Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

NARANJAS AMARGAS

Campeonatos del Mundo de Atletismo: Finales de 10.000 metros femeninos y relevo 4x400 mixto.

La carrera ha discurrido tal y como la habías planeado. El desenlace está a punto de ser el que esperas y deseas. Vas en cabeza. Apenas quedan unos pocos metros para alcanzar la meta. Cruzarla por delante es lo único en que está concentrada tu mente.

Vas a ganar. La mirada al frente te indica lo cerca que se encuentra el objetivo.

No quieres apartar la vista de esa esa última línea blanca pero, por el rabillo del ojo, atisbas la amenazadora sombra de una rival. Avanza con tu misma determinación pero con algo más de velocidad. Ya no hay tiempo para más tácticas o estrategias. Es el momento de la verdad.

Tu cuerpo está ya en el límite pero rendirse no es una opción. Tratas de forzar aún más para evitar que te rebase. Es inútil. Las piernas no responden a esa última exigencia. Ceden y te derrumbas.

Del todo al nada en un instante. Del dulce sabor del triunfo al amargo trago de la derrota.

Una derrota total, además, sin el consuelo de la plata o el bronce. Acompañada sólo de dolor y frustración. De dudas. ¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Te has confiado en exceso? ¿Has ahorrado más de la cuenta pensando que todo estaba bajo control? ¿Que no era necesario gastar más?

El desenlace de las finales del 10.000 metros femenino y el relevo 4x400 mixtos ha sido tan similar como diferentes son las características de las dos primeras carreras que han repartido medallas en la nueva pista de Budapest, sede de los Campeonatos del Mundo de Atletismo del 2023. En ambos casos, las atletas vestidas del característico color naranja de los Países Bajos han sucumbido estrepitosamente con la meta a la vista cuando trataban de mantener el primer puesto ante el postrero ataque de sus rivales.


En la larga prueba de fondo, Sifan Hassam lo tenía todo bajo control. La carrera había sido desesperantemente lenta en su primera mitad y apenas se había acelerado en su segunda parte bajo el impulso de sus grandes rivales, las etíopes. Para una atleta que es capaz tanto de ganar en medio fondo como en maratón el cansino ritmo era perfecto por dos razones. Le permitía ahorrar fuerzas para las otras dos distancias en que competirá en estos campeonatos, el 1.500 y el 5.000, y le ponía en bandeja un desenlace a la medida de su poderoso final.

Cuando Hassam atacó a falta de apenas trescientos metros su cambio fue tan brutal que parecía definitivo. Pero a su estela se pegó la más rápida de las atletas de camiseta verde. El color de la esperanza. La que nunca perdió Gudaf Tsegai en ese frenético doscientos por calle libre en que se convirtió el diez mil.

La etiope entró en la recta final apenas un metro por detrás de la neerlandesa. Distancia que fue reduciendo centímetro a centímetro hasta dejarla en nada. Ahí se quebró el plan de la europea nacida en África. Hassam trató de tapar el hueco pero ya era tarde. Tsegai llegaba con una pizca de velocidad extra. Mínima pero suficiente para ser decisiva. Mientras la neerlandesa se trastabillaba, hiriendo en su caída con la zapatilla derecha la rodilla izquierda de su rival, la etíope llegaba a meta la primera con un hilo de sangre recorriendo su pierna que añadía más épica aún a su triunfo. La actual campeonato del mundo de cinco mil era la nueva monarca del diez mil, encabezando además un inesperado triplete para su país con Gidey y Taye ocupando la segunda y la tercera posición.


Unos minutos después, el 4x400 mixto entraba en su posta final con la situación soñada para el equipo neerlandés. El planteamiento del equipo 'orange' era claro. Había que entregar el testigo a su máxima estrella, la fabulosa Femke Bol, lo más cerca posible del primer puesto que, presumíblemente, ocuparía el equipo estadounidense después de las tres primeras. Si se lograba, la reina de la vuelta a la pista, la única atleta capaz de ganar el cuatrocientos con o sin vallas por el camino, haría el resto y remataría el esfuerzo del equipo con la victoria para el cuarteto de los Países Bajos.

Tras una arrancada fulgurante por parte del tan veloz como rocoso Bonevacia, una perfecta defensa a cargo de la espigada Klaver y una tenaz resistencia del joven Klein, la situación era incluso mejor. Bol recogía en primera posición y avanzaba con esa mezcla de elegancia y eficacia propia de los nacidos para correr. Tras Femke Bol iba Alexis Holmes, la última relevista del equipo estadounidense. Una atleta que nunca había bajado de los cincuenta segundos en la vuelta a la pista no debería ser rival para otra que ha roto esa barrera en más de una ocasión.

Era la situación perfecta para la escuadra neerlandesa. Sin embargo la carrera no estaba todo lo resuelta que parecía. Con ese gen competitivo tan propio de cualquier representante del coloso norteamericano, Alexis no daba nada por perdido. Se pegaba a Femke a lo largo de la primera curva. Mantenía el ritmo de la europea en la primera recta. Aguantaba la segunda curva sin ceder un centímetro. Se atrevía a buscar el adelantamiento decisivo en la recta final.

Entonces, como había ocurrido con Hassam ante Tsegai, Bol veía impotente el avance de su rival y acababa por caer de un modo aún más aparatoso que su compatriota, dando con su rostro en el suelo. El oro, acompañado del récord mundial, era para el equipo de Estados Unidos. Para el de Páises Bajos ni siquiera quedaba el premio menor del bronce. Aunque Femke se levantaba a tiempo de cruzar la meta en la tercera posición por detrás de la británica, lo hacía sin el testigo, liberado de su mano tras el duro impacto contra el tartán. La descalificación resultaba inevitable y la última medalla se la adjudicaba el cuarteto checo.


La doble caída de las atletas neerlandesas será probablemente sólo un doloroso tropezón en su sus extraordinarias trayectorias. Tanto Hassan como Bol pueden y deben resarcirse en lo que queda de competición del mal sabor que les ha dejado la primera jornada de los mundiales de atletismo. Un desagradable gusto a naranjas amargas.

Fotos: Getty Images for World Athletics


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