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27|11|2012 UN FINAL ÉPICO PARA UNA TEMPORADA SENSACIONAL

En poco más de una semana, sobre dos escenarios tan dispares como el nuevo circuito de las Américas, en la soleada Texas, y el veterano trazado de Interlagos, en un nuboso Sao Paulo, se ha completado de modo espectacular el campeonato del mundo de fórmula 1 del 2012, uno de los más apasionantes de la ya larga historia del ‘gran circo’.

En Austin, el sol del desierto brillaba en el cielo azul hacía el que la empinada recta de salida dirigía a los monoplazas antes de lanzarlos a un vertiginoso y virado descenso, casi como si se tratase de una gigantesca montaña rusa. Unos metros iniciales que, por si solos, añadían un atractivo especial a la última obra de Herman Tilke, autor en esta ocasión de un circuito que aunaba las modernas exigencias de seguridad con algunas de las características que hacen mucho más excitantes los trazados antiguos, como son la presencia de bruscos cambios de altitud y de curvas ciegas o de difícil trazado. Un escenario en el que el primer asalto del duelo final por el título entre Sebastián Vettel y Fernando Alonso quedaba prácticamente en tablas, para alivio del español, muy lejos todo el fin de semana de su rival alemán.

El sábado, mientras Vettel volaba con su RedBull camino de su enésima ‘pole position’ gracias a otra de esas vueltas absolutamente perfectas que sólo el joven prodigio alemán logra extraer del fabuloso monoplaza diseñado por el genial Adrian Newey, Alonso completaba otra extrañamente floja calificación con el Ferrari, empeorando su crono de Q2 y terminando noveno, muy por debajo incluso de su compañero de equipo, Felipe Massa, que le distanciaba en casi cuatro décimas de segundo.

Peor no se le podían poner las cosas al asturiano que, fiel a su estilo, no se rendía y, además, empezaba su remontada antes incluso de iniciarse el gran premio, al ganar un puesto gracias a la penalización sufrida por Grosjean, y otro más cuando Ferrari rompía el precinto de la caja de cambios del monoplaza de Massa, forzando el castigo a su segundo piloto. Una astuta maniobra que nos recordaba a la famosa ‘autocanasta’ ordenada hace cincuenta años por Antonio Ferrandis en una agónica eliminatoria de la copa europea de baloncesto que enfrentaba a su Real Madrid con el poderoso Varese. Lo de ‘perder para ganar’ le funcionaba entonces a los ‘blancos’, que se autoderrotaban por dos puntos en la ida, evitando así jugar muy mermados una prórroga en la que hubiesen sufrido un varapalo mayor, y remontaban luego sin problemas en la vuelta. Y también ahora, cincuenta años después, le salía bien a la ‘rossa’, haciendo perder cinco puestos a Massa (¿todavía alguien tiene dudas de por qué ha vuelto a ser renovado el brasileño?) para que Alonso ganase uno y, más importante aun, partiese desde el lado limpio de una parrilla de salida en la que ‘la fila de los pares’ patinaba tanto o más que si hubiese agua sobre la pista, debido a la siempre temible combinación que supone para la adherencia de los monoplazas el asfalto totalmente nuevo y la suciedad propia de una pista aun apenas utilizada.

Así que, saliendo desde la séptima plaza y aunando una vez más su instinto para encontrar siempre el mejor hueco en el furioso pelotón camino de la primera y empinada curva a izquierdas con el prodigioso arranque de los Ferrari que, como de cistumbre, salían catapultados desde la parrilla de salida, Alonso pronto se situaba cuarto, sólo superado por los dos RedBull y por el McLaren de Hamilton, dispuesto a todo este último para lograr una victoria más antes de despedirse de su escudería de toda la vida. Una nueva avería en el alternador de un motor Renault, en esta ocasión el que equipaba el RedBull de Webber, permitía al asturiano de Ferrari ganar una plaza más y ocupar ya posición de podio, perfectamente escoltado, además, por un Massa pletórico que, tras batir a su jefe de filas en calificación, se permitía incluso el lujo de tener también mejor ritmo de carrera, remontando hasta el cuarto puesto desde el undécimo al que le había condenado su lealtad a la causa de Maranello.

Por delante de los dos Ferrari, muy por delante, de hecho, se dilucidaba la victoria entre Vettel y Hamilton que protagonizaban un duelo espectacular, rodando ambos al límite y dejando al resto el papel de meras y lejanas comparsas. El alemán intentaba hacer uso de su habitual táctica, forzando el ritmo desde el primer momento, a base de vueltas rápidas, para mantener siempre más de un segundo de ventaja en la zona de activación del DRS, de modo que su RedBull, de nuevo ‘lento’ en velocidad punta para ser más rápido en aceleración y sacar partido de su mejor tracción, estuviese siempre fuera del alcance del más veloz McLaren. Pero Hamilton le seguía como su sombra, replicaba a cada vuelta rápida del alemán con otra igual o mejor en el siguiente giro y la distancia entre ambos oscilaba siempre entorno a ese segundo que, de conseguir rebajar, le iba a permitir al británico activar el ala móvil y pasar como una flecha al final de la larga recta que completaba la espectacular primera mitad del trazado.

Finalmente, el azar hacía encontrarse en el mismo punto del circuito, las vertiginosas eses, al lento HRT de Kartikeyan con el furioso dúo de cabeza. Sin sitio alguno donde apartarse en una zona de la pista que sólo permite una trazada, el hindú hacía perder a Vettel ese par de décimas decisivo para que Hamilton cruzase a menos de un segundo por la zona de activación del DRS y, en la siguiente recta, fulminase al RedBull aunque el alemán tratase de resistir y se adueñase del interior de la pista, en un vano intento por evitar lo inevitable. En las vueltas que faltaban, Vettel no se rendía y se mantenía pegado a Hamilton, marcando incluso la vuelta rápida absoluta del gran premio, pero el de McLaren no fallaba y cruzaba la meta como ganador, con el RedBull pegado a su alerón trasero. Tercero, a casi cuarenta segundos, Alonso pasaba bajo la bandera a cuadros consciente de haber salvado con la mínima pérdida posible, sólo tres puntos, una situación que el día anterior era poco menos que desesperada. Su desventaja respecto a Vettel aumentaba a trece pero aun quedaba Brasil… ¡y en Interlagos siempre puede pasar cualquier cosa!

Y, efectivamente, en el gran premio brasileño se combinaban una año más las características de un trazado de los de antes con el caprichoso clima de la zona para añadir al último gran premio del año ese factor de incertidumbre que es, indudablemente, el mayor aliciente de cualquier competición deportiva. La calificación del sábado ya se disputaba con climatología inestable, pista ligeramente mojada en la Q1 que se iba secando a medida que avanzaba la hora en la que se decidía la parrilla de salida. Finalmente, los dos aspirantes al título pasaban a la Q3 sin mayores sobresaltos aunque ya los dos empezando a notar esa lógica sensación de nerviosismo que se tiene que sentir cuando sabes que cualquier fallo puede ser poco menos que irreparable. Eso que llaman ‘presión’ se dejaba sentir claramente en la Q3, con Vettel cometiendo un error en su primer intento de vuelta rápida y completando un segundo asalto muy lejano de esa vuelta perfecta con la que suele culminar la mayoría de las sesiones de los sábados. El alemán sólo podía ser cuarto, superado por los dos McLaren y por su compañero de equipo, Webber, y reconocía que, tal vez, había sido ‘algo tímido aquí y allá’ en su último intento de vuelta rápida. De todas formas, Vettel conseguía el primer objetivo del fin de semana, partir por delante de Alonso que, al igual que en los tres anteriores grandes premios, no acababa de sacar todo el partido posible al Ferrari en la decisiva tanda final, siendo superado otra vez en casi cuatro décimas por su compañero Massa para terminar con un octavo mejor tiempo que le daba, finalmente, la séptima plaza en la parrilla gracias a la penalización a Maldonado.

De nuevo, como una semana antes en Estados Unidos, todo parecía en contra del asturiano de Ferrari. Pero, al igual que entonces, tampoco estaba dispuesto a rendirse. Aun faltaban esas setenta y una vueltas del domingo a Interlagos, con las nubes acudiendo fieles a su cita, cubriendo la pista con finas gotas de agua justo cuando los monoplazas completaban el giro de formación. El escenario era el ideal para un espectáculo extraordinario y para que pudiese ocurrir cualquier cosa. El asfalto se humedecía poco a poco pero todos iban a salir con slicks por lo que la adherencia iba a ser, cuando menos, dudosa en los siempre cruciales primeros metros. En ellos, como suele ser habitual, el que más tiene que perder en caso de error, Vettel en esta ocasión, se mostraba prudente… demasiado prudente incluso. En nada ayudado por su compañero Webber, que se veía ‘empujado’ al interior del primer viraje, Vettel levantaba el pie más de la cuenta y el pelotón poco menos que lo engullía. Mientras Alonso y su Ferrari volvían a arrancar con la precisión y rapidez de un misil teledirigido, el RedBull se movía con dudas y lentitud… ¡y en apenas dos curvas las posiciones se invertían, Alonso ya era cuarto y Vettel luchaba por mantener la séptima plaza! Una lucha que, además, terminaba muy mal para el alemán, en exceso precavido en su intento de mantenerse por delante de Di Resta y Raikkonen en la izquierda que lleva a la ‘descida do lago’ mientras, por el interior, Bruno Senna se ‘tiraba a degüello’, supermotivado en el gran premio de casa. El brasileño llegaba visiblemente más rápido al vértice que los tres que le precedían, y cuando Vettel trataba de completar la trazada, desde su muy abierta entrada al viraje por el exterior, allí ya estaba el morro del Williams, que impactaba con violencia contra la parte trasera del pontón lateral izquierdo del RedBull. La consiguiente pirueta dejaba al alemán mirando impotente como el resto del grupo se dirigía hacia su monoplaza. Qué ninguno acabase ‘rematando’ al RedBull y que este pudiese reincorporarse a la carrera con un rápido giro de 180 grados una vez todos hubiesen pasado permitía a Vettel ‘seguir vivo’ en la lucha por el campeonato, aunque fuese con un monoplaza ‘herido’.

Para complicarle aun más las cosas al alemán, Alonso aprovechaba el acoso de Massa a Webber para superarlos a ambos en una espectacular maniobra a la entrada de las eses de Senna que le situaba tercero… ¡y con Vettel en la última plaza le daba totalmente la vuelta a la situación del campeonato, en el que el español era ahora líder virtual por dos puntos! Un liderato que se esfumaba cuando el sensacional Hulkenberg le superaba a bordo del Force India, demostrando que aquella pole de hace dos años con el Williams, lograda en esta misma pista y en similares condiciones de escasa adherencia, no había sido una casualidad. Con Alonso cuarto y sufriendo visiblemente sobre el cada vez más deslizante asfalto, teniendo incluso que aprovechar dos veces la recientemente asfaltada escapatoria de final de recta para poder seguir en carrera, Massa se multiplicaba en su labor de ‘escolta’, conteniendo a duras penas a un pelotón cada vez más numeroso que se agrupaba detrás de los dos Ferrari… ¡un pelotón al que ya estaba llegando Vettel! El alemán demostraba una vez más que también es capaz, cuando lo necesita, de remontar posiciones y pelear cuerpo a cuerpo, adelantando a derecha e izquierda mientras marcaba unos tiempos por vuelta que, por momentos, eran incluso tan buenos o mejores que los logrados por los dos McLaren de Button y Hamilton, enfrascados en  un precioso duelo fratricida por la primera plaza.

Con la lluvia aumentando su intensidad, los equipos empezaban a llamar a sus pilotos a boxes para montar las gomas intermedias. Sólo Button y Hulkemberg hacían más caso de su instinto que de los datos de los ordenadores, manteniéndose obstinadamente en pista con sus slicks pese a que el asfalto era cada vez más resbaladizo. Una decisión que les proporcionaba una espectacular ventaja cuando, poco después, la lluvia volvía a cesar y las gomas lisas empezaban a encontrar asfalto seco en un carril que, vuelta a vuelta, se iba ensanchando para desesperación de todos los que habían optado por unos neumáticos rayados cuyo dibujo iba desapareciendo a pasos agigantados, obligándoles a una nueva entrada en boxes. La situación se convertía entonces en desesperada para Alonso, que necesitaba, como mínimo, alcanzar un podio cuyas dos primeras posiciones tenían poco menos que aseguradas Button y Hulkenberg, circulando con casi media pista de ventaja, y cuyo tercer escalón estaba también firmemente en manos de Hamilton, que rodaba a un ritmo inalcanzable para el asturiano. En su auxilio venía entonces el pinchazo del Mercedes de Rosberg, provocado por alguno de los varios restos de fibra de carbono que habían ido esparciéndose por la pista en los diferentes toques que se habían producido hasta entonces y sobre los que Alonso se había quejado amargamente vía radio apenas unos momentos antes. La salida del safety car dejaba en nada el acierto y el arrojo de Button y Hulkemberg, reagrupando el pelotón y haciendo que la tercera plaza fuese aun posible de alcanzar para el piloto de Ferrari, aunque para que dicha posición resultase suficiente necesitaba que Vettel, situado ya apenas dos puestos por detrás tras haber seguido remontado sin parar, sufriese algún otro problema que le enviase, al menos, más allá de la octava plaza.

Un problema que acababan siendo dos, o tal vez una concatenación de ambos. La radio del RedBull no funcionaba, las gomas se iban gastando y, sorprendentemente, en vez de jugar a la defensiva y marcar a su rival, el alemán y su equipo optaban por ser los primeros en parar para montar un nuevo juego de neumáticos lisos… ¡justo cuando volvía a arreciar la lluvia! En apenas dos vueltas, Vettel enfilaba de nuevo el carril del pitlane, tras pasarlo fatal con los slicks sobre un asfalto que se empapaba, y cuando llegaba a su box, sin haber podido avisar vía radio, los salvadores neumáticos rayados aun estaban en sus fundas. Entre el primer cambio de gomas ‘extra’ respecto a sus rivales y la desastrosa maniobra del paso a las intermedias, a Vettel se le iban alrededor de 35-40 segundos, una eternidad que lo volvía a enterrar en medio del grupo, fuera de los diez primeros y en situación vulnerable respecto a Alonso. Porque, casi al mismo tiempo, el asturiano volvía a los puestos de podio tras ganar una posición cuando Hulkenberg intentaba superar a Hamilton a final de recta, perdiendo el control de la trasera de su Force india sobre el resbaladizo asfalto y golpeando al McLaren que se retiraba con la rueda delantera derecha colgando en extraño ángulo. La maniobra, que no dejaba de ser el típico lance de carrera, propiciado por lo deslizante del piso y la presencia de un par de ‘doblados’, le acababa costando a Hulkemberg un discutible ‘drive trough’ y permitía a Alonso ascender a una segunda plaza que obligaba a Vettel a escalar al menos hasta la séptima posición. Una plaza que el alemán acababa alcanzando poco después, tras sufrir lo suyo ante el Sauber del siempre aguerrido Kobayashi, no tener problema alguno, como era previsible, ante el Toro Rosso de Vergne, y superar sin excesivos problemas al Mercedes de Schumacher, cuyo ritmo era claramente inferior. Además, con Webber aun por delante y, lógicamente, dispuesto a hacerse a un lado si hiciese falta, el alemán tenía un cierto margen… pero tampoco podía estar del todo tranquilo.

El sprint final de la carrera era menos espectacular pero, por el contrario, aun más tenso. La lluvia se iba intensificando, la pista estaba cada vez más resbaladiza,  y tanto Alonso como Vettel pasaban sus momentos de apuro, teniendo que poner en juego toda su habilidad para mantener los monoplazas en el asfalto, sabedores de que un error a esas alturas de carrera ya no tendría remedio. Además, en caso de que fuese Button, líder destacado del gran premio, el que fallase lo suficiente como para que Alonso lo superase pero no lo hiciese Vettel, el español podría alcanzar la victoria y el alemán no tendría más opción que acabar quinto, ya que aun con Webber apartándose, no tenía ya ni tiempo ni ritmo para dar caza a Hulkemberg y Massa. Finalmente, cuando sólo restaba una vuelta, el que acababa cometiendo ese error que el líder de la carrera y los dos contendientes al título evitaban era Paul Di Resta, cuyo Force India golpeaba con dureza contra el guardarail exterior de la recta y obligaba a la segunda intervención del coche de seguridad, cerrándose la temporada con una última vuelta a ritmo lento que era todo un alivio para Vettel y una lenta tortura para Alonso. Después de veinte grandes premios llenos de alternativas y de una carrera final repleta de incertidumbre y golpes de efecto, el alemán lograba finalmente el ansiado título, el tercero consecutivo de su aun corta pero ya extraordinaria carrera.

Un título indudablemente merecido, porque tras una temporada tan larga el que acaba triunfando es que ha hecho méritos más que de sobra para ser el campeón. Que haya quien piense que el alemán lo merece menos o el español más es tan respetable como discutible, y que el derrotado se acabe declarando satisfecho por haber puesto de acuerdo a todos en quien es el mejor, no deja de ser magro consuelo sólo apto para el consumo de sus incondicionales. Al fin y al cabo eso de ‘el mejor’, así en valores absolutos, es un concepto demasiado difuso y poco menos que imposible de evaluar en un deporte tan complejo como es el automovilismo, en el que quien acaba ganando es el conjunto hombre-máquina. Es más, si hilamos fino, Alonso, con haber hecho en el 2012 una temporada fantástica, siempre sacando el máximo partido del Ferrari en cada carrera y aprovechando a fondo cualquier oportunidad que se le ha presentado, no ha sido el mejor piloto de Ferrari en estos dos grandes premios finales en los que se ha jugado el título, necesitando en ambos que Massa se ‘hiciese a un lado’ tras verse superado por el brasileño en calificación. Y, sin embargo, no por ello se puede ni debe deducir que Felipe es ahora superior a Fernando sino, simplemente, que todo piloto tiene sus altos y bajos, que cada uno de ellos depende, además, de su perfecto acoplamiento a la máquina en cada momento y del funcionamiento de esta para triunfar. Y que hasta en elegir con que escudería se compite hay que ser también el más hábil, el más listo o el más rápido, algo en lo que fue un maestro el inimitable Juan Manuel Fangio, capaz de cambiar de equipo casi cada año y acabar siempre pilotando el mejor coche, haciéndolo además imbatible con su inmenso talento al volante.

No en vano, los que ahora se escudan en que el mayor mérito del triunfo de Vettel lo tiene su ingeniero Adrian Newey, y los que alegan que el mayor lastre de Alonso es competir para Ferrari tal vez olvidan (o quizás ni siquiera sepan) que Ferrari fue imbatible durante cinco años contra unos monoplazas plateados que diseñaba para McLaren el mismo Newey que ahora dibuja coches azules para Red Bull. Porque, al igual que en el caso de los pilotos, también en el de los ingenieros eso de ser ‘el mejor’ lleva consigo la necesidad de contar con los mejores medios posibles, sean estos humanos, técnicos o económicos. En el fondo de la cuestión está, por tanto, el incuestionable hecho de que saber a ciencia cierta si Alonso es mejor o peor piloto que Vettel o Hamilton es absolutamente imposible, totalmente subjetivo y sólo válido para discusiones más o menos razonadas entre aficionados. Porque, por muy hincha que se sea de cualquiera de ellos, lo que es evidente es que incluso enfrentándolos en teórica igualdad de condiciones habría ocasiones en las que prevalecería uno u otro en función de cualquiera de los muchísimos factores que influyen en la competición automovilística, como, de hecho, ya ocurrió en la única temporada en la que el español y el británico compartieron escudería. Por eso me llama poderosamente la atención ese afán por otorgar a cualquiera de ellos la etiqueta de ‘el mejor’ como si, después de todo, eso sirviera realmente para algo… a todos los que se empeñan en saber quien es ‘el mejor’ les recomiendo la lectura del delicioso relato titulado ‘Dragster para el Paraiso’ escrito hace muchos años por el periodista del motor francés Johnny Rives… aunque, tal vez, sería mejor que no lo leyesen porque, al fin y al cabo, como acaba deduciendo su sorprendido protagonista cuando consigue la respuesta a esa misma pregunta, igual es preferible no saberlo todo pero, a cambio, poder seguir guardando alguna de tus ilusiones. Una ilusiones que, si te gusta el automovilismo, se han visto colmadas con creces en esta apasionante temporada 2012 a la que puso fin el sensacional gran premio de Brasil. Disfrutar desde la primera a la última vuelta de una carrera así, y hacerlo, además, en compañía de mis tres mejores amigos, aunque a dos, las mujeres del grupo, esto de las ‘carreras de coches’ ni siquiera les importe especialmente, fue para quien esto escribe el perfecto colofón a un año de fórmula 1 inolvidable y difícilmente repetible.