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11|06|2012 GANÓ HAMILTON ¡YA VAN SIETE!

Decíamos al final del comentario anterior sobre el arranque de la temporada 2012 de fórmula 1, que a nadie le extrañaría si el record de seis vencedores distintos en seis carreras se ampliase a siete en Canada, pista en la que no era ni mucho menos descartable una victoria de Hamilton, de cualquiera de los dos pilotos de Lotus, de Schumacher o hasta de Sergio Pérez. Y, al final, quitando al heptacampeón alemán, auténticamente gafado este año y víctima de una abandono de inéditas causas (¡alerón móvil atascado en la posición abierta!), el resto se encargó de ‘dejarnos bien’, copando tres de ellos el podio de otro gran premio de desenlace tan impredecible como apasionante.

Un gran premio con dos partes muy definidas, una primera digamos más ‘convencional’, dominada sin mayores problemas por los tres primeros en calificación, Vettel, Hamilton y Alonso, pertenecientes, además, a los tres equipos ‘grandes’, Red Bull, McLaren y Ferrari. Pero el factor desestabilizador de este año, los neumáticos Pirelli, volvía a emerger, ¡y de que forma!, en el tercio final de la carrera, produciendo una segunda parte de la misma, más corta en vueltas pero mucho más intensa y llena de acontecimientos que la más larga primera.

En realidad, tras el que se esperaba fuese el primero de los dos cambios de neumáticos a realizar por el trío de cabeza, ya hubo una interesante escaramuza que hizo variar, por dos veces, la jerarquía establecida en calificación. Al igual que ocurrió en Mónaco, el buen rendimiento de los ‘superblandos’ hizo que a cambiar ruedas antes que tus rivales no fuese la mejor opción, ya que las blandas nuevas no permitían rodar más deprisa que las ‘option’ usadas. Por ello, el que primero entró a por nuevas gomas, Vettel, se vio superado por los dos que pararon en las dos siguientes vueltas, Hamilton y Alonso. Y entre estos, el que más aguantó en pista, el tercero en el orden inicial, el piloto de Ferrari, fue el que emergió por delante de sus dos rivales una vez los tres de nuevo en pista con el compuesto ‘menos blando’ de Pirelli en este gran premio. Una alegría, en todo caso, que le duró poco al asturiano, ya que Hamilton, con una vuelta más de temperatura en sus gomas, y su habitual ‘instinto asesino’, no dudo a la hora de recuperar de inmediato, en pista, lo que había perdido, una vez más, en boxes.

Sin embargo, como sabríamos después, en Ferrari tampoco es que se preocupasen mucho en ese momento por la ligera ventaja que empezaba a cobrar el McLaren, que se iba unos tres o cuatro segundos por delante. El plan era otro, no forzar tanto las gomas como, presumiblemente, estaba haciendo Hamilton, y resistir con ellas hasta el final. Una estrategia que también estaba en la mente de Red Bull y que nadie esperaba, a esas alturas, para ninguno de los pilotos de la parte alta de la tabla, aunque si era ya claro que la usarían algunos de la zona media o baja, como los Lotus de Grosjean y Raikkonen o el Sauber de Pérez.

Cuando Hamilton hizo su segunda parada y ni en Ferrari ni en Red Bull se inmutaron en las dos siguientes vueltas fue cuando se descubrió la real estrategia de los dos pilotos que lideraban la prueba. Quedaban poco más de una docena de giros y a Hamilton le avisaban por radio de la inesperada situación: era probable que ni Alonso ni Vettel volviesen a parar así que había que ‘limar’ más de un segundo por vuelta si quería recuperar esa primera plaza que había sido suya hasta el segundo pitstop (nada bueno una vez más, por cierto). A partir de ahí, Hamilton entraba en el tipo de carrera que realmente le gusta, la que consiste en atacar a fondo sin tener que estar pendiente de si las gomas aguantan o la estrategia es la adecuada. Y en apenas un par de vueltas, en las que recuperaba a ritmo de hasta casi dos segundos en cada paso por meta, la preocupación por saber si habían acertado o fallado pasaba del muro de McLaren a los de Ferrari y Red Bull. Hamilton iba a alcanzar a Vettel y Alonso mucho antes del final de carrera. Y eso, en un circuito en el que adelantar en la larga recta de atrás es más que fácil con el DRS contra coches que van ya justos de gomas, era una condena para las esperanzas de victoria del español y alemán.

En ese punto, en Ferrari decidían resistir y en Red Bull, una vez superado Vettel por Hamilton, optaban por cambiar la apuesta, montar las superblandas y tratar de ‘salvar lo salvable’. Porque ya no se trataba de luchar por unas opciones de victoria que se les habían escapado entre los dedos sino de no ser presa, también, de Grosjean y Pérez, progresando de forma constante con la estrategia de una parada que, en su caos, si que funcionaba, y hasta del pelotón que formaban Rosberg, Webber y Raikkonen, que también recortaban terreno a pasos agigantados.

Las vueltas finales eran una apoteosis para Hamilton, que lograba su tercera victoria en el circuito donde triunfó por primera vez, doblegando a igualdad de coche a su eterno rival desde entonces, al que esta vez superaba sin apenas esfuerzo, impotente Alonso para plantear la más mínima defensa con unas gomas que estaban, definitivamente, en las últimas. El hundimiento del Ferrari era total y en rápida sucesión tanto el Lotus de Grosjean como el Sauber de Pérez y hasta el Red Bull de Vettel (destrozando el crono con las ‘superblandas’ y recuperando cuatro segundos por vuelta) daban cuenta del F2012 del asturiano que, a duras penas, salvaba la quinta posición ante el siguiente trío perseguidor.

Un final de carrera apasionante, en el que la clave fueron, una vez más, las gomas Pirelli y la dificultad de los equipos para saber hasta donde pueden llevarlas. Porque, realmente, la estrategia a una parada no era mala, como demuestran la segunda plaza de Grosjean y la tercera de Pérez (¡partiendo el 15 de la parrilla!). El problema para Alonso y Vettel fue que en sus monoplazas el desgaste de los blandos fue mayor y si una cosa tienen estos neumáticos es que cuando dejan de funcionar lo hacen de golpe, sin posibilidad de resistir. Algo aun más evidente en una pista en la que se puede adelantar, como es la de Montreal, por lo que pensar en ‘tapar huecos’, como si pudo hacer Webber en Mónaco, era ‘misión imposible. Y que nadie le eche la culpa al DRS por la falta de resistencia en las desiguales luchas de final carrera que acabaron por definir un podio tan inesperado. Cuando todos iban con las gomas en situación similar apenas nadie se pasaba, con DRS o sin él. Pero una vez unos y otros con los neumáticos rindiendo de forma muy diferente, aun sin alerón móvil nadie hubiese podido resistir el ritmo final de Hamilton o la remontada de sus inusuales acompañantes en el podio. La clave no hay que buscarla en esa controvertida pieza de carbono de la parte trasera de los monoplazas sino, una vez más este año, en esas otras cuatro piezas, redondas y negras, de goma, que son la verdadera causa de que lleguemos a Valencia con siete ganadores diferentes en las siete primeras carreras de la temporada. Ya no me atrevo a decir si dentro de quince días llegará el octavo, casi diría que lo más probable es que no, que alguien consiga por fin repetir… pero, por si acaso, habrá que vigilar de cerca de los Lotus, a los Sauber o hasta a ese heptacampeón del mundo al que un día de estos le volverá a hacer caso la fortuna.