ROSBERG LLEGÓ TARDE

¿Tienen todas las victorias el mismo valor? A nivel estadístico no hay duda, cuenta lo mismo ganar el Gran Premio más disputado y decisivo para el resultado final del campeonato que el más aburrido e irrelevante en términos de la clasificación general del certamen. En ese sentido, los dos triunfos de Rosberg en las dos últimas carreras del 2015, las disputadas en Brasil y Abu Dhabi, valen tanto como el que venía de lograr en México (cuando el título de pilotos ya estaba decidido), como los otros tres que había conseguido el alemán este año (en España, Mónaco y Austria), o como los once cosechados por su compañero de equipo, Lewis Hamilton, cuando aun restaba por saber cual de los dos se iba a proclamar Campeón del Mundo de Fórmula 1 del 2015. Pero, obviamente, no es lo mismo ganar cuando esta todo en juego, cuando la presión es mayor y cualquier error te puede dejar sin opciones de alcanzar el premio final, que cuando no hay nada que perder… porque ya se ha perdido antes. Y, desde este último punto de vista, está claro que la racha triunfal con la que Rosberg ha cerrado la temporada vale mucho menos que las protagonizadas por Hamilton en los dos anteriores tercios de la misma, primero ganando tres de los cuatro Grandes Premios con los que se abrió el campeonato y, después, imponiéndose en cinco de los seis con los que el título acabó decidiéndose a su favor en Estados Unidos, cuando aun quedaban tres carreras para la conclusión de la campaña.

Y, sin embargo, yo no le quitaría tanto valor a las victorias de Rosberg en este poco emocionante final del 2015, que ha concluido con dos carreras indudablemente sosas en Brasil y Abu Dhabi. Ganar a Hamilton nunca es fácil, porque si algo caracteriza al ya tricampeón británico, además de su prodigioso talento al volante, es su ambición por ser siempre el primero que cruza la línea de meta, necesite o no los puntos. Una ambición, más allá del resultado final del campeonato, que le costó muy cara en aquella prodigiosa temporada de su debut en el 2007, cuando no se conformó con ‘hacer números’ en China y Brasil para llevarse un título que hubiese sido suyo a poco que se lo hubiese tomado con calma. Una ambición que ha seguido manteniendo desde entonces y que le llevó a ganar, en la última curva, un mundial que tenía perdido segundos antes en aquel loco e inolvidable Gran Premio de Brasil del 2008. Una ambición que le permitió ganar carreras con un McLaren que no era el mejor monoplaza de la parrilla ni en el año de dominio de Brawn ni en los cuatro de la dictadura de Red Bull. Una ambición que, utilizada también fuera de la pista, le hizo arriesgarse para dejar su equipo de siempre y fichar por Mercedes cuando los monoplazas de la marca alemana no eran las máquinas poco menos que perfectas en que se han convertido desde entonces.

Por eso, aun con su anhelado tercer título en el bolsillo (el que le iguala, a nivel estadístico, con su idolatrado Senna) estoy seguro de que Hamilton salió a ganar en Brasil y Abu Dhabi con tanta o más ambición que en Estados Unidos, cuando el triunfo le aseguraba el título sin tener que esperar más, o que en México, cuando ya había logrado el campeonato. De hecho, su no conformarse con el segundo puesto, aunque ya diese lo mismo a efectos del mundial, ha sido más que evidente escuchando sus mensajes vía radio al equipo en cada una de las citas finales de la temporada. Pero con el mismo coche que tu rival, con igual estrategia y partiendo por detrás de él en la parrilla, llegar el primero a la meta es muy complicado en la Fórmula 1 actual. Cada carrera se empieza a ganar el sábado, y en los seis últimos del 2015 el más rápido ha vuelto a ser Rosberg, recuperando su mejor versión del año pasado, cuando solía acabar el primero en la Q3 prácticamente cada fin de semana. Qué en tres de estas carreras, justo en las que aun estaba el campeonato en juego, Nico no haya sido capaz de convertir las ‘poles’ en victorias hay que ponerlo tanto en el debe del alemán, especialmente su estrepitoso fallo en los compases finales de la cita de Austin, como en el haber del británico, capaz de superarle sin contemplaciones en los metros iniciales de la cita estadounidense como ya lo había hecho en Suzuka, o en esa dosis de mala fortuna que acaba tocándole a todos al menos una vez cada campaña y que al hijo de Keke le arruinó el Gran Premio de Rusia en forma de inoportuna avería en el pedal del acelerador de su Mercedes.

Pero, como ya había ocurrido en México, ni en Abu Dhabi ni en Brasil permitió Rosberg que Hamilton le superase en la salida ni su monoplaza falló en ninguna de las dos carreras, y tampoco cometió Nico el más mínimo error pese a la insistente presión de Lewis, que le siguió de cerca… muy de cerca por momentos, tanto en el tobogán de Interlagos como en el plano tapete de billar sobre el que Tilke dibujó hace años el luminoso escenario de ciencia ficción de Yas Marina. En ambos casos, Hamilton lo intentó en la pista y a través de la radio, buscando en el primer caso un adelantamiento imposible, en el segundo una estrategia diferente que le diese alguna otra opción. Pero el muro de Mercedes se mantuvo inflexible, los dos pilotos calcaron sus tácticas de carrera y el ya campeón se tuvo que conformar con acabar en el lugar que menos le gusta, ese que Senna definía como el del ‘primero de los perdedores’: el segundo. Por eso, porque todos sabemos lo poco que a Hamilton le gusta acabar en otra posición que no sea la primera, es por lo que las victorias de Rosberg en las últimas carreras del 2015, aunque hayan llegado tarde en lo que respecta a mantenerle en la pelea por el título hasta el final, tienen más valor del que tal vez algunos les puedan dar. Y aunque, evidentemente, no es lo mismo vencer sin la presión de la lucha por el campeonato que con ella, dejan abierta una rendija de esperanza para el alemán ante el 2016 y, de paso, para el aficionado que, por encima de todo, quiere que haya toda la igualdad y la lucha por la victoria que sea posible de modo que, incluso si un equipo domina como lo está haciendo Mercedes en esta nueva era de la F1 ‘híbrida’, la pelea entre sus pilotos sea tan fascinante como para hacer olvidar la supremacía de la marca. Ni más ni menos como ocurrió en aquel 1988 en el que Senna y Prost ganaron quince de las dieciséis carreras con los McLaren Honda, pero uno se llevó ocho, el otro siete y poco tiempo hubo para aburrirse mientras asistíamos cada fin de semana a su sensacional duelo.

EL RESURGIR DE VETTEL Y FERRARI

Los dos últimos podios del año los ha completado Ferrari (y los dos cuartos puestos en ambas carreras), con el tercer lugar para Vettel en Brasil, por delante de Raikkonen, y resultado invertido en Abu Dhabi, aunque la remontada desde el fondo de la parrilla del alemán acabase por resultar más llamativa que el tercer podio del año para su compañero finlandés. Una remontada que no ha hecho si no poner la guinda a una magnífica campaña de Vettel, en la que se ha reivindicado como lo que es, uno de los grandes de la Fórmula 1, consiguiendo lo que sus detractores poco menos que le exigían, ser capaz de ganar también al volante de un coche que no fuese el más rápido de la parrilla.

Algo que, en realidad, Sebastian ya había demostrado más que de sobra al lograr, en el año 2008, su primera victoria nada menos que en Monza, bajo la lluvia y al volante de un Toro Rosso que no era, precisamente, el coche más competitivo de aquella campaña… pero cuando se domina con tanta superioridad como el joven prodigio alemán hizo después, en sus cuatro temporadas triunfales del 2010 al 2013 al volante del que, indudablemente, era el mejor monoplaza del lote todos esos años, el Red Bull en sus diferentes variantes, no faltó quien empezaba a dudar de la valía del piloto y trataba de quitarle mérito a sus victorias. Cómo, además, el año pasado, el ya cuadruple campeón mundial se había visto superado en su mismo equipo por el joven Ricciardo, las teorías de que su talento se había sobrevalorado se vieron realimentadas. Su ‘cambio de aires’, pasando de Red Bull a Ferrari, se convertía, por tanto, en todo un reto para Vettel, algo así como un posible punto de inflexión para su carrera deportiva. Si no rendía a buen nivel con la ‘scuderia’ de Maranello se podía confirmar que, en efecto, lo suyo no era para tanto, con aquellos Red Bull hubiera ganado cuatro títulos cualquiera (aunque alguien tan bien valorado por muchos de los que criticaban a Seb, como era Webber, no consiguiese ni uno) y el ‘wunderkid’ de la F1 debería empezar a pensar en, como mucho, un retiro dorado al volante de los coches rojos. Pero si algo ha dejado claro su temporada del 2015 con Ferrari es que aun queda Vettel para rato y que, a poco que en Maranello consigan recortar algo más la distancia técnica que aun separa a sus monoplazas de las hasta ahora inalcanzables ‘flechas plateadas’ de Mercedes, el quinto título mundial, el que le igualaría con Fangio, puede llegar en los próximos años para el alemán, pero ahora vestido de rojo. En su primera año con la ‘scuderia’, y con un coche que sólo ha sido el mejor en un Gran Premio, el de Singapur, ‘Seb’ ha logrado tres victorias: la de la pista asiática en el único fin de semana del año en el que los Mercedes no eran los más rápidos, la de China, a base de arriesgar con la estrategia, y la de Hungría, con una salida magistral. En los tres casos, Vettel completó, además, tres carreras perfectas, al más puro estilo de las que habitualmente realizaba con los imbatibles Red Bull, sin errores y sin dejar el más mínimo resquicio para que sus rivales tuviesen la más mínima opción.

Y si en 2014 se usó como prueba de la indudable valía de Alonso el modo en que superó, con claridad y sin paliativos, a su compañero de equipo en Ferrari, Kimi Raikkonen, ¿qué decir entonces de la absoluta ‘demolición’ a la que Vettel ha sometido este año al finlandés? En clasificación, el 15-4 de Seb sobre Kimi se ha quedado a un paso de igualar el 16-3 con el que Alonso destrozó a ‘Iceman’ el año pasado, pero en carrera el diferencial de puntos ha sido de 128 a favor del alemán, superando los ya más que significativos 110 de ventaja que le había endosado el español. Números que, indudablemente, hablan por si solos. Si a todo esto le añadimos la cifra record de trece podios, jamás alcanzada por ningún Ferrarista en su primer año, y una actitud tremendamente positiva, reconociendo los errores cuando los ha cometido (como en México) y trabajando en perfecta armonía con el equipo, el resultado ha sido una campaña de regeneración y esperanza, muy necesaria tanto para el piloto alemán como para la histórica escuadra italiana después de un 2014 que, por diferentes motivos, había sido más negativo que positivo para ambas partes.

Ahora sólo falta que Ferrari de otro paso adelante este invierno para que en 2016 Vettel pueda pelear por el título contra Hamilton (y contra Rosberg, si el alemán sigue en la forma mostrada en este final de temporada) y la próxima temporada nos ofrezca esa lucha por el campeonato entre pilotos de diferentes equipos que es lo que le ha faltado al mundial de Fórmula 1 en estos dos últimos años de absoluto dominio por parte de Mercedes.

DE DOS EN DOS

Como aquella pegadiza canción del anuncio de un coche familiar, que equiparaba su amplio interior a una moderna Arca de Noé, a la que subían, de dos en dos, parejas de animales de peluche, así es como ha terminado por quedar conformada la clasificación del mundial de Fórmula 1 del 2015 en sus diez primeras posiciones. Por detrás del inalcanzable dúo Mercedes ha concluido la pareja de Ferrari y, tras esta, se han situado, en perfecta formación ‘de dos en dos’, los pilotos de Williams, de Red Bull y de Force India, dejando bien claras cuales han sido las jerarquías en cuanto a competitividad de unos y otros equipos a lo largo del año.

El mejor clasificado de los de Frank Williams ha sido, por segundo año consecutivo, Valteri Bottas, que llegaba al sprint final del campeonato por delante de Raikkonen pero que acababa siendo superado por el finlandés de Ferrari, cuarto en Brasil y tercero en Abu Dhabi, dos de sus tres mejores resultados del año tras el segundo puesto que había alcanzado en Barhéin. Bottas, en cambio, aunque resistía en Interlagos, terminando justo tras quien se ha convertido este año en su ‘eterno rival’, con un par de toques entre ambos incluido, cedía definitivamente el cuarto lugar del campeonato en Abu Dhabi después de un fin de semana complicado para los Williams, que sólo puntuaban con Massa en un gris octavo puesto. El brasileño ha vuelto a quedar por detrás de su joven compañero de equipo en la clasificación general, aunque este año la distancia entre ambos ha sido menor, tanto en puntos como en posiciones, perdiendo Valtteri un puesto respecto al cuarto alcanzado en el 2014 y ganando Felipe dos para concluir quinto en vez de séptimo. En todo caso, Williams ha vuelto a ser el tercer equipo, ya que si bien en esta temporada los coches blancos decorados con los clásicos colores de Martini (cuyo color rojo y logotipos desaparecieron en Abu Dhabi por aquello de la prohibición de bebidas alcohólicas en los países musulmanes) han logrado superar a los Red Bull, nada han podido hacer finalmente para contener la remontada de los Ferrari, con los que han mantenido una cerrada pugna durante buena parte de la campaña que finalmente se ha ido decantando, cada vez con más claridad, a favor de los monoplazas rojos de Maranello.

Precisamente el equipo que había concluido segundo el año pasado, Red Bull, es el de los dos siguientes pilotos en la tabla del mundial del 2015, Daniil Kvyat y Dani Ricciardo. Además, por este inesperado orden, con el joven ruso por delante del siempre sonriente australiano, que no ha podido reeditar su gran campaña del 2014, cuando batió a Vettel en su estreno al volante de uno de los coches del primer equipo de la marca de bebidas energéticas. Cuatro puntos les separaban antes de las dos últimas carreras del año y tres ha sido finalmente el margen entre ambos después de dos Grandes Premios que han resumido, en cierto modo, la muy trabajada campaña de los Red Bull, marcada para la poca competitividad y menor fiabilidad de los motores Renault. En Brasil, el único ‘en los puntos’ fue Kvyat, séptimo, y en Abu Dhabi el turno de sumar el mejor resultado fue para Ricciardo, que acabó sexto para cerrar un año en el que el jovial ‘aussie’ ha visto la otra cara de la moneda respecto a su triunfal 2014. De ser el nuevo que llega y ‘se sube a las barbas del jefe’ a sufrir la presión que supone ser la referencia del equipo y convertirse en el punto de mira del recién llegado. En todo caso, con los Red Bull de este año muy lastrados por la escasa evolución de los motores de la ‘Regie’ y sumido el equipo en un continua guerra política con el fabricante de los mismos, difícilmente podría haber hecho más de lo que han hecho ninguno de los dos ‘Danis’, mostrando ambos, pese a las dificultades, una rapidez que en el australiano ya había quedado probada la pasada campaña y que en el ruso se intuía con claridad después de su notable temporada de debut con Toro Rosso.

Cerrando el ‘top ten’ de la clasificación de pilotos han terminado, por segundo año consecutivo, los dos pilotos de Force India, Sergio Pérez y Nico Hulkenberg, aunque en esta ocasión con el mexicano por delante del alemán. Sergio ha completado su brillante final de campeonato con otra magnífica carrera en Abu Dhabi (quinto y ‘primero del resto’ tras los inalcanzables Mercedes y Ferrari), mientras que Nico ha acabado por meterse entre los diez primeros gracias a dos buenas prestaciones en las dos citas finales del año (sexto en Brasil, séptimo en los emiratos), después de una temporada irregular en la que su mayor alegría ha llegado fuera de la Fórmula 1, con ese histórico triunfo en las 24 horas de Le Mans. Un triunfo que ni él, ni ningún otro piloto de la parrilla de la máxima categoría del automovilismo mundial podrá, siquiera, tratar de reeditar el año que viene debido a la lamentable coincidencia de fechas entre la clásica de ‘La Sarthe’ y la nueva incorporación al calendario de la F1, el Gran Premio de Azerbayán.

El ‘sprint’ final de Hulkenberg ha acabado sacando de los diez primeros de la general a la sensación del año entre los debutantes, el jovencísimo Max Verstappen. El holandés de Toro Rosso sólo pudo sumar un par de puntos en Brasil (aunque dejó de nuevo su sello con un par de magníficos adelantamientos, por fuera, en las ‘S’ de Senna) y ninguno en Abu Dhabi, teniendo que conformase finalmente con la duodécima plaza, superado también en los tabla del campeonato por Romain Grosjean, que le precedió en Interlagos y acabó noveno en Yas Marina. El francés ha hecho lo que ha podido, con unos Lotus Mercedes menos competitivos de lo que se podía esperar por el simple hecho de montar el mejor motor de la parrilla, en una campaña de transición para él (en 2016 liderará el nuevo equipo Haas) y para la escudería de Enstone (que volverá a ser Renault el año que viene).

Tanto Grosjean como Verstappen han acabado superando con claridad, en la suma final de puntos, a sus respectivos compañeros de equipo en Lotus y Toro Rosso, Pastor Maldonado y Carlos Sainz, aunque el balance de la campaña de estos últimos ha sido muy diferente. El del venezolano ha vuelto a ser negativo, con otro año errático y lleno de errores debido a su excesiva propensión a verse envuelto en demasiados toques o incidentes más o menos evitables… y más o menos culpa suya. El del español, debutante en la categoría, ha sido, en cambio, más que notable, especialmente los sábados cuando Carlos ha logrado prestaciones muy convincentes. De hecho, en el siempre importante ‘mano a mano’ de la clasificación con su compañero de equipo, el madrileño ha acabado imponiéndose, por la mínima, en cuanto a veces que uno ha quedado delante del otro, aunque también es verdad que, en lo que a tiempos se refiere, la ventaja ha sido para Max por un par de décimas de promedio. En todo caso, el joven Sainz ha demostrado rapidez y, aunque ha cometido unos cuantos errores, ha sido siempre capaz de reconocerlos y de enmendarlos en cuanto ha tenido ocasión, faltándole sólo algo de fortuna en forma de fiabilidad mecánica para haber sumado bastantes más puntos de los que finalmente le han dejado en el puesto quince de la tabla, a tres posiciones y 31 puntos de su talentoso compañero de equipo. De todas formas, los dos han superado con nota su primera campaña en la F1 y será fascinante ver lo que el futuro les depara a ambos. En ese sentido, me atrevo a pronosticar, para el conjunto de sus carreras, lo mismo que vaticinaba para ambos antes de su debut de este año: más brillo y, tal vez, también más altibajos, para Max, llamado a ser uno de los grandes aun a costa de tener más de un traspiés a causa del indudable riesgo de su atrevido estilo, y más regularidad para Carlos, que tiene clase y talento para hacer buen camino en la máxima categoría, aunque pienso que difícilmente será ese ‘nuevo Alonso’ que buena parte de la prensa y afición española espera y desea… pareciéndome más probable que acabe siendo, respecto a Fernando, lo que Dani Sordo ha sido respecto a Sainz ‘padre’ en el mundo de los rallyes: un digno continuador pero no un ‘fuera de serie’, papel este último para el que, en cambio, si creo destinado al precoz hijo de ‘Jos The Boss’.

Siguiendo con el repaso a la tabla final del campeonato, entre los primeros y segundos clasificados de Lotus y Toro Rosso se ha acabado colando el mejor piloto de Sauber, otro debutante este año, Felipe Nasr. El brasileño empezó deslumbrando contra pronóstico con su quinta plaza de Australia, su primer Gran Premio, pero los monoplazas del equipo suizo no han podido después reeditar su competitividad de aquella carrera, relegando a sus pilotos a papeles mucho más secundarios, como los que han desempeñado en las dos citas finales del año, saldadas con cero puntos tanto para Nasr como para su compañero de equipo, Markus Ericsson. El sueco poco ha vuelto a demostrar en su segundo año en la categoría, siendo incluso superado en la tabla por los dos pilotos de McLaren-Honda. Y aunque acabar justo por detrás de Button y Alonso hubiese sido un gran resultado cualquier otro año, hacerlo este, en el que ambos han tenido que sufrir la nula competitividad y mínima fiabilidad de los McLaren Honda, no es precisamente como para tirar cohetes.

¡QUÉ DESASTRE!

La temporada de Alonso y Button con los McLaren-Honda iba a ser complicada, eso era más que evidente a poco que se analizase su rendimiento en pretemporada y por mucho que desde el equipo y sus pilotos se lanzasen mensajes de optimismo sobre la que iba a ser su evolución a lo largo del año para acabar luchando por puestos de podio en las últimas carreras. Pero que fuese tan desastrosa como finalmente ha sido, con un quinto y un sexto puesto como únicos resultados ‘decentes’, creo que ha superado las previsiones más pesimistas. El fracaso del primer año en estas ‘segundas nupcias’ del equipo británico y el fabricante japonés ha sido tan rotundo como para convertir el 2015 en el peor (¡y con diferencia!), de la escudería que lleva el nombre del genial neozelandés que la fundó a mediados de los sesenta.

Nunca había logrado este histórico equipo peores resultados ni terminado tan atrás en la clasificación del mundial. Ni en su primer año completo en la Fórmula 1, el de 1967, cuando Bruce McLaren logró al menos un cuarto puesto en Mónaco pese a que el M2B con motor BRM no era, ni de lejos, un coche competitivo, ni en sus modestos inicios de entonces, con aquellos monoplazas de color ‘naranja papaya’, que pronto empezaron a ganar carreras. Tampoco en su crisis de finales de los setenta, ya de ‘rojiblanco Marlboro’, cuando los ‘wingcar’ convirtieron en obsoleto al M26 (tímida evolución del plurivictorioso M23) y a sus aun menos competitivos sucesores. Ni siquiera cuando, a mediados de los noventa, el poco potente motor Peugeot los propulsó por un año, sin éxito alguno, antes de la llegada de Mercedes y el posterior cambio de color al plateado que han mantenido hasta este negro 2015, y no sólo por el nuevo tono de sus carrocerías, en el que McLaren ha terminado penúltimo del mundial de constructores, sólo por delante del modestísimo equipo Manor con sus lentos Marussia apenas reciclados del año anterior para poder alcanzar el 107% y clasificarse a años luz del resto.

Un ‘annus horribilis’ en el que han acabado teniendo más protagonismo las declaraciones más o menos irónicas o cínicas, justificadas o inoportunas (todo depende siempre del cristal con que se mire) de un resignado Alonso que, a falta de poder demostrarlo en la pista, se ha pasado la campaña ‘autoalabando’ su pilotaje tras cada mal resultado en clasificación o carrera con comentarios del tipo del tipo de ‘acabo de hacer la mejor vuelta rápida de mi vida’ o ‘esta ha la carrera en la que mejor he pilotado nunca’, aunque su rendimiento tampoco haya sido, en realidad, tan sobresaliente, como bien demuestran los números y él mismo ha acabado reconociendo, a un par de grandes premios del final, cuando ya iba claramente por detrás de su compañero, Button, en cuanto a (pocos) puntos sumados con unos monoplazas a los que más partido no les hubiese podido sacar ni siquiera el mejor Alonso (en mi opinión ese fue el del 2012, capaz de llegar a la última carrera con opciones al título al volante de un Ferrari que no estaba a la altura de los Red Bull) … porque, aunque algunos aun lo crean, en la Fórmula 1 los milagros no existen y eso, un milagro, hubiese hecho falta para conseguir algo más de lo logrado por el español y su compañero británico con unos coches que no daban más de si, que empezaron el año fatal (sólo por delante de los Manor), y lo han terminado simplemente mal, (alguna vez en lucha por arañar algún punto contra los Sauber o, como mucho, contra los Lotus o los Toro Rosso). Esa ha sido toda la evolución del primer año del nuevo ciclo McLaren-Honda y, con una reglamentación como la actual que hace complicado mejorar de forma tan radical como necesita el binomio anglo-nipón para salir del pozo en que está metido, no parece muy probable que en 2016 veamos a sus pilotos peleando por los puestos de cabeza.

LO IMPORTANTE ES PARTICIPAR

La cada vez más olvidada máxima del olimpismo ideada por el Baron Pierre de Coubertin es lo único positivo que se puede decir de la campaña del equipo Manor y de sus sufridos pilotos, Will Stevens, Roberto Merhi y Alex Rossi. Con un monoplaza que ya el año pasado era el peor del lote, con el motor Ferrari del 2014 y sin presupuesto para nada más que no fuese sobrevivir, al equipo británico no se le podía pedir otra cosa que la que ha hecho, clasificar dentro del 107%, estar en la salida de cada carrera (menos de la primera, que en Australia no pudieron ni arrancar desde boxes) y tratar de terminar la mayoría de Grandes Premios posible aunque no tuviese opción, ni de lejos, a sumar siquiera un mísero punto. Algo que han hecho, con profesionalidad y resignación, Stevens, Merhi y Rossi, viviendo las dos caras del gran sueño que es llegar a la Fórmula 1: la buena, la de haber alcanzado por fin ese objetivo tanto tiempo perseguido, estar en la parrilla de salida con los más grandes, y la mala, la de salir a pista sin tener más posibilidad que tratar de acabar y, como mucho, intentar superar a tu compañero de equipo. Algo para lo que Merhi y Rossi, que se han alternado en la parte final del año al volante del segundo monoplaza del equipo, han tenido, además, el handicap de contar con peor material. En todo caso, tanto ellos como Stevens han cumplido con lo que se les pedía y ahora les queda esperar que en 2016 haya un sitio para ellos en ese nuevo Manor, con motor Mercedes, que, al menos, debería permitirles estar menos lejos del siguiente monoplaza que arranque por delante de ellos en el fondo de la parrilla. Así de dura es la vida para los equipos de la parte baja de la tabla en una categoría que cada vez requiere de más medios para triunfar y en la que, ni siquiera estos lo garantizan, como se ha podido comprobar en los últimos años con la falta de éxitos que ha acompañado a varios de los gigantes de la industria del automóvil que se han atrevido a intentarlo, como Honda, Toyota o BMW.

¿Te ha gustado este reportaje? ¡Compártelo! ->