Miguel Díaz
@migueldiaz_LDS

EL REY GITANO VUELVE A SUBIR AL TRONO

WBC: Tyson Fury destronó a Deontay Wilder en el séptimo asalto

El Casino MGM Grand de Las Vegas acogió este pasado sábado la disputa por el título del Consejo Mundial de Boxeo (WBC) en la categoría de los pesos pesados, con la singularidad de tratarse de un combate de revancha (o mejor dicho, de desempate) entre dos peleadores que no conocían la derrota: El norteamericano Deontay Wilder frente al británico Tyson Fury.

La mezcla de dos estilos muy diferentes (Wilder como el explosivo pegador, que hasta ahora había zanjado 41 de sus 42 victorias por KO, frente al virtuoso y a la vez poco ortodoxo Fury, que en su enfrentamiento previo hace dos años había sido capaz de resistir los doce asaltos ante el bombardero de bronce, levantándose de un knockdown para acabar alcanzando el empate por la vía de los puntos) vaticinaba un apasionante espectáculo, con ligero favoritismo para un Wilder al que, gracias a su formidable mano derecha, apenas suele bastar un segundo de perfección para asestar un golpe definitivo. En la otra esquina, la roja, estaba un Tyson Fury que, a pesar de sus más que respetables cifras de finalización (20 KO a lo largo de sus 29 triunfos) todos otorgaban más posibilidades si el combate se decidía por las cartulinas de los jueces.

Sin embargo, el de Manchester dejó claro desde el arranque que llegaba dispuesto a romper ese guión e imponer su propio estilo. Se lanzó al ataque, fintando y conectando varios golpes significativos, aprovechando su mayor altura y alcance (2,06 metros frente a los 2,01 de Wilder). De forma que aunque el Campeón acertó con alguna contra peligrosa y parecía tranquilo a lo largo del primer y segundo asalto, no dejó de caminar para atrás y pronto constató que se enfrentaba a una guerra sin cuartel, en la que Fury no sólo ganaba a base de directos, sino que además al entrar en la corta distancia parecía saber bien cómo incomodar a Wilder en los clinch, lanzando algún golpe que rozaba los límites del reglamento.

En el tercer asalto, a poco más de medio minuto para el final, Tyson Fury conectaba un croché de derecha que, unido a un ligero resbalón, mandaba a su rival a la lona. Wilder se levantaba dañado (¿tal vez lo hizo demasiado pronto?) y acabó francamente mal el episodio, tratando de agarrarse a su contendiente como un náufrago a una tabla, mientras en su oreja izquierda se advertía un feo corte.

El público ya estaba en pie cuando comenzó el cuarto asalto, en el que Fury ganó ante un rival que terminaba claramente con poco aire, especialmente tras haber recibido dos durísimos golpes en los costados. Al asalto siguiente, ese trabajo de Fury para “talar el árbol” daba sus frutos, derribando por segunda vez a Wilder, esta vez tras un venenoso gancho al hígado. Poco importaba que medio minuto después el árbitro restase un punto a Fury (ya le había advertido antes, tras apreciar varios clinch sucios), y que esto diese un ligero respiro a Wilder. Se respiraba en el ambiente un aroma a asunto casi finiquitado, con serias dudas de que el americano pudiese recuperarse. Porque aunque Fury pareció bajar el ritmo en el sexto y séptimo asalto, escogiendo sus golpes con más cautela, a esas alturas del combate Wilder ya estaba viviendo con su espalda adherida casi de forma permanente a las cuerdas, hasta que su entrenador, queriendo evitarle un castigo innecesario, arrojó la toalla.

Tyson Fury regresa, con un combate impecable, al trono que en su día le hicieron perder sus excesos fuera del ring. Ahora, en la mente de todos los aficionados, está el soñar con un enfrentamiento ante su compatriota Anthony Joshua (Campeón WBA, IBF y WBO), para unificar todos los títulos de la máxima categoría.