Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

DERROTAR AL MONSTRUO

Tour de Francia 1975: Todos contra Merckx

Ganar siempre es antipático. Más aún si el afán de victoria lleva a quererlo todo, a no dejar prácticamente nada para el resto. Por eso, a mediados de los años 70 era fácil ‘odiar’ deportivamente a Eddy Merckx para un chaval de once años que empezaba a aficionarse al ciclismo a través de las gestas de su paisano José Manuel Fuente en el Giro de Italia. Pero, por mucho que nuestro ídolo lo intentara una y otra vez a base de violentos ataques en cuanto la carretera se ponía minimamente cuesta arriba, sus triunfos eran siempre parciales. Una etapa aquí, un premio de la montaña allá, el liderato durante unos cuantos días era lo máximo que el aguerrido ‘Tarangu’ conseguía arrebatarle al insaciable belga. Al final, la última ‘maglia’ rosa, la más importante, la que designa al vencedor absoluto después de tres semanas de dura competición, terminaba siempre cubriendo el fornido corpachón del ciclista flamenco en vez de la enjuta figura del asturiano. Cinco acumulaba ya Merckx al término de la temporada del 1974.

Lo mismo ocurría en el aún más prestigioso ‘maillot’ amarillo del Tour de Francia, que el belga ganaba también por quinta vez aquel año, en su retorno a la ‘Grande Boucle’ después de la ausencia del 1973, cuando había decidido añadir a su palmarés la otra ronda de tres etapas que le faltaba, la Vuelta a España y, por una vez, dejó vía libre a sus rivales en las carreteras francesas. Circunstancia que aprovechó el otro ciclista español que llenaba nuestros sueños infantiles de gloria sobre dos ruedas, Luis Ocaña. Un triunfo merecido, que compensaba, aunque fuera en parte, la terrible decepción de dos años antes. Entonces, el conquense nacido al otro lado de los Pirineos tenía contra las cuerdas a Merckx pero pagó cara su osadía. Un feroz ataque del belga, que no se resignaba a ser batido, obligó al español a tener que arriesgarlo todo en un descenso fatal que terminó con su cuerpo en el suelo, malherido y tiñendo de rojo con sus heridas la preciada prenda amarilla.

Embed from Getty Images
Ocaña en el podio de París al final del Tour del 1973

Por tanto, y para nuestra infantil desesperación, ni Fuente ni Ocaña habían conseguido batir a Merckx en una gran ronda por etapas pese a haberlo tenido cerca al menos una vez cada uno. Su siguiente oportunidad iba a ser el Tour del 1975, toda vez que ese año el belga decidió concentrarse durante la primera mitad de temporada en su otro territorio de caza favorito, las clásicas. Vestido con el maillot arcoirís de campeón del mundo que había conseguido por tercera vez al final del año anterior, el Canibal se dio un atracón de éxitos en la primavera ganando la Milán-San Remo, la Amstel Gold Race, el Tour de Flandes y la Lieja-Bastogne-Lieja. Triunfos en carreras de un día a los que añadió la victoria absoluta en la Semana Catalana.

No había duda, a sus 30 años de edad, Merckx llegaba al Tour en plena forma y dispuesto a ser el primero en alcanzar las seis victorias, superando en el palmarés el venerado Anquetil, con cuyos cinco triunfos ya estaba empatado.

Además, la carrera empezaba en Bélgica, donde todo estaba preparado para animar a su ídolo en la búsqueda del sexto maillot amarillo en París. Sin embargo, en el prólogo, una corta crono de 6 kilómetros celebrada en Charleroi, un jovencito italiano de 24 años de edad y planta espectacular de rodador llamado Francesco Moser agua la fiesta belga y, por dos segundos, consigue el mejor tiempo. Aunque no fuera un resultado en absoluto relevante de cara al objetivo final no dejaba de ser, sin duda, toda una contrariedad para el siempre ambicioso Merckx. No se conformaba nunca con un segundo puesto. Menos aún corriendo ante su público, que deseaba verle una vez más luciendo el, maillot amarillo. Sin embargo, se tendría que conformar con mostrarles su potente pedalear enfundado al día siguiente en el verde de la clasificación por puntos durante la disputa de los dos sectores de la primera etapa, que acabaría llevando a los participantes desde Charleroi al otro lado de la frontera con Francia, destino Roubaix.

Un trayecto en el que se encontraba el temible ‘pavés’, ese durísimo e irregular adoquinado sobre el que Merckx y sus compatriotas parecían deslizarse sin aparente dificultad mientras que para los escaladores era una tortura de vibraciones, pinchazos y caídas. Los caminos empedrados en pleno escenario de la Gran Guerra fueron la tumba para las aspiraciones de nuestros ídolos españoles. Ocaña perdía mucho tiempo y Fuente quedaba totalmente fuera de combate. El asturiano ya había empezaba ese año a notar en su cuerpo los síntomas de la enfermedad renal que pondría punto final a su carrera deportiva. Sin fuerzas, vacío por completo de energía, llegó a Roubaix fuera de control. Su esperado duelo en la montaña contra Merckx no se iba a producir. Para el asturiano era el principio del fin, nunca volvería a ser protagonista en una gran vuelta. Para el conquense se trataba también de un claro signo de que empezaba su cuesta abajo. Para el belga eran dos preocupaciones menos. El estilo anárquico del ‘Tarangu’ siempre resultaba peligroso, sus ataques secos y persistentes solían ser los que más trabajo le costaba controlar. Y la clase y la tenacidad de Ocaña le habían puesto contra las cuerdas tres años antes. Ni una ni otra cosa iban a suceder esta vez, el camino hacia su sexto Tour se iba allanando apenas iniciada la carrera.

Los siguientes días son los clásicos de la primera semana de casi cualquier Tour, territorio de caza para los velocistas, tiempo de impaciente espera para los favoritos al triunfo final. El liderato de Moser dura hasta la sexta etapa, en Merlin-Plage. Se trata de una nueva contra reloj pero ya algo más larga, de 16 kilómetros, en la que Merckx se impone con claridad para vestirse de su color favorito, el, amarillo.

Embed from Getty Images
Merckx vestido de amarillo en la contra reloj de Auch

Tres etapas más tarde, en esta ocasión sobre 37,5 kilómetros, entre Fleurance y Auch, toca otra vez lucha individual contra el crono. Y de nuevo el belga es el mejor, aunque las diferencias son menores de lo esperado. A sólo nueve segundos termina la gran esperanza francesa, Thevenet, que asciende al tercer puesto de la general, a 2’20” del líder. Entre ambos aguanta el joven Moser en el segundo puesto aunque todos saben que en cuanto llegue la montaña va a desaparecer de tan privilegiada posición. Cuarto, pese a su antiestético pedalear, es Pollentier, a nueve segundos del francés. Quinto, ya a casi tres minutos y medio, está el siempre elegante Gimondi. El muy querido y ya también muy veterano Poulidor ocupa el octavo lugar de la general, a cerca de cinco minutos, seguido a pocos segundos, en el décimo puesto, por el renacido Zoetemelk, que recupera sensaciones después del grave accidente que casi le cuesta la vida el año anterior en Midi Libre.

Pero, por importantes que sean las cronos, por mucho desgaste que produzca la velocidad en las frenéticas etapas de llano, la hora de la verdad de cualquier gran vuelta llega cuando la carretera se empina. La montaña es el test que nunca miente ni permite esconderse. Ese año se afronta empezando por los Pirineos en la etapa 11, entre Pau y Saint-Lary-Soulan. En el ascenso final a Pla d’Adet, Thevenet pasa al ataque, secundado por el siempre correoso Zoetemelk. El holandés se lleva el triunfo parcial y el francés recorta casi un minuto respecto a Merckx, que llega con gesto cansado junto a su compatriota Van Impe, la antítesis del típico corredor belga ya que es un diminuto escalador en lugar de un forzudo rodador.

Van Impe con el maillot de líder de la montaña que estrenó diseño en el Tour del 1975

¿Ha usado Merckx la calculadora y no ha querido salir a por Thevenet o el francés puede, realmente, ser una amenaza para el imbatible belga? Los aficionados flamencos están convencidos de lo primero, los galos desean fervientemente lo segundo. Tal vez alguno incluso demasiado.

Tres días después se llega al Puy de Dôme, la clásica cima del Macizo Central. Thevenet vuelve a atacar y sólo puede responderle en primera instancia Van Impe. El ágil belga, danzando sobre los pedales vestido con el curioso maillot blanco con lunares rojos que se estrena aquel año como distintito del líder de la montaña, acaba dejando atrás al francés cuando apenas queda un kilómetro para la cima. Se va en solitario y gana la etapa.

Mientras tanto, el Tour se empieza a decidir a sus espaldas. Thevenet sufre pero aguanta aunque cada vez que echa un fugaz vistazo hacia atrás ve más cerca la figura vestida de amarillo de Merckx. El belga ha calculado a la perfección sus fuerzas y va recortando metro a metro. No hay duda, va a alcanzar y superar al francés en los metros finales. Pero entonces sucede lo que nadie podía esperar. Entre los enfervorizados espectadores, que apenas dejan un estrecho pasillo en el asfalto para el ascenso de los corredores, hay un aficionado que cruza la línea entre pasión y fanatismo. Cuando Merckx pasa a su altura lanza un puñetazo que alcanza al belga en el costado. Con fuerza. Es un golpe seco e imprevisto, que le hace tambalearse sobre la bicicleta. Consigue mantener el equilibrio pero se ha quedado sin aire y a duras penas alcanza la meta, cediendo más de treinta segundos respecto a Thevenet, que se acerca a la general a menos de un minuto.

Embed from Getty Images
Gesto de dolor de Merckx en la meta del Puy de Dôme

El enfado del belga es tan comprensible como mayúsculo. Porque, además, las consecuencias del golpe se van a dejar sentir. Al día siguiente es jornada de descanso, en Niza, pero Merckx no se acaba de encontrar bien. Tiene el hígado dolorido y no reposa todo lo bien que hubiera querido para afrontar con las máximas garantías lo que se avecina, la etapa reina. Son 217 kilómetros en plenos Alpes, con cinco puertas, de ellos dos de categoría especial y dos de primera para terminar en Pra Loup, de segunda. Es una etapa de desgaste brutal. Los Molteni de Merckx tiñen del color café de sus maillots la cabeza del pelotón todo el tiempo que pueden, preparando el ataque de Merckx, que lo desencadena en la penúltima subida, el col de Allos. Corona con unos metros de ventaja sobre Thevenet y se lanza cuesta abajo en un descenso suicida que le permite afrontar la ascensión final con un minuto de ventaja. Pero entonces ocurre lo nunca visto hasta entonces. El belga entra en crisis. Thevenet lo alcanza poco después y no lo duda ni un instante. Es ahora o nunca. Ataca con fuerza y el líder no puede seguirle. Espoleado por una afición que sueña desde hace más de una década con un sucesor para las glorias de Anquetil, a las que apenas se acercó Pingeon ganando la edición del 1967, no ceja en su empeño y va abriendo hueco. Merckx cede y es superado también por Gimondi, Zoetemelk y Van Impe que, uno tras otro, le van dejando igualmente atrás.

Sea porque no está físicamente bien debido al puñetazo de dos días antes o, simplemente, porque las fuerzas no le acompañan, el belga se muestra por primera vez impotente. Thevenet gana la etapa. Merckx llega quinto a cerca de dos minutos. Ha perdido el maillot amarillo por casi un minuto. No logrará recuperarlo pero, a cambio, en los siguientes días, se ganará la admiración incluso de los que lo veíamos como el ‘odioso’ enemigo a batir.

Embed from Getty Images
Delisle marca el ritmo seguido de Merckx y Thevenet en la etapa Niza-Pra Loup

Por una vez, el belga no es el más fuerte del pelotón como demuestra Thevenet veinticuatro horas más tarde cuando da toda una exhibición vestido de amarillo camino de Serre Chevallier, a donde llega en solitario con casi dos minutos y medio de ventaja sobre el resto de hombres importantes de la general. Un grupo de ocho, encabezado por Merckx, en el que entran los dos ciclistas del KAS que serán nuestros nuevos ídolos infantiles en los años venideros, un tenaz alavés, Paco Galdos, y otro valeroso asturiano (aunque nacido en Coruña), Vicente López-Carril. Este último triunfará en la etapa que viene a continuación, con final en Morzine Avoriaz y en la que Merckx intenta, sin éxito, recortar distancias pero sólo consigue arañar un par de insignificantes segundos. El Tour está sentenciado a favor de Thevenet por mucho que el belga no ceje en su empeño y le reste otros quince exiguos segundos en la última jornada montañosa.

Embed from Getty Images
Thevenet consolidó su liderato con la victoria en Serre Chevallier

Ya sólo quedan cuatro etapas. En la primera de ellas, Merckx sufre una caída que le causa una dolorosa lesión en el rostro y hace temer por su abandono. Pero, aunque sea dolorido, maltrecho y derrotado, el caníbal, el monstruo, el insaciable ganador quiere llegar a París. Su presencia da lustre el triunfo de Thevenet y demuestra su humanidad más allá del egoísmo competitivo que tan pocos amigos le había granjeado en el pelotón y entre el público. Porque en la derrota Merckx es tan grande como en la victoria. Algo que pocos consiguen y el belga logró en aquel Tour del 1975, el primero que no ganó, el que nos hizo verlo con otro ojos y entender definitivamente su extraordinaria talla.