Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

MEDIO SIGLO DESPUÉS TODO FUE DIFERENTE

Campeonatos de Europa de Atletismo: Final de 10.000 metros femeninos.

El atleta de camiseta roja, menor estatura y tez morena tiraba sin descanso. Le seguía, imperturbable, el de elástica azul, mayor altura y piel clara. El final se veía venir. El alto y rubio iba a salir lanzado en busca de la medalla de oro en los metros final dejando atrás al bajo y moreno, que ni siquiera tendría el consuelo de llevarse al menos la de bronce al ser superado también por otros dos competidores. Así recuerdo una de las primeras carreras de atletismo que vi, la final de los 10.000 metros de los Juegos Olímpicos celebrados en Munich a principios de los años 70.

Cincuenta años después, el estadio olímpico de la capital de Baviera fue escenario el 15 de agosto del 2022 de otra final de los diez kilómetros en pista que me pareció algo así como la versión reflejada en un espejo de aquella carrera del 3 de septiembre del 1972 en la que el tesón de Mariano Haro nada pudo ante el poderoso final de Lasse Viren.

Esta vez se trataba de un Campeonato de Europa y la protagonizaban mujeres en vez de hombres. Quien tiraba sin mirar atrás era la atleta de camiseta en tonos azules, espigada figura y tez clara. Pegada a su espalda corría imperturbable la de vestimenta rojiza, menor altura y piel oscura.

Por aspecto físico McColgan nos hacía recordar a Viren y Can a Haro. Sin embargo, por su modo de plantear y ejecutar la carrera era la británica a quien estaba destinado el papel del español mientras que para la turca nacida en Kenia era el del finlandés.

Cuando Yasmine decidió pasar al ataque, a tres kilómetros del final, nadie pudo seguirla. Al menos a Eilish le quedó el consuelo de acabar logrando la medalla de plata luego de un agónico duelo con otra atleta más baja y más morena procedente de África, esta con pasaporte israelí, Salpeter, a la que superó por fin en la última vuelta tras varios giros intentándolo sin éxito.

Por delante, muy por delante, Yasmine Can llegaba a la meta en solitario. La pequeña atleta morena vestida de rojo había ganado a la alta corredora rubia de camiseta azul tras resistir su fuerte ritmo antes de dejarla atrás en la parte final de la carrera. Cincuenta años después, en la misma pista y sobre la misma distancia, todo había sido tan extráñamente parecido como radicalmente distinto.


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