, ya que la situación sigue siendo exactamente la misma y creo que mejor no lo se contar:

‘Imaginaos que organizásemos una prueba del europeo de veleros (certamen en el que, como es de esperar, compiten barcos de vela) pero luego admitiésemos también en ella a los barcos con motor (porque en nuestro nacional de regatas, por caprichos de unos y otros, está permitida la propulsión mecánica además de la proporcionada por el siempre voluble viento). Evidentemente, el ganador oficial de la regata sería siempre el velero más rápido pero seguro que ese no será el primer barco que cruce la línea de meta, ya que antes habrán llegado al menos unos cuantos de los impulsados por motor, que se disputarán entre ellos el primer puesto en el campeonato nacional… pues ni más ni menos eso es lo que nos pasa prácticamente cada año en el Príncipe desde que la reglamentación del Campeonato de España de rallyes de asfalto permite coches más competitivos que los admitidos en los certámenes FIA.’

De todas formas, como parece que nos gusta complicarnos la vida, este año, aun teniendo claro lo anterior, aun se daba un caso cuando menos ‘curioso’, como era el hecho de que en la lista de coches digamos ‘nacionales’ hubiese varios vehículos pertenecientes a un grupo FIA como es el R2. La explicación estaba en la diferente monta de neumáticos de unos y otros. Los que aparecían en la lista ‘europea’ iban calzados con las nuevas gomas de dibujo asimétrico (a medio camino entre slicks y rayadas) que preconiza la federación internacional desde la pasada campaña, mientras que los R2 incluidos en la lista ‘nacional’ montaban neumáticos digamos ‘clásicos’ (es decir, slicks totalmente lisos para seco, gomas con dibujo para mojado). Lo sorprendente es que todos, usasen ruedas FIA o no, iban juntos en la clasificación de la Copa FIA del Campeonato de España, aunque, en realidad, los únicos que cumpliesen cien por cien la normativa internacional eran los del listado europeo.

Este último, pasando ya a hacer un rápido repaso de la participación en el rallye, estaba encabezado por el árabe Rasheed Al Ketbi al volante de un Ford Fiesta R5. El piloto de los emiratos venía a Asturias con la intención de sumar puntos para el Trofeo de Europa FIA, en el que ya había logrado algún buen resultado a principio de temporada en los dos rallyes celebrados en Rumanía. Con otro R5, la unidad de RMC que había utilizado por primera vez en Ferrol, el asturiano Jonathan Pérez optaba por salir en la lista europea (montando las ya comentadas ruedas ‘asimétricas’ y la válvula ‘popoff’ que en el nacional no es obligatoria) para así optar al triunfo en la general ‘oficial’ del rallye, un triunfo de prestigio que nunca sobra en ningún palmarés.

Un triunfo que, en buena lógica, debía estar entre los dos R5, ya que el resto de la corta lista ‘europea’ (apenas una quincena de coches) estaba compuesta por los menos competitivos R3 y R2. Entre los primeros, todos ellos Renault Clio R3T al ser la prueba asturiana valedera para el certamen internacional que la marca del rombo ha convocado este año para su último modelo de rallyes, estaban los ya vistos este año en el Trofeo Ibérico (el asturiano Fran Cima y los portugueses Antunes y Correia) y los que iban a competir en la versión europea del monomarca de Renault: el húngaro Zoltan Bessenyey, el madrileño Alberto Monarri (que dejaba por este rallye el Dacia para subirse a un Clio del equipo francés Chazel) y todo un viejo conocido de la afición nacional, el catalán David Nafría (de vuelta a un rallye del campeonato de España tras varios años de ausencia, en los que ha competido algo en Francia). No se presentaba, en cambio, aunque se había inscrito, el líder del Trofeo Internacional de Renault, el francés Alain Pyrame.

Por lo que respecta a los R2, la lista ‘europea’ incluía a los tres Opel Adam ‘oficiales’ de Esteban Vallín, Ángel Paniceres y Ángela Vilariño, a los Peugeot 208 asistidos por RaceSevEn de Víctor Senra y José Luis Peláez, y al Ford Fiesta que RMC ponía a disposición de Emma Falcón, en el que era el esperado retorno a las carreras de la joven piloto canaria tras su fuerte accidente del año pasado en el Sierra Morena. La lista ‘nacional’ la encabezaban los Porsche de Miguel Fuster, Iván Ares y Sergio Vallejo, máximos favoritos a las tres primeras plazas de la clasificación que a todos nos interesaba, la scratch del Campeonato de España. Una tabla en la que entraban todos los españoles del rallye (con coches FIA o no) que, un año más, nos costó Díos y ayuda que le dejasen activar a los responsables de cronometraje, y eso que la reclamamos ya antes incluso del primer tramo, no apareciendo en las pantallas hasta bien entrada la tarde del viernes cuando, finalmente, los comisarios FIA tuvieron a bien darla de paso.

El resto de participantes del Campeonato de España eran, en su mayoría, los ya habituales de otras citas esta temporada: desde Cristian García y su EVO X R4 a Edgar Vigo y la unidad grupo N del Mitsubishi, pasando por Antxústegui con el Swift S1600, Marbán con el Lotus, Alonso Liste con el Mini, Mora en su segunda participación con el 208, Pazó y Blach con los Fiesta del equipo de Rallycar y los contendientes de las copas de Suzuki y Dacia. Finalmente, las únicas novedades en la lista de inscritos del nacional eran la participación de los Abarth del certamen vasco, el estreno en el Campeonato de España del cántabro Óscar Sarabia como piloto del KIA ProCeed ya visto en el Rías en manos de Víctor Pérez, y la presencia de varios pilotos asturianos: Óscar Palacio (con su Mitsubishi EVO X R4 en busca de puntos para consolidar su liderato en el Campeonato de Asturias), Marcelino Hevia (con la intención de plantarle cara en la clasificación del regional al volante de su Abarth Punto S2000), Iván Suárez (de retorno a la acción, tras larga ausencia, con un EVO X N+) y Pelayo Fernández (que se subía a uno de los Sandero de la Beca Dacia, también tras bastante tiempo sin carreras).

En total, algo más de 50 participantes en el rallye del Campeonato de España, número digno aunque nada que ver con la cifra record de más de 160 que tomaban parte en el conjunto de la competición y al que se llegaba gracias a la muy bienvenida presencia de los sesentaytantos del regional y los cerca de cincuenta del Legend.

LOS PRETENDIENTES DE LA PRINCESA

Creo que todos teníamos claro que, salvo sorpresa, el rallye que más interés competitivo despertaba, el del Campeonato de España, iba a estar sólo entre dos: Miguel Fuster e Iván Ares, equipados además, por primera vez, con igual montura: el Porsche GT3 Cup 2010. Ambos iban a pelear con las mismas armas para ganar y, ya que estábamos en un rallye de nombre tan sugestivo para el tema en cuestión, su duelo se me antojaba como una especie de justa medieval, con dos rivales en busca de la victoria y el premio ofrecido por la Princesa que preside el torneo. Una Princesa a la que imagino de singular belleza, protegida del sol, que apretaba de firme al inicio de la tarde del viernes, en su palco adornado con ricos brocados y sin saber cual de los dos pretendientes va a acabar resultando más digno de merecer sus favores: de un lado, Fuster, el veterano noble cargado de títulos, del otro, Ares, el joven plebeyo en busca de gloria.

Y, en efecto, la pelea entre ambos se convertía, desde el arranque de la prueba, en el principal foco de atención del rallye. Cual si de ese imaginario torneo medieval se tratase, los dos partían a todo galope, lanzas en ristre, dispuestos a golpear primero y, si no lo conseguían, a devolver el golpe de inmediato. Los dos envites iniciales eran poco menos que un empate técnico, cinco décimas a favor de Fuster en Llanera, cuatro de ventaja para Ares en Oviedo. Algo así como dos impactos de cada uno en el escudo del oponente que apenas hacían mella en la resistencia del rival.

En cambio, la tercera arremetida, primer paso por Riosa, si que deparaba ya las primeras diferencias. Ares tenía un susto importante en una zona rápida, llegando a tocar el guardarail con la aleta trasera derecha de su Porsche pero evitando, al menos, la salida de carretera. El resultado eran casi quince segundos a favor de Fuster… en términos de nuestra ‘justa’ como si al cruzarse a toda velocidad los corceles de ambos en plena embestida, el caballero venido del levante hubiese golpeado con la lanza a su oponente del noroeste, dejando una marca en su metálica coraza y haciéndole perder momentáneamente el equilibrio, sin conseguir derribarlo pero sumando el primer tanto a su favor en el cómputo total del torneo.

Llegaba entonces la asistencia de la tarde, momento equiparable en nuestro relato con tintes medievales a los instantes entre combates que servían a los escuderos de uno y otro caballero para restañar heridas, si las hubiese, reparar cualquier desperfecto en sus armaduras y limpiar y dar de comer a los caballos. Con ambos corceles de nuevo impecables, el blanco con guardas negras fileteadas de verde del veterano noble levantino y el de pelaje rojizo del joven plebeyo del occidente, el duelo se reanudaba de un modo muy similar a como se había iniciado apenas unas horas antes, otra vez con intercambio de golpes pero sin apenas consecuencias en el resultado. En la repetición de Llanera, Ares recuperaba algo más de dos segundos, y en la de Oviedo Fuster volvía a cobrar algo más de uno. De nuevo un par de igualados envites, saldados con más ruido de cascos y de metal contra metal que con efectos tangibles. Y como al caer la noche nos quedábamos sin el segundo paso por Riosa, cancelado como casi era de esperar, aunque la causa fuese más bien la intransigencia de un vecino que el presumible exceso de público en el único tramo disputado fuera de horario laboral, las espadas quedaban en alto para el día siguiente y apostar por la victoria de uno de los duelistas continuaba siendo de lo más arriesgado, la Princesa tendría que seguir esperando sin saber cual de los dos iba a ser el elegido.

El sábado, para añadir aun más factores de emoción, amanecía con cielos cubiertos y evidente amenaza de lluvia. La duda casi no era saber si iba a caer agua, más bien cuando iba a comenzar a ocurrir. Lo cual era todo un dilema con un bucle de tres tramos por delante para empezar el día, de los que el último era, además, el más largo del rallye, una variante de todo un clásico del Príncipe, el siempre complicado Miravalles. Y ahí empezaba a decantarse el resultado final. Algunos dirán que por cuestión de fortuna, porque acertar en estos casos necesita siempre de un poco de ayuda por parte de la caprichosa diosa del azar. Otros afirmarán, en cambio, que es en esos momentos, cuando la experiencia es un grado, en los que el más experto suele estar casi siempre más atinado que el más novel. Sea como fuere, el caso es que al bucle matinal los ‘corceles’ de nuestros dos ‘caballeros’ partían con ‘herraduras’ diferentes: más duras en el caso del montado por el veterano noble levantino, que apostaba por el clima seco propio de sus dominios de origen, más blandas en el del atrevido plebeyo de ascendencia celta, que esperaba la llegada del clima húmedo tan habitual en su tierra.

Finalmente, las nubes no descargaban una sola gota de agua, y aunque los dos primeros envites volvían a ser un toma y daca, un intercambio de golpes tan intenso como estéril que se traducía en siete décimas a favor de Ares en Siero y tres para Fuster en Villaviciosa, el tercero, sobre los casi treinta kilómetros entre Colunga y Piloña, si que marcaba diferencias. La montura de Ares acusaba el desgaste de su calzado y tenía que aflojar el ritmo mientras la de Fuster continuaba a galope tendido y le infringía un duro castigo en forma de algo más de una docena de segundos que, prácticamente, duplicaban la diferencia entre ambos, elevándola a cerca del medio minuto.

Entonces, cuando ambos retornaban a sus cuarteles para la última asistencia, empezaban a caer las primeras gotas de agua sobre el ‘campo del honor’ en el que se iban a dilucidar los últimos envites del reñido duelo. Unas gotas que, de todas formas, eran escasas y no se traducían en el esperado chaparrón, cesando incluso unos minutos después. La incertidumbre sobre que hacer aumentaba. En el campamento donde reponían fuerzas el levantino y sus huestes se optaba por la lógica prudencia del que se ve con ventaja y no quiere riesgos, lo que se traducía en una monta conservadora: gomas para piso mojado. En el otro bando, en cambio, el atrevimiento de la juventud del gallego se mezclaba con el deseo de enmendar el error anterior y el afán de volver a la carga en busca de la ansiada victoria. Y para ello sólo había una táctica, la del todo o nada, la de ir a la contra, la de apostar porque, después de todo, no llovería y los slicks se convertirían en arma letal, en la lanza que impacta de pleno en el yelmo del sorprendido rival y lo derriba aparatosamente del caballo. Todo un desafío lleno de riesgos para intentar el típico giro final de toda película o novela romántica con princesas y caballeros que se precie, en las que casi siempre es el joven atrevido y que va perdiendo quien finalmente logra triunfar.

Pero los rallyes no son siempre tan románticos... es más, suelen ser muchas veces crueles y despiadados con los que no se conforman y tienden a premiar más la paciencia que el ímpetu, no en vano nacieron como pruebas en las que contaba, sobre todo, la regularidad y la resistencia, el cálculo y la adecuada planificación sin fallos. Así que, aunque el desenlace de nuestro tal vez un poco forzado ‘relato de caballerías’ se resienta con ello, el desesperado último envite del joven galaico no sólo no dio con los huesos de su experto rival en el suelo sino más bien todo lo contrario. Con los dos contendientes ya de camino a la pelea final, las nubes decidieron soltar su húmeda carga y la suerte del duelo quedó definitivamente echada. Sobre el deslizante asfalto de los tres últimos tramos, Ares, con su Porsche calzado con gomas para piso seco, no sólo no tuvo opción alguna de inquietar a Fuster, sino que, incluso, acabó siendo rebasado por otro noble veterano con títulos, experiencia y mil batallas como esta ya libradas anteriormente, Sergio Vallejo. El de Meira nunca había estado en la pelea, manteniéndose siempre en ese segundo plano al que parece estar condenado todo el año, pero aprovechaba el error de Ares para superarle en el bucle final y alcanzar, otra vez ‘in extremis’, una segunda posición que minutos antes parecía totalmente fuera de su alcance, relegando a Iván a ,la tercera plaza.

Por delante de ambos, el veterano noble levantino llevaba su el corcel blanco con mano firme hacia una nueva victoria. La Princesa era suya después de dos días de dura lucha en los que había demostrado los valores de valentía, gallardía y esfuerzo que todo ganador de una justa ha de poseer. Valentía para aceptar el desafío del joven rival, gallardía para sostenerlo con el brío necesario, sin dar nunca un paso atrás, y esfuerzo para resistir todos los envites y acabar siendo el triunfador. Y aunque esté acostumbrado a ganar, de numerosos que han sido ya sus logros en tantos años de lucha, no se si lo imaginé o realmente noté un destello especial en sus ojos cuando subió por quinta vez este año a lo más alto del podio. Un brillo propio del que generan triunfos como el conseguido por Fuster en este Princesa, un triunfo peleado de principio a fin, ante un rival dispuesto a no darle respiro y que llegaba con todo el ímpetu de su juventud dispuesto a destronar al veterano campeón. Y aunque eso tal vez sea aun posible este año, ahora ya está más complicado por mucho que, estoy seguro, Ares lo seguirá intentando y el duelo entre los dos continuará en lo que quede de temporada… sean tres o dos rallyes si, finalmente, lo de que el Cantabria no tiene presupuesto carece de verdad este año de remedio. Un duelo, además, lleno de complicidad que resume perfectamente la foto con la que cierro la sección de postales, una escena, captada justo a la llegada del penúltimo bucle, llena de respeto entre dos guerreros cansados por la lucha que estaban manteniendo y ya con la mente en las que aun quedan por librar. La siguiente, en Llanes, será para no perdérsela.

EL RALLYE DE LOS ASTURIANOS

Correr en casa siempre es mejor que hacerlo fuera, eso es indudable. Por un lado está el mayor conocimiento del terreno, siempre importante en una especialidad como son los rallyes. Por otro la motivación adicional que supone competir ante tu gente, tus amigos, tu familia. Además hay factores de índole práctica, como pueden ser, en algunos casos, el menor stress que supone dormir en casa y no tener que andar pendiente de hoteles y demás cuestiones logísticas. Factores todos ellos que pueden acabar convirtiéndose en esos segundos que hacen falta para batir al rival.

Pero no todo son ventajas, de hecho no faltan las ocasiones en que ese conocimiento del terreno se deriva en el exceso de confianza que lleva al error. O esa motivación extra no se canaliza bien y acaba produciendo más efectos negativos que positivos, dando paso a esto tan típico de ‘sentir la presión en exceso’. O, incluso, que el hecho de estar ‘en casa’ haga que la concentración se disperse con temas cotidianos de los que estarías alejado de competir ‘en campo ajeno’.

A la vista de los resultados de este ‘Princesa’, lleno de triunfos de pilotos asturianos en un buen número de sus clasificaciones, se podría decir que las ventajas superaron a los inconvenientes, lo que sería, en todo caso, sólo una parte de la verdad. Porque en los éxitos de los pilotos de la región hubo más que el ‘factor cancha’, no en vano la mayoría de los que lograron vencer en este rallye son también habituales en las primeras plazas de sus respectivas categorías cuando corren ‘a domicilio’.

Empezando por el final, asturiano acabó siendo el ganador oficial de la prueba, es decir el vencedor en la clasificación ‘europea’: Jonathan Pérez, que dominó de cabo a rabo el ‘rally FIA’ con su llamativo Fiesta R5 ‘Don Salmón’. ‘Yoni’ tenía como teórico gran rival al árabe Al Ketbi pero ya desde el primer tramo se pudo comprobar que el ritmo de uno y otro era muy diferente. Mientras el de Sariego era el ‘primer no Porsche’ en el cómputo total de tiempos de las tres primeras especiales, el de los emiratos no podía con varios R3 y R2 en las dos primeras, y aunque mejoraba algo en la que cerraba el bucle, era sólo tercero del rallye internacional, cediendo ya más de un minuto veinte. Y en la siguiente especial, tal vez intentando forzar el ritmo a la vista de esas diferencias, Rasheed golpeaba una piedra que destrozaba la dirección de su R5 y le obligaba a abandonar. A partir de ahí, el título de ganador en el 52 Rally Princesa de Asturias – Ciudad de Oviedo y los consiguientes trofeos de la casa real estaban poco menos que asegurados para Jonathan y su joven copiloto, René Rúa. Quedaba rematar la faena, sin cometer errores, manteniendo un buen ritmo que les permitiese estar al acecho por si los Porsche fallaban en el nacional y, a la vez, no verse sorprendidos por sus compañeros de equipo en RMC, Cristian García y Rebeca Liso con el EVO X R4, que también tenían ante si uno de esos rallyes en tierra de nadie en los que tan fácil es acabar equivocándose y tan complicado resulta encontrar la motivación necesaria para exigirse ese algo más que te pide la pelea cuerpo a cuerpo con un rival. Un rallye, de esos que se acaban haciendo largos, que el asturiano solventaba sin fallos, confirmando en los tramos de casa las buenas sensaciones que había dejado en su estreno del coche mundialista en Ferrol. Un coche con el que Jonathan parece haber congeniado ‘a la primera’ y con el que subía a lo más alto del podio el sábado por la tarde en Oviedo para conseguir un triunfo de prestigio, justa compensación a los sinsabores que le han deparado los rallyes en otras ocasiones no muy lejanas.

En ese podio europeo acompañaban a ‘Yoni’ otros dos pilotos asturianos más, aunque ambos acababan llegando al mismo de forma muy diferente. En el segundo escalón se subía Fran Cima (también con copiloto astur, Jandrín López) después de un rallye que, estoy seguro, tenía muchas ganas de hacer desde que estrenó el Renault Clio R3T en el Sierra Morena. En lo que va de año, Fran ha ido siempre con la ‘calculadora encendida’ y un objetivo claro en su cabeza, repetido como un mantra: ‘Montecarlo, Montecarlo, Montecarlo’. Participar en el rallye más famoso del mundo, el que cada enero captura la imaginación de todos los aficionados (y de los que no lo son tanto pero se ven atraídos por su fama, su fascinación o su historia) es el premio para el ganador del nuevo Trofeo puesto en marcha por Renault en varias zonas de Europa para sus Clio R3T. En la denominada ‘Iberia’, con mayoría de rallyes en el campeonato de España y uno, ya celebrado, en Portugal, el ovetense apenas ha tenido que apretar el acelerador para superar a sus dos muy irregulares rivales lusos, a los que ha dominado sin problemas. Y como el presupuesto es el que es (¡y gracias!), tampoco era plan de derrochar en ruedas nuevas ni de arriesgarse a caros golpes para acabar más arriba en la tabla de cada rallye, aunque ello supusiese ser superado, una vez si y otra también, por un buen número de los aguerridos R2, que espoleados por su guerra particular forzaban el ritmo donde Fran se lo tomaba con calma.

Pero en el rallye de casa, aunque no lo quisiese confesar cuando se lo comentábamos antes de la inicio de la prueba, había que ‘correr algo más’. Y no solo por competir ante su gente sino porque, además de los portugueses, había otros tres Clio R3T, dos de ellos en manos de gente del prestigio y experiencia de Alberto Monarri y David Nafría. Y aunque, en realidad, la suya fuese ‘otra guerra’, al competir por la clasificación europea del Trofeo de Renault pero no contar para la Ibérica, Fran quería batirse con ellos, ‘ver dónde estamos’, como nos decía en respuesta a nuestro comentario inicial sobre el ritmo que iba a llevar. Y ese ‘dónde estamos’ se traducía, de inmediato, en unas diferencias notables a favor del ovetense, que completaba el primer bucle ocupando ya la segunda plaza del rallye europeo y, lo que era más importante, con cerca de minuto y medio de ventaja sobre el siguiente Clio, pilotado por Monarri. Una diferencia que subía hasta el 1:43 a su favor con el que cerraba la etapa del viernes respecto al madrileño, con 38 segundos más sobre Bessenyey y 40 ante Nafría. Y no sólo eso, en el rallye del Campeonato de España, Fran situaba el Clio blanco y negro con ribetes amarillos donde nunca antes había estado en todo el año, nada menos que sexto scratch, justo tras los tres Porsche, el R5 y el R4, y por delante de los R2, es decir, donde, por prestaciones y precio, realmente le corresponde estar al R3T galo. La demostración estaba hecha, quedaba aun una larga etapa en la que había más a perder que a ganar, especialmente con la llegada de la lluvia, en la que las gomas ‘asimétricas’ FIA son más un castigo que cualquier otra cosa, y Fran usaba la cabeza y volvía a ‘encender la calculadora’ que había apagado el día anterior. El sábado tocaba aguantarse las ganas de seguir pisando a fondo y el mantra volvía a resonar en su cabeza ‘Montecarlo, Montecarlo, Montecarlo’. Con llegar a meta el sueño sería realidad, y Fran y Jandrín lo hacían, resistiendo incluso en el segundo lugar del rallye europeo y cediendo solo una plaza en el del nacional ante otro asturiano al que unos párrafos más abajo dedicaremos también el comentario que su sensacional actuación merece, el increíble Manuel Mora. El objetivo de Cima estaba cumplido, el próximo enero volverá a haber, después de muchos años, un equipo cien por cien asturiano por el Turini y demás tramos que son ya parte de la mejor historia de los rallyes. Y, mientras tanto, con el premio ya asegurado, queda aun tiempo para disfrutar en lo que resta de temporada. Así que, ya sabes Fran, deja la calculadora en casa ¡y a correr como el viernes en el Princesa!

Si el segundo dúo astur en el podio del rallye europeo llegó al segundo peldaño gracias, sobre todo, a sus cronos del viernes, el restante asturiano en subir al ‘cajón’ situado en la Plaza de los Ferroviarios de Oviedo lo consiguió justo del modo contrario. Esteban Vallín, al volante del Opel Adam, empezó muy por debajo de lo que esperábamos, viéndose superado en el primer bucle no sólo por el alucinante Mora (qué, al fin y al cabo, los superaba a todos en la categoría de moda del nacional) sino, también, por su rival en la pelea por el título de R2, Víctor Senra, y por su nuevo compañero de equipo, el joven Ángel Paniceres (otro de los astures con derecho a mención especial un poco más adelante en este apartado de la crónica). El de Colunga mejoraba en las segundas pasadas por Siero y Oviedo pero, aun así, terminaba la jornada del viernes a 20 segundos de Senra, su objetivo prioritario para un rallye en el que había que empezar a enderezar lo que se torció con los dos abandonos en tierras gallegas. Un objetivo que, sabiendo lo que venía al día siguiente, estaba más que a su alcance. Porque el sábado tocaba Miravalles, el tramo de casa de Esteban, el que tenía marcado con una cruz para atacar a fondo. Antes, en los de Siero y Villaviciosa, el de Opel ya dejaba en la mitad, sólo 10 segundos, su desventaja respecto al Peugeot de su rival, y eso pese a haber apostado porque no llovería y haber montado el compuesto más duro mientras Víctor había optado por el intermedio. Una decisión que se revelaba acertada en los interminables, retorcidos y, por momentos, agobiantes, 30 kilómetros de Colunga-Piloña, en los que llegaba, por fin, el Vallín que todos esperábamos. Su crono, séptimo absoluto del nacional y primero entre los R2, superaba en más de 40 segundos el de Senra, que sufría con unas gomas a las que, sin humedad en el asfalto que las aliviase, el último tramo del bucle se les hacía más que largo. De un plumazo Esteban le había dado la vuelta a la tortilla, había rebasado a su principal rival en el campeonato, se había puesto tercero en la clasificación ‘europea’, acercándose amenazadoramente a la segunda plaza ocupada por Cima, y había dejado por debajo del minuto la distancia con Mora, que seguía al frente del grupo R2. Entonces llegaba la lluvia, y con las gomas FIA no había nada que hacer ante los que calzaban ‘rayadas’ de verdad. Tocaba conformarse con lo obtenido, subir al podio europeo por segundo año consecutivo (con mérito esta vez, lo del año pasado no dejó de ser un trámite) y hacer cuentas de lo ganado en puntos respecto a Senra. No mucho, porque el gallego se defendía bien y acababa justo a espaldas del asturiano en la general de los R2, pero si suficiente para, al menos, seguir teniendo esperanza de que la remontada sea posible. Sobre todo porque ahora viene Llanes y ahí vamos a ver correr a Esteban desde el principio, estoy más que seguro.

Los siguientes asturianos en subir al podio final, y en su caso, además, a unos cuantos, fueron Manuel Mora y su copiloto, Roberto Arias. El joven prodigio moscón completó un rallye de auténtico ensueño, subiendo un escalón más en su meteórico ascenso dentro de la jerarquía del nacional. Si en su debut, en Ferrol, ya se había situado nada más empezar a espaldas de los dos tenores del grupo R2, Senra y Vallín, en el ‘Príncipe’ los superaba a ambos desde la primera especial para liderar la categoría de principio a fin con la solvencia de todo un veterano. Su ritmo, tan rápido como constante y ausente de errores, no dejaba lugar a dudas sobre su talento y no daba opción alguna a sus rivales. Además, aprovechando al máximo la ventaja de poder montar gomas para lluvia en el bucle final, Mora no sólo resistía sin fallo alguno la presión que pudiese suponer la remontada de Vallín, sino que acababa superando en última instancia a Fran Cima para llevarse el triunfo también en la categoría de dos ruedas motrices del Campeonato de España, en la que faltaba, ya desde el segundo tramo del viernes, su líder y máximo favorito, Antxústegui, fuera de carretera a las primeras de cambio con el único Swift S1600 en competición. Todo ello, además, lo acompañaba Mora con una fabulosa sexta posición absoluta en la scratch del nacional y un segundo puesto en la del campeonato asturiano para redondear una actuación de esas con las que cualquier joven piloto sueña pero que rara vez la cruda realidad permite que se produzcan. Un sueño hecho realidad que el joven piloto de Grado seguirá viviendo en Llanes, punto de partida de su aventura en el Campeonato de España gracias a la gente de la Auto Colón que, a buen seguro, celebrará como se merece, en el rallye de casa, los primeros éxitos a nivel nacional de este piloto, tan rápido como tímido, que ha necesitado sólo dos rallyes para convertirse en la nueva sensación de un certamen en el que siempre le ha costado mucho trabajo abrirse camino a los que, como él, vienen de abajo con mucho más talento e ilusión que medios.

Y si Mora daba un paso al frente en el ‘Princesa’, mejorando su ya notable prestación de Ferrol, lo mismo es aplicable también para otro joven asturiano que visitaba el ‘cajón’ de la ‘Losa’ de Oviedo, Ángel Paniceres. El vigente campeón del Trofeo Junior se había estrenado en el rallye gallego al volante del tercer Opel Adam, cumpliendo con lo que se esperaba de él, ganar entre los ‘sub23’ sin cometer errores que estropeasen su debut con el equipo de la marca germana en España. Superada la primera prueba, llegaba el rallye de casa y Ángel se destapaba el viernes con unos cronos magníficos, permitiéndose incluso el lujo de completar el primer bucle por delante de su teórico ‘jefe de filas’, Esteban Vallín, y a apenas 9 segundos de Víctor Senra. Toda una demostración de sus progresos y de sus posibilidades que, con el abandono de su rival en la general del Trofeo Junior, Roberto Blach, suponía tener ya el sello de ‘objetivo cumplido’ en su particular hoja de ruta. A partir de ahí tocaba tomárselo ya con más calma pero, aun así, el joven Paniceres seguía rodando a buen ritmo en lo que quedaba del rallye, que completaba a un paso de los diez primeros en la general del Campeonato de España, cuyo ‘topten’ cerraba Senra apenas medio minuto por delante.

Con triplete asturiano en el rallye ‘europeo’ y ganadores ‘de casa’ en el Trofeo Clio Ibérico, la copa FIA y la categoría de Dos Ruedas Motrices del nacional, el grupo R2 y la Junior ya nos podíamos dar por más que satisfechos. Pero, además, poco faltaba para que también hubiese pleno astur en las dos copas monomarca con más participantes, las de Suzuki y Dacia.

En el certamen reservado a los Swift, el avilesino César Palacio y su copiloto, Adrián Pérez, habían logrado en Ferrol su primer podio, acabando terceros, su mejor resultado hasta la fecha después de un par de temporadas con pocas alegrías al volante del pequeño Suzuki. Un resultado que mejoraban con creces en el ‘Princesa’ (¡cómo me cuesta llamarlo así!), ganando con autoridad después de dominar prácticamente de principio a fin en el siempre competido ‘rallye dentro del rallye’ que disputan los Swift. Exceptuando el fugaz liderato de Adrián Díaz tras la segunda especial, nadie fue capaz de ir por delante de ‘CePa’, que controló la carrera con solvencia pese al acoso del rápido piloto gallego, segundo al final y más líder del campeonato, en el que la segunda plaza es ahora para Cortes, tercero en Oviedo, que supera en la general a Rico, víctima de un fuerte accidente que le dejó fuera de combate en la primera especial.

Por lo que respecta a los Sandero, la ausencia del imbatible Monarri dejaba la puerta abierta para que el triunfo se lo disputasen los jóvenes para los que, en realidad, está pensado el monomarca ‘lowcost’ de la marca rumana. A ellos se unía en Asturias otro de esos pilotos, con más manos y corazón que medios, que se han ido quedando por el camino debido a la ausencia de presupuesto: Pelayo Fernández. El menudo ‘Pelayín’, protagonista hace unos años de notables prestaciones en el regional asturiano con un desvencijado Peugeot 106 al que llevaba muy por encima del límite, volvía a competir después de larga ausencia y enseguida demostraba que sigue teniendo esa chispa que le hizo destacar en la recordada Challenge Hankook. Al volante del Dacia color café, el de Pravia era segundo al final del primer bucle de tres tramos, sólo superado por el levantino Rubén Gómez, al que arrebataba el liderato en la cuarta especial para concluir la jornada del viernes en cabeza, con algo más de veinte segundos de ventaja. Todo apuntaba a un retorno de ensueño para Pelayo pero, desafortunadamente, en el segundo tramo del sábado, el joven piloto local no podía evitar un fuerte toque que destrozaba la parte delantera izquierda de su Sandero, le obligaba a abandonar y le volvía a recordar el lado amargo de los rallyes, ese que los pilotos modestos y valientes como él conocen, por desgracia, demasiado bien.

Y si de pilotos modestos y valientes hablamos, de esos había muchos en el rallye regional, cuya numerosa inscripción era toda una gran noticia por lo que significaba de recuperar ese ‘espíritu del Príncipe’ que, nos temíamos, se había perdido poco menos que sin remedio en los últimos años. Durante mucho tiempo, el simple hecho de participar en el rallye había sido un objetivo poco menos que soñado para cualquiera que empezase a competir en Asturias. Pero con el paso del tiempo, el aumento de los costes y los cambios en las reglamentaciones, esa ilusión que llevaba a los más modestos a hacer milagros para estar en la salida se había ido perdiendo poco a poco, hasta llegar a extremos como los del 2009 cuando, en pleno apogeo del IRC, la presencia de equipos privados había sido escasa y la de regionales poco menos que testimonial. Desde entonces, poco a poco, algo se había ido recuperando en ese sentido, primero con aquella iniciativa del ‘Trofeo Deporte Asturiano’, puesta en práctica inicialmente por la Subida a Santo Emiliano (en plena ‘pelea’ nacional contra regional en las pruebas asturianas con puntuabilidad para el Campeonato de España), y después con el retorno de la validez para el certamen astur en estos últimos años. Una tendencia al alza en la participación de equipos modestos, que aumentaba de forma más que notable este año, al unirse el aliciente del precio más asequible de la inscripción con el retorno del rallye a la zona central de la región. Todo ello contribuía a tener más de 60 coches en la salida del ‘rallye regional’, entre los que estaban tanto los habituales este año en el campeonato de Asturias como un buen número de equipos, locales y hasta algún foráneo, para los que se trataba, ante todo, de participar en un ‘Príncipe’ y cumplir ese viejo sueño que, por lo que parece, todavía sigue vivo aunque había quedado un tanto aparcado durante más tiempo del que nos hubiese gustado.

El más rápido en ese ‘tercer rallye’ de los cuatro que componían el ‘Princesa’, acababa siendo el siempre espectacular Jonathan Alvarez con su vistoso BMW decorado con los logos de la sidrería de su padre, ‘El Paneru’, todo un entusiasta del motor que, estoy seguro, habrá regado con la buena sidra de su establecimiento situado en el gijonés barrio de La Calzada la celebración por el magnífico rallye de su chaval. Jonathan se imponía en el apartado regional por delante de todo un clásico en los primeros puestos de cualquier rallye asturiano, el pequeño en talla pero grande en valor Nacho Braña, que volvía a sacar el máximo partido a ese Saxo plateado por el que parece que no pasan los años. El podio lo completaba otro piloto que lleva ya unos cuantos resultados de esos que llaman la atención en pruebas de nuestra región, Sergio Alonso, capaz de conseguir cronos de enorme nivel con un 309 de apariencia vetusta pero buen sonido y al que hace rodar realmente deprisa. Los tres completaban, además, el ‘top ten’ en la general de la clasificación del Campeonato de Asturias, dominada lógicamente por los pilotos asturianos que competían con mecánicas más competitivas en los rallyes europeo y nacional. Entre ellos, el vencedor a efectos del certamen astur era Jonathan Pérez, completando el podio Mora y Vallín, con Cima cuarto, ya que, aunque en el cómputo total del rallye Fran acabase delante de Esteban, en la suma de los nueve tramos que se tenían en cuenta para el campeonato de Asturias ocurría justo lo contrario. Tras ellos terminaba el único de todos ellos realmente interesado en los puntos del regional, Óscar Palacio quien, al volante de su EVO X R4, alternaba cronos más que notables (como ese cuarto scratch del Campeonato de España en el primer paso por Miravalles) con dos roturas de palier que le acababan relegando al octavo puesto del nacional y la quinta plaza del campeonato de Asturias, suficiente en todo caso, ante el temprano abandono de su principal rival en la lucha por el título, Marcelino Hevia, para consolidar su posición al frente de la tabla.

Y si protagonismo asturiano hubo en los rallyes europeo, nacional y regional, en el esperado Legend también dejaron su sello los nuestros con ese primer puesto al scratch (aunque en realidad la clasificación general fuese oficiosa, la prueba de los veteranos se dirimía por categorías según el grupo y época de cada coche) conseguido por Aldo de Alberto en su estreno en la especialidad al volante del SEAT Córdoba WRC, con Úrsula Rodas como copiloto. En el entusiasmo y las ganas de competir en el rallye que mostraba el avilesino cuando hablábamos con él la víspera del inicio de la competición, estaba también ese espíritu recuperado de ‘cumplir un sueño corriendo un Príncipe’ que encontraba horas después en el langreano Miguel Mateos, otro debutante en la prueba (en su caso, en el apartado regional), cuando iba al Auditorio a entregar el GPS después de haber tenido que abandonar por una avería en su modesto AX. Su sonrisa por lo que había disfrutado pese a no poder terminar era tan o más grande que la de Aldo en lo más alto del podio del Legend y que la dibujada en los rostros de muchos pilotos y copilotos asturianos cuando entraban en el parque cerrado final, después de dos días de competición con el único premio de alcanzar la meta. Todos ellos, junto con los miles de aficionados que siguieron la prueba desde las cunetas, y con el esfuerzo del ACPA para remontar el vuelo después de unos años muy complicados, sacando adelante con nota muy alta un rallye complejo por su magnitud y muy difícil por las circunstancias en que le tocaba disputarse, han hecho posible que el Príncipe (perdón ¡Princesa!) haya vuelto a ser no sólo el rallye de los asturianos, como título este último apartado de la crónica en honor a los triunfos de los pilotos locales, sino, sobre todo, el rallye de todos los asturianos, como durante mucho tiempo había sido y nunca debió dejar de ser. El año pasado terminaba el reportaje pidiendo un cambio, apoyado por la letra de la mítica canción de Dylan, que fuese más allá del obligado nuevo nombre que iba a tener la edición del 2015. Ese cambio ha llegado y ha sido para bien, mi más sincera enhorabuena a todos los que lo han hecho posible... ¡y larga vida a la Princesa!

CLASIFICACIONES RALLY PRINCESA DE ASTURIAS

TROFEO DE EUROPA

Pos.

Piloto/Copiloto/Coche

Tiempo

1

Pérez-Rúa (Ford)

2:08:21.0

2

Cima-López (Renault)

a 4:10.2

3

Vallín-Odriozola (Opel)

a 4:21.5

4

Senra-Vázquez (Peugeot)

a 5:39.4

5

Paniceres-Alvarez (Opel)

a 6:10.3

Clasificación completa (fichero PDF)

CTO. ESPAÑA

Pos.

Piloto/Copiloto/Coche

Tiempo

1

Fuster-Aviñó (Porsche)

2:05:24.3

2

Vallejo-Vallejo (Porsche)

a 1:03.5

3

Ares-Bañobre (Porsche)

a 1:25.7

4

Pérez-Rúa (Ford)

a 2:56.7

5

García-Lisó (Mitsubishi)

a 3:30.2

Clasificación completa (fichero PDF)

Cto.ASTURIAS

Pos.

Piloto/Copiloto/Coche

Tiempo

1

Pérez-Rúa (Ford)

1:52:04.2

2

Mora-Arias (Peugeot)

a 2:57.1

3

Vallín-Odriozola (Opel)

a 3:24.1

4

Cima-López (Renault)

a 3:39.8

5

Palacio-Velasco (EVO X)

a 4:22.4

Clasificación completa (fichero PDF)

GR.A LEGEND RALLY

Pos.

Piloto/Copiloto

Tiempo

1ºWRC

De Alberto-Rodas

1:27:18.0

1ºA80

Magariños-Asorey

1:28:10.4

1ºA90

García-Quart

1:31:49.9

1ºB

Reyes-Mompío

1:33:28.0

1ºKC

Cabrera-Boto

1:42:41.4

Clasificación completa (fichero PDF)

Tiempos de los tramos: www.fotomotor.es

CLASIFICACIONES GENERALES

CTO. ESPAÑA

Pos.

Piloto

Puntos

1

MIGUEL FUSTER

236.5

2

IVÁN ARES

221.5

3

CHRISTIAN GARCÍA

168.5

4

SERGIO VALLEJO

167

5

PEDRO BURGO

147.5

CTO. ASTURIAS

Pos.

Piloto

Puntos

1

ÓSCAR PALACIO

85

2

CÉSAR PALACIO

50

3

MANUEL MORA

49

4

JOSE MARÍA CASTRO

48

5

MARCELINO HEVIA

47

POSTALES

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