inicio    archivo    contacto
31|08|2014
 TALENTO Y FORTUNA
Rosberg ganó en casa y sigue al frente del mundial pese a dos convulsas carreras en Hungría y Bélgica
El hombre de moda en la Fórmula 1 2014 es Dani Ricciardo, sonriente en lo más alto del podio de Hungaroring...
...y cruzando la meta como brillante vencedor en Spa
A Lewis Hamilton le siguen pasando demasiadas cosas negativas pero, aun así, todavía es favorito al título
Expresión entre preocupada y perpleja en los ojos de Vettel, que apenas está dejando destellos de su gran clase, eclipsado casi siempre por su nuevo compañero de equipo
Fabulosa actuación en Hungría del siempre infatigable Alonso, capaz de sacar el máximo de cualquier oportunidad que se le pueda presentar
Valteri Bottas sigue mostranso su rapidez tanto en seco con el mojado, y en Alemania y Bélgica sumó dos podios más para los renacidos Williams
El que también renació algo fue Kimi Raikkonen en Spa, donde por fin terminó por delante de Alonso en una carrera impecable del finés y que se le complicó mucho al asturiano.

Dicen que Napoleón prefería los generales que, además de las dotes necesarias para el cargo, tuviesen suerte. Y es que, a veces, el talento no es suficiente para triunfar si no está acompañado de ese bien intangible que son los designios de la caprichosa Diosa de la Fortuna. Sin embargo, tampoco la suerte por si sola basta casi nunca para alcanzar el éxito… como se suele decir, ‘hay que ayudarla’. Y de todo ello hemos tenido buenas muestras en los tres apasionantes y espectaculares grandes premios, disputados en los circuitos de Hockenheim, Hungaroring y Spa, a las que toca dedicar este cuarto comentario de la temporada sobre el mundial de Fórmula 1 del 2014.

Evidentemente, la fortuna ha tenido que ver, por ejemplo, con las dos sensacionales victorias que el siempre sonriente Dani Ricciardo ha logrado en las dos últimas citas del certamen, las de Hungría y Bélgica. Porque está claro que el joven australiano no hubiese tenido nunca a su alcance el triunfo en Hungaroring sin la ayuda del destino forzada por el error de Eriksson al estrellar su Caterham, lo que provocó la intervención del ‘coche de seguridad’ justo cuando los primeros ya habían pasado por meta y tenían que esperar una vuelta más para entrar en boxes, mientras que el australiano, que rodaba unos puestos más atrás, si podía aprovechar la ocasión, poniéndose en situación ideal para pelear por la victoria. Y también es obvio que de no ser por los nefastos resultados que para los Mercedes de Hamilton y Rosberg tuvo su más que polémico toque de la segunda vuelta en Spa, nadie hubiese podido no ya batir sino, siquiera, acercarse a las inalcanzables flechas plateadas en el fastuoso trazado del bosque de las Ardenas. Pero también es más que evidente que en ambos casos el talento de mi tocayo de las antípodas tuvo mucho que ver en dos victorias de esas que, definitivamente, le confirman no sólo como la gran revelación de la temporada sino, además, como uno de esos pilotos que van a marcar el futuro de la especialidad en los próximos años. El modo en que Dani está ‘demoliendo’ a todo un crack como Vettel (que sigue siendo tan bueno como lo era estos últimos cuatro años, por mucho que los ‘hinchas’ de turno se empeñen en denostarlo ahora) ya es, de por si, un síntoma claro de su rapidez y, sobre todo, de su madurez y su capacidad. Y la manera en que venció en Hungría, ‘despachando’ poco menos que en un suspiro al dúo Alonso-Hamilton, aprovechando a la perfección la ventaja de contar con gomas más frescas para superar a los dos pilotos que, probablemente, son los más difíciles de adelantar, especialmente en un trazado estrecho y tortuoso como el magiar, es toda una muestra de su ‘hambre’ de éxito, ese ‘extra’ tan necesario para ‘llegar’ a la cumbre de cualquier especialidad deportiva. Un ‘hambre’ perfectamente acompañada además por unas dotes innatas que se encargó de resaltar una pista como Spa en otro de esos domingos de nubes, claros y chubascos, tan habituales en la boscosa zona fronteriza entre Bélgica y Alemania. El ritmo al que Dani fue capaz de rodar sobre un circuito que ‘separa a los hombres de los niños’, especialmente cuando está en las condiciones en que se encontraba en las primeras vueltas de carrera, con la duda en cada curva de si la adherencia sería suficiente para pasar tan deprisa como él lo hacía por virajes que cortan la respiración como la famosísima secuencia de Eau Rouge y el Raidillon, el traicionero Pouhon o el vertiginoso Blanchimont, sólo está alcance de los mejores. Spa es una pista que no miente, el que destaca en ella es uno de los grandes, un selecto grupo en el que, definitivamente, hay que empezar ya a incluir a este sonriente australiano de nombre judio, apellido italiano y sonrisa ‘hollywoodiense’. Un piloto con las características justas que Napoleón buscaba para sus generales, talento y suerte.

Y si talento atesora, a raudales, Ricciardo, tanto o, probablemente, incluso más, tiene Lewis Hamilton, sin duda el piloto más rápido y espectacular que la fórmula 1 ha dado desde los tiempos del inolvidable Ayrton Senna. Sin embargo, justo cuando, por fin, cuenta con el mejor coche de la parrilla, después de unos cuantos años de ‘travesía del desierto’ debido a la falta de competitividad de los últimos McLaren y al año de transición que siempre tuvo claro que sería el 2013, en su paso a Mercedes, resulta que al sensacional Lewis le está dando la espalda la fortuna. Porque no puede haber otra explicación para la increíble sucesión de desgracias, la gran mayoría fuera de su control, que le vienen sucediendo esta temporada y que en estos tres últimos grandes premios se resumen en un disco de freno que explota en los entrenos de Hockenheim y lo ‘dispara’ a toda velocidad contra las vallas (con más susto que daño… algo de fortuna, al menos, en este caso), una fuga de combustible que convierte su Mercedes en una antorcha en la Q1 de Hungría y un toque del alerón de su compañero de equipo que raja uno de sus neumáticos traseros al inicio de la segunda vuelta en Bélgica. Tres situaciones que le han privado de una gran cantidad de puntos y, sobre todo, pueden acabar contribuyendo a minar una moral no siempre a prueba de bombas, siendo tal vez este uno de sus (pocos) puntos débiles y el que, precisamente, está tratando de explotar al máximo su antes íntimo amigo y ahora íntimo rival, Nico Rosberg. El ‘hijo de Keke’ está mostrando este año unas facetas de su carácter que, hasta ahora, habían quedado escondidas bajo esa imagen de ‘buen chico’ que se suele asociar a los que, como él, han sido dotados por la madre naturaleza de un rostro angelical cubierto de rubios cabellos. Pero tras esa apariencia se esconde, lo estamos viendo, alguien capaz de ser tan duro como lo podía ser su padre, alguien con la determinación necesaria para hacer lo que haga falta con tal de triunfar, ni más ni menos que lo que antes que él hicieron grandes campeones de la fórmula como Prost, Senna, Schumacher o, incluso, estuviese o no al corriente, el mismísimo Alonso. Así fue como el francés no dudó en ‘cerrar la puerta en las narices’ del brasileño cuando, en Suzuka 89, sabía que tenía todas las de ganar en caso de contacto entre ambos. Situación que, a la inversa, y de modo aun menos sutil, se encargó de devolverle un vengativo Ayrton, usando su McLaren como torpedo teledirigido a la línea de flotación del Ferrari de Alain en la primera curva del mismo escenario japonés justo un año después. Y al alemán tampoco le tembló el pulso a la hora de interponer su tocado Benetton en medio del camino del Williams de Damon Hill y, de ese modo, lograr su primer título mundial en Adelaida 94. Como tampoco tuvo un atisbo de vacilación, aunque esta vez sin éxito, en girar el volante de su Ferrari contra el flanco del Williams de Jacques Villeneuve en aquel inolvidable gran premio de Europa del 97 que vivimos en directo en Jerez, o en ‘aparcar’ su Ferrari en La Rascasse para dejar sin opciones a Alonso de arrebatarle la ‘pole’ en Mónaco 2006. Y que el español ganase en Singapur 2007 gracias a un elaborado complot de su equipo a través del famoso ‘crashgate’ no deja de ser otro de estos ejemplos de éxitos (o intentos de lograrlos) de algunos de los mejores pilotos de la historia acompañados de hacer uso, o sacar provecho, de modos y maneras no especialmente deportivos ni edificantes. Algo lógico, por otra parte, en un mundo tan despiadado como en el de la fórmula 1, en el que, como alguna vez dijo el gran Jackie Stewart, la mayoría de los que triunfa en F1 han que ser eso que los ‘Brittish’ definen como un auténtico ‘bastard’, palabra cuya traducción literal al castellano, ‘bastardo’, no deja claro precisamente el real significado que tiene en los comentarios del tricampeón escocés.

Así que, volviendo a este apasionante 2014, qué Rosberg ‘aparcase’ a propósito en la escapatoria de Mirabeau durante la Q3 de Mónaco, o que no levantase el pie saliendo de Les Combes en Spa, para evitar el contacto del alerón delantero de su Mercedes con el neumático trasero del de su compañero de equipo no ha de sorprender a nadie. Ganar a cualquier precio está en los genes de la inmensa mayoría de los grandes de este deporte (y de muchos otros). Lo mismo que lo están la Diosa Fortuna y sus designios, que hasta ahora favorecen más al querubín rubio que el ‘ángel negro’ que diría Antonio Machín en una de las canciones favoritas de mi abuela. En un mundial en el que Rosberg y Hamilton cuentan con tal ventaja mecánica gracias a unos Mercedes que siguen siendo muy superiores al resto (su ritmo en Spa, tanto en seco como en mojado, era más que preocupante para los demás, con ventajas de hasta dos segundos por vuelta en muchas ocasiones), la suerte va a jugar (está jugando ya) un papel importante. Y como talento no le falta a ninguno de los dos, el combinar ambos factores va a acabar por ser la clave para llevarse un título que, tal vez, si se decidiese sólo por rapidez y arrojo, debería ser, con claridad, para el británico, capaz aun con la fortuna en contra de sobreponerse a sus retrasadas posiciones de salida en Hockenheim y Hungaroring para acabar llegando en ambos casos al podio, terminando incluso en el segundo por delante de su compañero, que había partido desde la pole y al que, de nuevo la suerte y su influencia, el ‘safery car’ del que hablábamos al principio como factor importante en el triunfo de Ricciardo, había arruinado una carrera en la que, si todo hubiese discurrido sin incidencias, habría ganado con gran facilidad.

Una carrera la de Hungría, en la que salió a relucir, una vez más, el incuestionable talento de Alonso, unido a esa extraordinaria capacidad que tiene para aprovechar al máximo cualquier circunstancia favorable y ayudado, además, por una tan arriesgada como, finalmente, eficaz, estrategia de ese ‘muro’ de Ferrari, del que sólo se suele hablar en nuestra prensa cuando las cosas salen mal y hay que buscar culpables. Por momentos, cuando el monoplaza rojo con el número 14 se mantenía obstinadamente en cabeza, guiado por la mano firme y la voluntad férrea del piloto asturiano, pese a su evidente inferior ritmo y peor estabilidad con unas ruedas traseras cada vez más desgastadas, se nos venía a la memoria aquel extraordinario gran premio de España del 81, el primero al que asistí en directo y en el que el ‘indimenticabile’ Gilles Villeneuve tapaba todos los huecos con otro monoplaza rojo más lento y menos estable que el de sus perseguidores pero que se acababa convirtiendo en un muro infranqueable para todos ellos. Y aunque, finalmente, Fernando tenía que sucumbir ante el imparable empuje de Ricciardo (todo un símbolo de lo que está por venir, la nueva generación pidiendo paso y obteniéndolo de forma inexorable), su numantina defensa ante el mejor ‘adelantador’ de la parrilla de salida, Lewis Hamilton, no dejaba de ser otra muestra del desperdicio que supone para el asturiano su ya más que vano empeño de ser campeón con Ferrari. Un empeño en el que, quien sabe si por ese autoconvencimiento (muy cercano casi siempre a una ciega arrogancia) que todo piloto tiene de ser el mejor, de ser capaz de ganar con el coche que sea, sigue obstinadamente el asturiano, camino ya de cumplir su quinta temporada teniendo que conformarse con las migajas que le dejan los que, por fortuna o talento a la hora de escoger (que también para eso hay que tenerlo, como lo tenía Fangio, que siempre acababa pilotando el mejor coche, fuera este un Ferrari, un Maserati o un Mercedes), han contado con mejor material. Porque, por mucho que para sus fans baste (para él estoy seguro de que no es suficiente), lo de decir o querer demostrar continuamente que eres el mejor, el más grande, el número 1, lo podía hacer el gran Cassius Clay que, al fin y al cabo, sólo dependía de la fuerza de sus puños para lograr cada victoria, pero no sirve de nada en las carreras de coches. En el boxeo, el legendario ‘Alí’ no necesitaba de la fortuna, ni contar con mejor material, le bastaba con su talento sobre el ring, traducido en mortales ‘jaws’ o devastadores ‘crochets’ a las mandíbulas de sus rivales. Pero eso no es suficiente en la fórmula 1, como Alonso durante las últimas cinco temporadas, o Hamilton en estos últimos meses, están teniendo numerosas ocasiones de comprobar.

En todo caso, sea cuestión de fortuna, de talento, de material, o, realmente, de una combinación de todo ello, al final sólo puede haber un ganador. Que acabe siendo Rosberg o Hamilton (o Ricciardo si los de Mercedes no consiguen controlarse y se vuelven a ‘autodestruir’ como en Spa) ya casi será lo de menos, especialmente si seguimos teniendo carreras tan fantásticas como las de Alemania, Hungría y Bélgica ¿Quién dijo que la Fórmula 1 del 2014 era aburrida? Lo será, en todo caso, para el que sólo se divierte si ganan los suyos pero no para los que disfrutamos con un espectáculo que en muchas ocasiones sigue siendo inigualable.

Texto: Daniel Ceán-Bermúdez, Fotos: Departamentos de prensa equipos F1